MEMORIAS

Los grandes amores de Jaime Ostos, el pasional y polémico torero que compartió una noche desenfrenada con el emérito

Un libro ofrece un retrato íntimo del ecijano, que se casó en dos ocasiones, tuvo varios hijos y falleció en Colombia a los 90 años

Jaime Ostos en una fotografía de archivo de 1999.

Jaime Ostos en una fotografía de archivo de 1999. / EFE / GUSTAVO CUEVAS

Madrid

En una ocasión, mientras toreaba en Zaragoza, Jaime Ostos se cruzó en el hall de su hotel con Juan Carlos de Borbón. El entonces príncipe le saludó y comentó que le habría gustado verle, pero que ya estaba todo vendido. "Esto lo arreglo yo enseguida. Pase a la cafetería, tómese un cafelito y voy a buscar una entrada para usted", respondió el diestro, que al momento había solucionado el problema. Aquella tarde le brindó un buen toro a Juan Carlos y, al dar la vuelta al ruedo, le lanzó la oreja. Dos horas después, el susodicho se presentó en su habitación del hotel para darle las gracias e invitarle a cenar. Durante la velada, los dos charlaron de esto y aquello y el sevillano propuso un plan: "Está en Zaragoza la compañía de Colsada, y soy muy amigo del dueño y de algunas vedettes preciosas que me han invitado. Tú vienes conmigo a ver su espectáculo".

Sus palabras fueron música para los oídos de Juan Carlos, un avezado juerguista que entonces llevaba en la academia militar varios meses sin comerse una rosca. Después de ver el espectáculo, Jaime fue al camerino para dar un abrazo a Colsada y saludar a las impresionantes vedettes de su compañía. "Dos de ellas, muy amigas mías, se unieron a nosotros y las llevé a la mesa para presentarlas al príncipe", ha contado al respecto. "La reunión fue muy simpática, amistosa e incluso bastante caliente, tanto que nos fuimos los cuatro a mi habitación de hotel. La cama se nos quedó pequeña, pero, cuanto más cerca los cuerpos, mayor la confianza. Desde aquel día he tenido el honor de ser amigo del que años más tarde ha sido nuestro rey".

La anécdota aparece recogida en Jaime Ostos, sin filtros, unas memorias del torero escritas casi al dictado por su mujer y el gran amor de su vida, la neumóloga y escritora salmantina María Ángeles Grajal. El libro ofrece un retrato íntimo de un hombre que compartió cartel con las grandes figuras del siglo XX, rivalizando con Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, al tiempo que se codeaba con la élite del mundo cultural y social. De hecho, Ernest Hemingway, apasionado de la tauromaquia, lo admiró profundamente y encontró en el ecijano y sus contemporáneos la inspiración para sus famosas crónicas taurinas. "Este se creía un divo, y por mucho Nobel que tuviera, un divo pasado de copas es lo más insufrible", aseguró Jaime. "Desde que le brindé el segundo toro de mi alternativa en 1956, en Zaragoza, nuestros encuentros fueron casi diarios". Una vez, mientras ambos cenaban juntos en Pamplona, el diestro aprovechó que Hemingway se había puesto como las grecas para decirle que sus escritos sobre toros le parecían "una basura, llenos de mentiras sobre la relación entre Ordóñez y Dominguín. Se molestó y empezó a hacer el payaso con excesos verbales que no estaba dispuesto a escuchar".

El rey emérito junto a Jaime Ostos y Palomo Linares en una foto de archivo.

El rey emérito junto a Jaime Ostos y Palomo Linares en una foto de archivo. / EFE

En su biografía también figuran algunos de los muchos romances vividos por el torero, hijo de un rico agricultor ecijano que opinaba que querer ser matador de toros era cosa de golfos y truhanes. "Pude haber ido a la universidad, como mis hermanos, al terminar el bachillerato, pero desde niño me atraían más las emociones que los libros", contó nuestro protagonista. "De adolescente, la vida de un estudiante me parecía vulgar y rutinaria. Cómoda, sí, pero sin la chispa emocionante que me recorría el cuerpo cuando me ponía delante de las becerras, dándoles pases sin miedo y sin que me cogieran, recibiendo los aplausos de mis amigos, hijos de ganaderos ecijanos que, en las fiestas de cumpleaños, solían echar becerras en sus cortijos para nuestro disfrute".

Fue a los 16 años cuando Jaime, después de haber visto a Manolete de cerca en su pueblo, se armó de valor y confesó en casa su deseo de ser matador. "Mi padre no quería que fuera torero, tanto es así que el día que se lo dije me dio un guantazo", contaría una vez. "Me vine a Sevilla y aquí, no sin dificultades, me hice torero". Tomó la alternativa en octubre de 1956 en Zaragoza, con El Litri de padrino y Antonio Ordóñez como testigo, y durante lustros triunfó en todas las plazas de España, Francia, América y Portugal, donde también vivió varios romances de película. Su primera novia oficial fue una tal Luchi Contreras, quien por lo visto le perdonaba siempre "las aventuras y las múltiples reconciliaciones tras cada ruptura". La última separación ocurrió después de la cornada que sufrió con un toro de Villamarta en la Feria de Abril de 1958, en Sevilla. Un matrimonio de Bayona le había presentado dos meses antes a la modelo francesa Alexandra Stewart, y los tres asistieron a la Maestranza para verle torear. Después de la cogida, Alexandra apareció en el hospital y se lanzó a llorar sobre él en la cama mientras Luchi le preguntaba a su madre quién era esa intrépida desconocida. "Je suis l’amour de Jaime", dijo la francesa, segurísima de sí misma. "Pues yo era su novia hasta este momento. Adiós, Jaime", respondió la cornuda.

