MÚSICA
Gustavo Santaolalla en el Retiro, en el metro o en la Cebada: así suena Madrid para un compositor de Oscar y sus alumnos
El artista argentino, autor de bandas sonoras de premio como 'Brokeback Mountain' o de una serie del momento como 'The Last of Us', recoge junto a una treintena de estudiantes en cuatro piezas audiovisuales cómo suenan otros tantos lugares de la ciudad

Gustavo Santaolalla, durante la presentación del proyecto 'Imágenes sonoras de Madrid'. / Cedida
Sin ser errado, decir que Gustavo Santaolalla es el autor de la banda sonora de la serie de moda, The Last of Us, resulta demasiado reduccionista. Además de este trabajo, el compositor, productor, instrumentista y cantante tiene en su haber dos Oscar de Hollywood consecutivos por las partituras de Brokeback Mountain y Babel, y ha compuesto, además, las bandas sonoras de 21 gramos, Diarios de motocicleta y El Libro de la Vida. Por si no fuera bastante, Santaolalla formó parte de Arco Iris, uno de los grupos pioneros de la psicodelia y el rock progresivo argentino, ha producido a León Gieco, Los Prisioneros, Julieta Venegas o Divididos y, en 1982, publicó un LP titulado sencillamente Santaolalla. Considerado uno de los 100 discos más relevantes del rock de su país según la revista Rolling Stone, entre los once cortes del disco se incluye Rodando, tema que el pasado martes se pudo escuchar, interpretado por el propio Santaolalla, en el Salón Real de la Casa de la Panadería, en plena Plaza Mayor de Madrid. Con su interpretación, el músico puso fin al acto de presentación de las obras que componen el proyecto Imágenes sonoras de Madrid, en las que el artista recoge los sonidos que le sugiere la ciudad.
"Desde los diecisiete años me ha preocupado la identidad. La identidad de cantar en nuestro idioma, la identidad de tocar en nuestro idioma… Esa preocupación sobre la identidad se ha ido expandiendo a otros ámbitos, como la ciudad, los amigos… En mi caso, soy un Argentino que vive en Los Ángeles, pero mi abuelo era de Málaga, mi abuela vasca y llegó un momento en que tenía la necesidad de reencontrarme con este lugar", comentaba Santaolalla quien, inspirado por el concepto de Paisaje sonoro acuñado por Murray Schafer, comenzó a reflexionar sobre la conexión entre imagen y el sonido.
"Igual que recordamos lugares por su olor, también hay lugares que recordamos por cómo se ven o por cómo suenan. Por eso este proyecto tiene una especie de subtítulo que es El ojo que escucha y el oído que mira. Luego, al no tener una formación académica, mi trabajo se basa en las emociones —reconoce Santaolalla—. Tengo que trabajar con el instinto, con la emoción, así es como me relaciono con el espacio, con la música y con los muchachos".
Los muchachos son treinta estudiantes de TAI, escuela universitaria en la que se imparten diferentes disciplinas relacionadas con las artes. Por ejemplo, realización cinematográfica, fotografía, grabación de sonido, escritura de guion o composición. Después de una primera colaboración centrada en la rehabilitación de instrumentos antiguos, en 2024 Santaolalla fue invitado por TAI a desarrollar un segundo proyecto. En esta ocasión se trataba de un taller de composición con los alumnos, cuya principal particularidad era encontrar el sonido característico de diferentes lugares de la ciudad de Madrid.

Santaolalla y los alumnos de TAI, trabajando en el Retiro. / Cedida
"Madrid se parece mucho a Buenos Aires. Tienen muchos puntos en común. Avenida de Mayo, por ejemplo, es muy similar a la Gran Vía", afirmaba Santaolalla, que decidió centrar el proyecto en el Retiro, el Mercado de la Cebada, una estación de Metro y Centro Centro, para darles voz y vida a esas zonas cotidianas de la ciudad. "Buscamos contar cómo es el Retiro en sus diferentes horas, porque el parque no suena igual al amanecer que cuando está lleno de gente, del mismo modo que no suena igual un día de diario que en el fin de semana. Para ello, nos interesamos primero por sonidos generales que nos llamaban la atención y, posteriormente, por aspectos más puntuales, como un pájaro, una fuente. La música aparece luego, como fruto de esa inspiración", explicaba el músico, que quedó fascinado por, entre otros sonidos, el de las verjas del Retiro al abrirse, el silbido de un zapatero mientras trabajaba en su puesto del Mercado de la Cebada, el ruido del cuchillo de un carnicero cortando piezas de carne o los golpecitos que daban en la mesa unos jugadores de cartas. "Esos sonidos se incorporaron a las bandas sonoras. El silbido se trabajó con un teclado Midi y los golpes repetitivos del carnicero y los jugadores terminaron marcando el ritmo de esa parte de la pieza", recordaba.
