EL REGRESO DE UN ÍDOLO
Raphaelísimo: un Raphael superlativo renace en el madrileño Teatro de la Zarzuela
Recuperado de una grave enfermedad que lo tuvo retirado de los escenarios durante varios meses, Raphael se reencontró con el público de Madrid

Concierto de Raphael en Madrid / EFE
Tratándose de Raphael, la de este jueves podía ser, sin duda, una gran noche. Con todas las entradas vendidas y una nutrida presencia de los medios de comunicación ansiosos por cubrir el evento, el cantante de Linares ha dado este jueves inicio en el Teatro de la Zarzuela de Madrid a Raphaelísimo, el superlativo título de su nueva gira, la primera después de recuperarse de los problemas de salud sufridos a finales de 2024.
"Yo volveré a nacer, estoy seguro, / Porque esta vida con mi vida sigue en deuda / Que yo no tuve juventud como cualquiera / Porque pasé de la niñez a los asuntos", decía un Raphael en Volveré a nacer, tema que daba título a su décimo LP para el sello Hispavox y que, cuando se publicó, allá por 1972, nadie hubiera pensado que resultaría tan premonitorio. Más de medio siglo después, se podría que el cantante ha renacido dos veces. La primera, después de una enfermedad hepática que requirió un transplante de hígado y, la segunda, hace unos meses después de sufrir un linfoma cerebral. En ambos casos, Raphael ha utilizado esas segundas oportunidades para seguir haciendo lo que más le gusta, cantar y, además, disfrutando de ello con la seguridad que aporta el no tener que demostrarle nada a nadie.

Concierto de Raphael en Madrid / EFE
En esta primera función de las tres programadas en el teatro madrileño con todo el papel vendido, el artista no ha estado solo. Conscientes de la trascendencia del momento, los amigos y los seguidores han arropado a la estrella demostrando su admiración hacia Raphael y su cariño hacia Rafael Martos. De esta forma, en el patio de butacas coincidieron el cómico Pedro Ruiz, la periodista Nieves Herrero, la vedete Rosa Valenty, el productor José Manuel Lorenzo, el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo y José Bono, una de cuyas hijas, Sofía, también se encontraba en uno de los palcos junto a algunos amigos.
El resto de la audiencia lo componían perfiles de lo más diverso, entre los que se encontraban niños, matrimonios de mediana edad, parejas gay, treintañeros y grupos de fans del cantante que llevan décadas apoyándole y que le acompañaron cantando a voz en grito o susurrando, según el momento del espectáculo, todos los temas.

Concierto de Raphael en Madrid / EFE
No puede volver quien nunca se ha ido
El concierto comenzó con una puntualidad poco frecuente. Superadas apenas las 19:30, los diez miembros de la banda entraron en el escenario y comenzaron a tocar para calentar el ambiente antes de que hiciera su aparición Raphael, que se presentó con su tradicional vestuario negro, adornado únicamente con una americana de lentejuelas, de la que se desprendió después de la primera canción.
Recibido con vítores y aplausos, el artista no hizo discurso alguno, ni presentaciones, ni parlamentos de ningún tipo que lastrasen el ritmo del espectáculo. Después de décadas de relación, Raphael y sus seguidores ya se lo han dicho todo y, como esas parejas que se conocen desde antaño, los silencios no son momentos incómodos sino instantes de complicidad. Bastó un gesto, una mano llevada al corazón, una mirada, un ademán o una inclinación de cabeza del artista, para que el público tuviera la garantía de su cariño y su agradecimiento. A cambio, la audiencia aplaudió entusiasmada y puesta en pie todas y cada una de las canciones, le gritó que era el más grande, el más guapo, el que mejor actuaba y hubo varios que llegaron a emocionarse hasta las lágrimas, mientras escuchaban un repertorio en el que, si bien no estaban todas, no faltaron las más importantes.
Aunque se trató de versiones con desarrollos cortos, para no cansar al artista, darle más relevancia al estribillo y facilitar así que cupieran más temas en el recital, entre la treintena de temas que sonaron estuvieron Yo sigo siendo aquel, Digan lo que digan, Mi gran noche, Hablemos del amor, Estuve enamorado, En carne viva, el tango Malena, Gracias a la vida de Violeta Parra, una versión en castellano de La vie en rose y una interpretación de Rien de rien cantada a dúo, gracias a la tecnología, con la mismísima Edit Piaf. Además de la voz de la cantante francesa, su rostro se proyectaba en una pantalla gigante de leds colocada al fondo del escenario, en la que también se pudieron ver imágenes de concierto rodadas a tiempo real, planos del público e incluso imágenes de archivo que mostraban a un joven Raphael muy estiloso, realmente cool y con mucho, mucho flow.

Concierto de Raphael en Madrid / EFE
Nuestro hombre de negro
Además de la soberbia interpretación de los músicos de la banda, Raphaelísimo destaca por su buena dirección artística, su puesta en escena y su juego de luces, tan sobria y elegante como eficaz. Una labor en la que tiene una gran responsabilidad Manuel Martos, hijo del artista y A&R de la compañía Universal, responsable también de la modernización de la imagen y del repertorio de su padre.
Como había hecho Rick Rubin con Johnny Cash, Manuel Martos animó a su padre a actualizar su sonido, colaborar con aquellos cantantes jóvenes que lo admiraban, grabar discos con temas compuestos por ellos y aceptar con humor y agradecimiento que es un icono para el colectivo LGTBIQ+. En definitiva, conseguir que Raphael, sin necesidad de renunciar a su perfil conservador ni afiliarse a la joven guardia roja, mostrase una faceta más actual y afín a las transformaciones experimentadas por la sociedad española.
De hecho, uno de los temas más emocionantes de la velada, tanto para el público como para el propio artista, al que se pusieron los ojos vidriosos, fue Qué sabe nadie. El tema, cuyos primeros versos dicen "De mis secretos deseos / De mi manera de ser / De mis ansias y mis sueños / Qué sabe nadie", es toda una declaración de principios contra la maledicencia, los comentarios hirientes y esa insana necesidad de inmiscuirse en la vida y la libertad de las personas. Una composición que, todo sea dicho, sonaba aún más reivindicativa a un par de días de que se celebre en Madrid el desfile del Orgullo, marcado por la polémica sobre la legalidad o no de ondear banderas arcoiris en los edificios públicos.
El último tramo del recital incluyó éxitos como, Estar enamorado, Yo soy aquel y Escándalo. Para entonces, ya habían transcurrido casi dos horas de concierto y, después de interpretar Como yo te amo, Raphael se retiró al camerino. Poco después le siguió la banda. No hubo bises. Nadie se los reclamó. El artista lo había dado todo y la gente fue abandonando el teatro con una sensación de plenitud y felicidad. Cuando salimos a la calle, todavía era de día.
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