La aventura que en otro momento de su vida mantuvo con Gracia Imperio hacía que, cuando la vedette madrileña actuaba en Sevilla, las entradas se agotaran gracias a su romance. "Estuvimos juntos unos meses, hasta que supe que un famoso ganadero de Sevilla le enviaba recados y flores", apuntó. "Mi apoderado me pidió que me alejara de Gracia, que el toreo necesitaba toda mi atención y ella podría desequilibrar mi carrera, o el ganadero podía pegarme un tiro". Y hay quien sostiene que Imperio no fue la única artista que intercambió arrumacos con Jaime Ostos 'corazón de león', que en sus años mozos pudo haber usado su labia y su reputación de macho alfa para conquistar a Ava Gardner, Brigitte Bardot y Faye Dunaway.

Acusado de maltratador

Ya en octubre de 1960 contrajo matrimonio con una guapa, culta y refinada adolescente que respondía al nombre de Consuelo Alcalá. "Cuando no hay amor, falta madurez y sobra tontería, nada lo puede arreglar", dijo luego. "Aunque ambos intentamos mantener el matrimonio con el nacimiento de nuestros hijos, Gabriela y Jaime, su llegada solo alargó la convivencia unos años más. Nuestros desencuentros crecían, porque yo no encontraba en mi mujer lo que deseaba y supongo que ella tampoco en mí. Esto hizo imposible la convivencia, nos volvió incluso enemigos, y finalmente nos separamos". La pareja pidió el divorcio en un momento en que en España no existía, y Jaime contaba que, para obtener la nulidad, tuvo que mentir diciendo que su "carácter impulsivo" le llevaba a "discusiones" con su mujer, a la que incluso insultaba cuando llegaba a casa después de una mala corrida o cuando ella le reprochaba que le había visto en las revistas besando a otras mujeres. "Me vi obligado a mentir y a exponer motivos de inmoralidad y de veleidad, falsos, pero que fueron necesarios para que los tribunales eclesiásticos declararan nuestro matrimonio nulo. Yo deseaba esa anulación, y tuve que implicarme en aquella farsa".

También contaba que, al divorciarse, dejó a sus hijos y a su exmujer en usufructo "un patrimonio considerable" y todo el dinero "que había ganado con mi sangre, tanto en efectivo como en acciones bancarias. Les dejé la finca La Tenienta, donde se cultivan todo tipo de frutales, así como la casa sevillana en la plaza de Cuba y una valiosa colección de cuadros. Todo lo que poseía lo puse a nombre de mis hijos y de ella". Varias décadas después, Consuelo denunció tanto en un libro (La mujer del héroe) como en distintas entrevistas en revistas y programas que fue maltratada física y psicológicamente por parte del que en ese momento era considerado por el público un héroe nacional.

Separado de Consuelo en 1967, el sevillano se instaló en Madrid, concretamente en el hotel Wellington. Por entonces le presentaron a Lita Trujillo, una ex actriz israelí que había enviudado de Ramfis Trujillo, el hijo del dictador que durante varias décadas impuso el terror como método de control en República Dominicana. Se enamoraron perdidamente y mantuvieron una vida en común durante algo más de una década. "Jaime no era mi pareja ni mi marido", contaría una vez ella. "Era un amante, como muchos otros. Uno que duró más que otros… Una relación muy fija, a veces esporádica, a veces muy distante, a veces cercana… Siempre cuando se podía escapar al teléfono, me llamaba para decirme que yo era la única mujer que amaba en su vida".

El gran amor de su vida

Cuando en 1982 conoció a María Ángeles, el diestro tuvo claro enseguida que ella era la mujer de su vida. La vio por primera vez en el hotel Wellington, donde la doctora acudió para que él le hablara de una cornada que había sufrido en Tarazona, pues había titulado su conferencia Del ruedo a la enfermería. Aquella primera conversación dio pie a otras tantas, y el roce hizo el cariño. Tanto, que Jaime decidió romper su relación con Lita, quien al parecer no se tomó nada bien el tema, lo mismo que María Ángeles hizo al cabo de un tiempo con su entonces marido, el cirujano Antonio Martín Pérez Tabernero. Se casaron en 1987, cuando él ya se había cortado la coleta en Écija. Aunque apenas dos años después de la boda su mujer ya no le aguantaba: sabía que tonteaba con otras mujeres y que esporádicamente veía también a Lita, así que terminó obligándole a firmar el divorcio.