El conocimiento de la inexperiencia
Las tareas de rodaje, grabación, guion, edición y composición se alargaron durante algo más de un mes. Un tiempo que tanto los jóvenes creadores como el profesor califican de muy enriquecedor. Los primeros, no solo destacaban el talento artístico de argentino, sino que se admiraban de cómo un profesional con tantísimo éxito fuera el primero en llegar, todavía de madrugada, a la puerta del Retiro para comenzar el rodaje o que, para completar la sincronización, Santaolalla prefiriera quedarse en el estudio trabajando incluso cuando eso supusiera tener que almorzar una simple porción de pizza. Por su parte, el artista argentino reconocía haber aprendido mucho de sus alumnos o, más bien, de sus colaboradores. "No vine a enseñar, sino a compartir lo que yo sé. En mi caso, además, ha sido fuente de energía renovadora, porque en el no saber también hay conocimiento. La inexperiencia también da sus frutos y soy de los que piensan que hay que celebrar los errores".
El resultado han sido cuatro piezas muy diversas. Las del Retiro y la de Centro Centro, más poéticas, evocadoras y en ocasiones cómicas. Las del Mercado de La Cebada y la estación de Gran Vía, sin embargo, optan por una narratividad más o menos explícita. Lo que resulta común a las cuatro es el relevante papel que desempeñan en ellas los sonidos y los silencios. "Actualmente tengo problemas de movilidad y tal vez por eso me ha dado por ver vídeos de parkour. Cuando saltan de edificio en edificio, es como cuando haces un silencio en música. Despegan los pies de un lado y después caen en otro sin reventarse. Es muy parecido a cuando tocas la nota previa al silencio que es la que, en cierta manera, te marca cuál será la nota en la que vas a caer a continuación sin sufrir daños", comentaba el músico, para el que el resultado final de las cuatro piezas es una muestra fiel de los sonidos que transmite la ciudad. "Creo que el instrumento que, en general, está más conectado con Madrid y con España, es la guitarra. De hecho se puede escuchar en las piezas junto a otras muchas cosas y, aunque faltan muchos sonidos de la ciudad, gran parte de ellos están ahí. Esperemos que se pueda continuar el proyecto en el futuro para completarlos", sugería Santaolalla y, habida cuenta de la emoción manifestada por los responsables municipales ante el deseo del músico, no sería de descartar que el proyecto se retome en un futuro cercano.
Según las estadísticas, alrededor de cien millones de personas deciden sus destinos turísticos en virtud de los contenidos que ven en la pantalla. Fieles a esos datos, los responsables del Ayuntamiento de Madrid decidieron que la Madrid Film Office, ente municipal dedicado a promocionar la ciudad como escenario de rodaje de producciones audiovisuales, no dependiera de la Concejalía de Cultura. Tampoco de la de Industria. Depende de Turismo. Por esa razón, las piezas que conforman Imágenes sonoras de Madrid se han convertido ahora en una ruta turística de las muchas que tiene el Ayuntamiento. Por ejemplo, la ruta de Lola Flores, la de Ava Gardner, la del Madrid galdosiano, la del Madrid de Berlanga, el de Antonio Palacios, la ruta de los restaurantes centenarios o la del Rastro. A través de unos códigos QR impresos en un mapa de mano, el visitante puede ya ver y escuchar en su teléfono móvil las diferentes piezas, al tiempo que recorre los lugares en los que fueron grabadas. En todo caso, para aquellos que no tengan ganas de recorrer la ciudad, la sede de la escuela TAI, en la calle Recoletos 22, expone las cuatro obras en un ambiente acogedor y al resguardo de las altas temperaturas.
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