EXPOSICIÓN

Miss Beige, un caballo de Troya de pantone insulso y martillo en el bolso

PhotoEspaña dedica a la 'performer' una exposición retrospectiva llamada ‘Hay que saber estar’ que celebra sus diez años de existencia

Miss Beige, 'Pensar es más difícil que creer'.

Miss Beige, 'Pensar es más difícil que creer'. / Marisa Gallego

Madrid

Primero fue el vestido y después, el personaje. Ana Esmith estudia Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y en 1998, con 21 años, decide irse a Londres a formarse en Arte Dramático en la International Drama School Philippe Gaulier. Trabaja con varias compañías y en 2015 vuelve a España, va al Rastro como tantos domingos y en el puesto de doña Carmen encuentra un vestido de poliéster arrugado, tirando a feo y de color beige que le costará un euro. Un vestido que le parecerá muy poca cosa, como si estuviera esperando que alguien lo apadrinara y lo sacara del montón, pero se lo llevará a casa y decidirá no arreglarlo ni adaptarlo a la moda actual, respetará sus mangas y sus botones, y rescatará de su armario un cinturón y unos guantes también de color beige, se pondrá unas gafas y en las manos, un bolso pequeño en el que meterá un martillo, se mirará al espejo y sabrá que acaba de crear un personaje. Y se irá al lugar al que su madre no la dejaba entrar cuando era una cría, aquel sex shop de la calle Atocha llamado Mundo Fantástico, “me cogía del brazo y yo decía, mamá, ¿por qué no paramos?”, y en ese universo de color rosa, hace ahora diez añoseps, nacerá Miss Beige, una mujer hierática y sin palabras que observará el mundo con ojos desafiantes, que nacerá como “respuesta a la carencia de heroínas femeninas no sexualizadas ni cosificadas en el imaginario colectivo” y que hará bandera de ese “color aséptico con el que criticará la obsesión por el retoque, el filtro y los mecanismos de autoengaño que nos ofrecen nuestros dispositivos y aplicaciones de imágenes”.

Y así, con su vestido y sus gafas, su bolso y su martillo dará la bienvenida al visitante del Museo Cerralbo de Madrid en una exposición retrospectiva que le dedica PhotoEspaña llamada Hay que saber estar, con la que Miss Beige celebra sus diez años de vida y que se podrá visitar desde hoy y hasta el 7 de septiembre. Ella, que lleva una década observando un mundo en movimiento, se introduce en un lugar donde el tiempo permanece detenido. “Era un gran reto —explica a este diario— porque no se trataba de rendir pleitesía a esa casa majestuosa que es el Cerralbo, ni ponerte de rodillas ante el espacio y lo que significa, sino desafiarlo en plan qué pasa cuando la mirada del siglo XXI se introduce en estos espacios y jugamos con eso porque, al final, estos espacios están ahí para ser vistos, pero en ellos no pasa nada y con este tipo de proyectos puede haber un cruce de miradas”.

Una imagen de la exposición de Miss Beige en el Cerralbo.

Una imagen de la exposición de Miss Beige en el Cerralbo. / Cedida

Ese cruce, que será también un juego entre el que mira y es mirado, comienza tras atravesar una cortina sobre la que se proyectan imágenes de El ángel exterminador, de Buñuel, como si Miss Beige hiciera del museo aquella mansión de los Nóbile de la que quizá no puedas salir. “Me planteé la exposición como una experiencia y cuando entré al Cerralbo con una mirada más artística, buscando cómo encarar el proyecto, la primera imagen que me vino fue la de las escaleras de El ángel exterminador y pensé que la película se podía haber rodado allí perfectamente, en este espacio que es maravilloso pero cuidado con eso porque te puede atrapar. Me pareció una forma interesante de entrar, con esos fragmentos del principio y el final de la película, para que tú, como espectador, ya te coloques en otro espacio y digas, ¿qué pasa? ¿Qué me están contando?”.

La exposición ocupa dos salas y en ellas, más de un centenar de piezas y fotografías en las que veremos a Miss Beige tumbada en un campo de placas solares, colgada del toro de Osborne, en la Agencia Tributaria, sentada en un vagón de metro junto a Michael Jackson, dentro del agua en una playa de Benidorm, dentro de un cuadro que observa la reina Letizia, con un bebé muñeco en brazos y una corona de virgen, paseando por ARCO con una mochila de Glovo en la espalda, con John Waters o en un despacho flanqueada por banderas y, tras ella, un retrato de Lola Flores. Miss Beige será la misma en todas las fotografías, no cambiará el gesto y se mantendrá firme en una identidad ajena a modas y tendencias, a la presión del cambio “y de las marcas, que te quieren convertir en un icono, pero con sus normas. He dicho que no a cosas que no te voy a decir con las que mucha gente alucinaría, pero lo más importante de Miss Beige es que en estos diez años no se ha adecuado a nada, no ha sido flexible, sino que la propuesta del día uno sigue siendo la misma diez años después. Esto es un acto político”.

Miss Beige, 'Ha sido niña' (2021).