"Entonces tuve muy claro que no podía vivir sin ella, que debía demostrarle cuánto la amaba, que pagaría el daño que le había hecho, y mis celos me llevaron a perseguirla por tierra, mar y aire, incumpliendo las normas del acuerdo de divorcio o provocando escándalos al presentarme donde ella estuviera", confesó. "Viví dos años desolado por su ausencia y también por el alejamiento de nuestro hijo Jacobo, pero María Ángeles me dio una segunda oportunidad, y decidimos casarnos de nuevo en 1992 en El Escorial, de forma íntima, aunque la gente se enteró por la prensa". Desde entonces, vivió por y para ella —aunque Lita cuenta a quien la quiere escuchar que, antes del inicio de la pandemia de COVID-19, Jaime le pidió que se casara con él en Israel—.

El matador junto a su mujer, María Ángeles Grajal, fotografiados en Madrid en 2002.

El matador junto a su mujer, María Ángeles Grajal, fotografiados en Madrid en 2002. / EFE

Qué duda cabe de que Grajal fue un gran apoyo emocional para su marido durante la época en la que varios familiares del ecijano lo acusaron de esto y aquello. "Las audiencias crecían notablemente cuando mi exmujer y Gabriela denunciaron públicamente que yo era el padre de otra hija, Gisela, a la que, según ellas, me negaba a reconocer, pese a la insistencia de María Ángeles para que me hiciera las pruebas genéticas. No las hice, pero el juez determinó que era el padre, pues Gabriela se las hizo, y el resultado fue un 99% positivo", relató Jaime, que en los últimos años vivió bastante alejado de cámaras y micrófonos. En su biografía contaba que a menudo acudía a tentaderos "por afición, también para ver a las nuevas promesas y aconsejarles, pero sobre todo porque siempre encuentro el momento de salir al ruedo y dar unos muletazos a una vaca, que me sirven para seguir creyendo que el toreo es la profesión más grande del mundo".

En el epílogo del libro, Grajal cuenta que decidió terminar las memorias de Jaime en la Navidad de 2019, unos días antes de que se fueran a Colombia, como cada año, para pasar con sus amigos Ivette Uhia y Gitanillo de América la Nochevieja en Cartagena de Indias. Regresaron a España el 10 de enero, y en las semanas siguientes Jaime convirtió los hospitales en su segunda casa: le hicieron una revisión médica de su columna (lo habían operado de las vértebras lumbares un año antes), tuvo que ser ingresado por una infección de pseudomonas y contrajo covid. Aquella vez salvó el pellejo, y a finales de diciembre de 2021 su mujer y él partieron para Colombia juntos y con cuatro maletas. La doctora nunca olvidará el regreso a Madrid el 12 de enero de 2022, con las cuatro maletas… y una urna con sus cenizas. "El 7 de enero volamos desde Cartagena de Indias a Bogotá para un homenaje que le dieron en la plaza de toros La Santamaría", apunta. "Esa noche, cenamos y nos acostamos con las maletas hechas. A la mañana siguiente, cuando fui a despertarlo, no respondía. Grité a Ivette y ella llamó a una ambulancia, pero, ante la espera, Gitanillo sacó el coche y lo llevamos al hospital más cercano. Allí, los médicos me informaron de lo que no quería aceptar: Jaime había fallecido".

Una guerra familiar

Unos días después tuvo lugar su misa funeral en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid, a cuyas puertas se agolparon periodistas de todos los medios. Después de eso, Grajal dejaría sus cenizas en el columbario de la parroquia de Écija, detrás del altar mayor, hasta obtener los permisos necesarios para su traslado al monumento conmemorativo que le rendiría honor en su ciudad. Al despedirse de Gabriela, la doctora le expresó su deseo de que, cuando quisiera, fuera a casa a llevarse algunos recuerdos personales de su padre, pero pasaron meses sin tener noticias ni de ella ni de su hermano Jaime ni de Gisela. Sin embargo, al reencontrarse en enero de 2024 en Écija, Gabriela le dijo que tenían que hablar de la herencia del torero. Grajal le explicó en ese momento que su padre les dejó en vida todo lo que tenía, pero su hijastra no quedó convencida: “Nos corresponde una parte de lo que papá tenía al morir, porque también somos sus hijos, como tu Jacobo”.

Algunos medios volvieron a hablar entonces de la guerra familiar que Grajal y su hijo Jacobo mantienen con los hijos mayores del diestro. Y en marzo del pasado año, la viuda de Jaime Ostos se sentó en el plató del programa de Telecinco ¡De viernes! para defenderse de sus hijastros, quienes la acusan de haber actuado con mala fe durante el reparto de su herencia. "El agravio de estas personas contra mi hijo, al que acusan de ser un bastardo, y contra mí no me deja indiferente", apostilla en el libro. "Siento enorme dolor y una indignación profunda, porque han mancillado mi dignidad y la de Jacobo, y, sobre todo, la de su padre. Ya aceptada la querella que mi hijo y yo hemos puesto, solo espero que la justicia se pronuncie".