EXPOSICIONES

El deseo homosexual en tiempos de peligrosidad social: la mirada hiperrealista de Roberto González Fernández

La galería José de la Mano presenta una exposición muy necesaria sobre la obra primera de este pintor, en la que se celebra el deseo y el amor homosexual en la época previa al estallido del sida

'Mitad y mitad / Sueño y sueño / Carne y carne (tríptico)' (1982), una de las obras de Roberto González Fernández que se pueden ver en la galería José de la Mano.

'Mitad y mitad / Sueño y sueño / Carne y carne (tríptico)' (1982), una de las obras de Roberto González Fernández que se pueden ver en la galería José de la Mano. / Cedida

Madrid

Roberto González Fernández (Monforte de Lemos, 1948) es un incansable artista multimedia, extremadamente prolífico, hiperactivo y con una curiosidad inacabable sobre el arte, el suyo y el de otros, y sobre la manifestación y la representación del amor y del deseo homosexual.

Llegado a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bella Artes de San Fernando al inicio de los años 70, descubre el amor, el sexo y la libertad al mismo tiempo que todo un país. Mientras Franco y su Régimen agonizan, González Fernández explora la afectividad y el deseo en el cuerpo masculino. Su trabajo artístico, desde esos inicios, buscará plasmar su realidad sentimental y, algo absolutamente inusual para alguien de su generación, de una manera feliz y sin culpa. “No quiero esconder que soy homosexual. Quiero hablar de ello”, dice en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. “Mi obra es una expresión de la alegría y del deseo”.

La decisión de adoptar un lenguaje hiperrealista tiene que ver con la necesidad de plasmar de una manera literal y detallada el objeto de sus cuadros y dibujos. “Para lo que yo quería decir necesitaba una imagen realista. Si lo que quiero es mostrar mi felicidad de ser gay, eso tiene que verse”. Como Rodrigo, otros de los pioneros del arte homosexual en nuestro país, es alumno de Antonio López y recibe una fuerte influencia de este movimiento internacional, que utiliza la técnica para llevar a cabo una reproducción idéntica del mundo que le rodea. La adopción de este lenguaje creará una tensión con el resto de la practica artística de su tiempo, en particular con esa “nueva figuración madrileña” próxima a ciertos estilos considerados más de vanguardia.

Roberto González Fernández, 'Arco iris triple' (1974).

Roberto González Fernández, 'Arco iris triple' (1974). / Cedida

Durante este periodo sigue en vigor la legislación represiva franquista sobre la homosexualidad, la denominada Ley de Vagos y Maleantes. Mientras toda España se libera sexualmente, el colectivo tiene que esperar pacientemente su turno para poder expresar, pública y legalmente, sus afectos. Como dice el artista “empezaba el destape, pero una cosa era mostrar mujeres desnudas y otra a los hombres”.

Por estas dos razones González Fernández se va a convertir en un verso suelto, tanto en lo artístico como en el objeto de su trabajo. Se trata de un pionero del arte queer en España que hasta ahora ha quedado arrinconado de los relatos oficiales. Como dice David Trullo, artista también y comisario de la muestra, esta exposición “es una reivindicación de un grupo de artistas que quedaron solapados por el tsunami de la Movida y que trataron el tema de la homosexualidad de una manera más directa que otros, que prefirieron hacerlo de una manera más festiva o camuflándose detrás de las excusas del camp o la mitología, por ejemplo”.

El cuerpo masculino y la Transición

Bajo el titulo Otros hombres. Nuevo homoerotismo en la obra de Robertos González Fernández (1973-1985), la exposición que acoge hasta el 30 de julio la galería José de la Mano reúne una serie de obras, sobre todo dibujos, que muestran su trabajo entre el final del franquismo y la llegada del sida. El comisario ha conseguido establecer una secuencia que pone en evidencia la evolución del artista, en sus primeros años, a la búsqueda de un lenguaje propio mientras refleja la realidad histórica del sujeto homosexual de su tiempo y su expresión privada y publica.

Desde sus primeros dibujos, que tratan el homoerotismo de una manera mas críptica, como los jugadores de beisbol duplicados o los desnudos espejados, con su carga de fetichismo y el tema del doble como metáfora del hombre homosexual, hasta los desfiles del Orgullo que presencia en sus viajes a San Francisco en los inicios de la década posterior, hay todo un recorrido entre la aceptación y la reivindicación. Pero también ponen de manifiesto el paso de un mundo represivo a la expresión publica y política.

