CONCIERTO EN MADRID
La salvaje bacanal de Lola Índigo en el Metropolitano: no escuches, sólo apto para jóvenes
La artista sacó su artillería pesada frente a las 60.000 almas que abarrotaron el primer estadio de su carrera: un despliegue visual a la altura de Rosalía que, sin embargo, ojo, no tapó sus carencias vocales

Lola Índigo, en el Riyadh Air Metropolitano de Madrid. / RICARDO RUBIO

Apenas quedaban unos minutos para que Lola Índigo pisara el Metropolitano cuando, fuera, en una de las kilométricas colas que lo rodeaban, un grupo de adolescentes la invocó. Es su artista favorita y, claro, antes de entrar, tenían que inmortalizar aquel hito en sus cortas vidas: buscaron su teléfono y, con precisión casi milimétrica, bailaron su canción fetiche. Atento. “Si quieres este culo, tienes que trabajar, tienes que darle duro”, cantaron frente a la mirada atónita de sus padres. No se conocían, pero todos mantuvieron el mismo rictus nervioso hasta regresar a casa. Hicieron fotos, fotos y más fotos. Gritaron, saltaron desconsolados. Una guardería que sólo Mimi Doblas logró controlar al instante: le bastó arrancar con Yo ya no quiero ná para que aquel patio de recreo obedeciera.
Con una escenografía sin nada que envidiar a la Super Bowl, la artista sacó su artillería pesada: sus canciones no necesitan presentación, son todo hits. Por tanto, como la afinación sigue sin ser lo suyo, al menos, se centró en hacerlas aún más impactantes: se valió de 1.200 metros cuadrados de pantallas LED, una torre de 28 metros de altura y 800 focos de iluminación. Un despliegue visual a la altura de Rosalía y C. Tangana que, sin embargo, ojo, no tapó sus carencias vocales. Aunque, bueno, dada la reacción de su público, mayoritariamente juvenil, parece que no importó demasiado. Como tampoco que llevara bases pregrabadas. Un debate, tal vez, demasiado viejuno para quien vino a apoyar a su ídola sin condiciones.

Lola Índigo celebra ocho años de éxitos incontestables en el Riyadh Air Metropolitano. / RICARDO RUBIO
“Si hay alguien aquí con sueños, no escuchéis a quienes os digan que estáis locos. Yo he luchado para conseguir los míos, rodeándome siempre de amigos”, dijo emocionada. Es la primera vez que se atreve con un estadio tras siete años de éxitos incontestables. Y, para ello, no ha dudado en apostar por un formato rompedor que la reivindica como uno de los nombres de la década. Acompañada por 60 bailarines, Lola recorrió las tres etapas que han marcado su carrera hasta la fecha: La bruja, La niña y El dragón. No escatimó en detalles: cada tema era un videoclip viviente. Poco queda de la inocente Mimi que participó en Operación Triunfo 2017 tras buscarse la vida en China poco antes. Ha crecido tan rápido que ahora, pese a seguir apostando por el baile como elemento protagonista de su proyecto, por primera vez, derrocha seguridad. Ni titubea ni duda.
Repertorio repetitivo
Desempolvó Mujer bruja, Santería y Me quedo, títulos de antaño que la catapultaron hasta los primeros puestos. Corrió de un lado para otro, sedienta de aplausos. Saltó, voló, perreó. No paró quieta, lo que la dejó sin aliento en determinados instantes. No es Beyoncé, obvio. Lo que se notó, sobre todo, en las partes altas de cada canción. No obstante, ya podría haber soltado el micrófono durante toda la velada que el público la hubiera vitoreado igual. ¿El problema? Que una hora después su repertorio parecía repetirse una y otra vez.

Lola Índigo recuperó todos sus éxitos para el primer estadio de su carrera. / RICARDO RUBIO
Es cierto que intercaló alguna pieza lenta, como la notable Dragón, incluso bajó frecuencias con La primavera, pero faltó dinamismo. Momentos de desidia en los que la masa aprovechaba para revisar fugazmente TikTok. Porque, ojito, para los más jóvenes, de nada sirve estar en un concierto de Lola Índigo si no se lo restriegas a los demás. De hecho, hubo quien lo grabó de principio a fin. Sin parar, bien atento al plano. Quizá, mañana, lo pueda recrear con mayor fervor que el demostrado in situ. A pocos metros, una veinteañera se abrazaba a un padre que hacía lo posible por cantar letras que apenas se entendían. La acústica fue pésima y le pasó factura. A su lado, una pareja sacaba un selfie que rápidamente envió por WhatsApp. Pocas estampas así dieron tanto juego a Michael Haneke.
Universo pop glorioso
Ahora bien, siendo justos, hay que reconocer que pocas artistas reúnen a tantísimas familias en sus conciertos. Habrá que ver si, dentro de cinco años, quién sabe, la burbuja sigue intacta. Por ahora, la fórmula funciona. “Han sido meses de ilusión y calentamientos de cabeza, pero aquí estamos. Ha costado. No me lo esperaba. Es difícil asumir que habéis empleado vuestro tiempo en venir. Es increíble”, contó a las 60.000 almas que abarrotaron el recinto. Una bacanal a la que asistieron Tini Stoessel, Belén Aguilera y Paulo Londra, sus amuletos.
El furor que desataron El tonto, Lola Bunny y Discoteka hizo retumbar el Metropolitano, el único estadio que acoge conciertos multitudinarios en Madrid tras el rechazo del Santiago Bernabéu. El desenfreno y la lujuria con la que se movió sobre las tablas las hizo aún más hipnóticas. Nadie como Lola para saber cómo guiñar un ojo o dónde lanzar un beso. Hubo fuegos, coches, pelotas, drones, jaulas… Un universo pop glorioso que, aunque agrietado, algo superficial, la ha convertido en un símbolo generacional. Es su momento. Y lo sabe.