El grueso de la exposición está reservado, sin embargo, para las obras que expresan el deseo por el cuerpo masculino de una forma más clara y gloriosa. Se trata de imágenes que surgen de los espacios y los momentos de expresión libre de la sexualidad. Bares y discotecas gais en su época dorada, entre la revolución sexual post Stonewall y el sida y las apps actuales. Gonzalez Fernández se recrea reproduciendo los cuerpos expuestos a la mirada del otro, papel en el que coloca al espectador para hacerle cómplice.

Roberto González Fernández, 'En el vaso vacío donde se ha derretido lentamente el amor' (1980).

Roberto González Fernández, 'Parade XIII - Boot Rack' (1980). / Cedida

Como dice el propio artista: “Muchos de mis cuadros son las manifestaciones del deseo. Mi obra es una secuencia continua de mi vida”. Arte y biografía todo en uno. Antes de que existiera la palabra “representación” para referirse a los ejemplos públicos y visibles de las vidas homosexuales, Gonzalez Fernández ya lo estaba haciendo. Lo señala el comisario de la muestra: “En el caso de Roberto González Fernández hay una mezcla de clasicismo e inmediatez". Sus obras, añade, “parten de lo personal para la representación de lo homoerótico”.

Estas obras tienen, ademas, un importante valor documental. Al reproducir al detalle lo que el pintor ha visto nos permiten poseer, a dia de hoy, un testimonio de cómo era la vida de los gays de ese momento. Más incluso al tratarse, muchas veces, de lugares en los que, por ejemplo, no se permitían las fotografías.

Una reivindicación necesaria

Como en el caso de la actual exposición del pintor Néstor en el Museo Reina Sofía (institución que recientemente ha incorporado la obra de González Fernández a sus fondos), se trata de una muestra largamente debida y muy necesaria.

La galería Jose de la Mano está especializada en la recuperación y puesta en valor del trabajo de artistas que han permanecido apartados de las historias oficiales del arte en España. A través de un riguroso trabajo de investigación han venido rescatando a autores como Aurelia Muñoz y Lola Bosshard o trabajos menos conocidos de autores consagrados como Agustin Ibarrola. En este sentido apuestan ahora por mostrar a un público joven y nuevo la trayectoria de Roberto González Fernández. Como dice el galerista: “Los años de la dictadura de Francisco Franco, e incluso la primera etapa de la Transición, fueron terribles para el colectivo LGTBI, estando aún vigente la Ley de Peligrosidad Social. Muy pocos artistas se atrevieron en esos años a luchar contra esta estigmatización a través de sus creaciones, situación que empeoró trágicamente con la irrupción del sida. Esta restringida nómina de pintores siempre estará encabezada, sin duda, por el nombre de Roberto González Fernández.”

Roberto González Fernández, 'En el vaso vacío donde se ha derretido lentamente el amor' (1980).

Roberto González Fernández, 'En el vaso vacío donde se ha derretido lentamente el amor' (1983). / Cedida

El comisario David Trullo también destaca la singularidad de este artista, tanto en el panorama nacional como en el internacional: “Parece que hacemos las cosas después de los demás, pero aquí queda claro que no: que estos artistas lo hicieron antes. Y en condiciones mucho más duras porque aquí se arriesgaban a acabar en la cárcel. Tenemos un repertorio histórico tan rico como los demás”.

En su monografía sobre el pintor, el historiador Héctor Sanz define su obra como “una manera diferente de enfrentar la vida y el arte que lo convierten en una herramienta de análisis muy útil para abordar el problema de la identidad y la construcción de la masculinidad, sus valores y sus imágenes”. Esto hace que sus cuadros sean un ejemplo único para conocer, desde dentro, la realidad del colectivo homosexual de su tiempo.

El propio artista lo confirma. “Para mi la pintura es un modo de expresión. Es un recuerdo de la historia. Soy hiperactivo, produzco mucho y eso me ha permitido guardar ciertas obras y que ahora estén disponibles”. Sigue en activo y sigue produciendo de manera continua: “Mi trabajo me permite expresarme y reconocerme a mí mismo. Lo que hago ahora no se parece a estas obras de los 70-80, pero siguen siendo el testimonio de mi vida.”