Miss Beige, 'Ha sido niña' (2021). / Cedida

Ese acto político se nutrirá de la ironía y el juego a través de un personaje disruptivo, atípico y de pantone insulso, una mujer cuya apariencia cuestiona los arquetipos de belleza para convertirse, sin que nos demos cuenta, en el espejo en que se miran todos los que la miran. Y ese Hay que saber estar será, además del título de la exposición, una declaración de principios de Ana Esmith, la defensa radical de una independencia y autonomía creativas que pasa por no adecuarse “a lo que los demás quieren de mí porque esto es lo que soy y no estoy aquí para hacerte la vida mejor a ti, sino para sobrevivir y hacerlo lo mejor posible, tú estás ahí y yo estoy aquí, respetándonos, pero no voy a hacer ninguna concesión para que tú te sientas más cómodo a mi lado o para que tú pienses que estoy dentro de un canon del que no me interesa formar parte”.

No solo colgarán de las paredes del Cerralbo esas imágenes de Miss Beige que a lo largo de diez años ha ido compartiendo en redes sociales. También habrá un par de vitrinas y en ellas, el universo entero de la performer: la cajita de una joyería llena de pipas, una botella de Soberano, un plato recuerdo de Benidorm, entradas de teatro y exposiciones, sus zapatos, un bote de laca Nelly o el manifiesto artístico de las Guerrilla Girls, parte de todo eso que ha construido ese estar en el mundo de Miss Beige. “Cuando empecé, todo el mundo me decía, pero ¿por qué miras a cámara? ¿Por qué no sonríes? ¿Por qué estás tan estirada? Todos querían condicionar a Miss Beige para que fuese lo que ellos querían y yo tenía muy claro que hay que saber estar, porque si no estás no existes. Al principio, mucha gente me preguntaba, ¿qué hace Miss Beige? Y yo decía, pues está, ¿sabes? Está, está. Y eso parece algo muy simple, pero todos sabemos que no es así y cuando llegas a la exposición ves que Miss Beige está de muchas formas, pero te deja claro que ese es su espacio y lo ha creado ella, no porque se lo hayan acondicionado o le hayan hecho el camino fácil”.

A pesar de su gesto serio e imperturbable, el de Miss Beige es un universo lúdico y juguetón y dentro de las vitrinas habrá una pantalla con imágenes de las cámaras de seguridad del museo y veremos a la performer pasear por las salas del Cerralbo, como si se hubiera quedado allí encerrada. La grabarán interviniendo el museo, quitándole el polvo a los cuadros con un plumero, dejando una mochila de Glovo en la capilla, escondiendo su cuerpo bajo una cama o de pie, en el salón de baile, con un cartel en el que leemos ‘derecho al techo’. “Yo fui con esa pancarta a una manifestación y al día siguiente me la llevé al museo con la idea de que la vida podía continuar en este espacio, y esa pancarta que el día anterior se había quedado perdida entre la multitud, de repente la pones en ese salón y tiene una connotación completamente distinta”, explica Ana Esmith.

Esas imágenes de Miss Beige atrapada en el Cerralbo como si fuera un personaje de la película de Buñuel formarán parte de un álbum de fotos que el visitante podrá ver en una sala convertida en saloncito, con su sofá y su mesa con tapete y una tele de tubo que emite una película en blanco y negro en la que Esmith baila como si fuera la protagonista de La La Land. “Es un corto que rodé como un homenaje a Hollywood desde el Cinema Usera, un cine creado por los vecinos para ver pelis en la colina de Usera. Funcionó durante un tiempo, después el ayuntamiento decidió tomar las riendas para vender entradas, institucionarlo y sacarle un rendimiento económico. Lo jorobó y acabó abandonado. Pero ahí está ese orgullo de clase obrera del que yo hablo tantísimo y me parecía el sitio perfecto para rendir un homenaje a Hollywood, a Miss Beige y a Chema Marín, la persona que baila conmigo, porque nunca seríamos protagonistas de esas historias”.

Otra imagen de la exposición de Miss Beige en el Museo Cerralbo.

Otra imagen de la exposición de Miss Beige en el Museo Cerralbo. / Cedida

En estos diez años de vida, Miss Beige no solo ha intervenido el espacio público, también imparte cursos, colabora con publicaciones y ha llevado a escena piezas como Pax de deus, con Chevy Muraday, o Más información al reverso, un proyecto intimista de danza y performance junto al bailarín Richard Mascherin. El pasado fin de semana participó en La Noche Blanca de París con su performance Secretos de alcoba, una invitación para conocer a Miss Beige y acostarse con ella en una especie de tributo a todas las heroínas griegas que han pasado por ese escenario, representadas todas por la performer. Tuvo tanto éxito la pieza en París que Ana Esmith, aun emocionada, cree que “fue una pequeña revolución, lo más subversivo, vanguardista y diferente que he hecho en mi vida, me llevaron (en la cama) desde el Instituto Cervantes a los Campos Elíseos y fue una experiencia y un acto colectivo maravilloso”.

P. ¿Cómo ha ido cambiando la mirada de la gente sobre Miss Beige a lo largo de estos diez años?

R. Ahora hay gente que me mira como si fuera un crossover de Madonna y la Virgen, con esa mirada casi como de creyentes, con admiración, y me he ido acostumbrando a ella, pero ha habido veces en las que he vuelto al hotel después de una performance y me he echado a llorar de la emoción.

P. ¿En qué lugares, no solo físicos, no ha estado ni quiere estar Miss Beige?

R. Hay lugares como África, Asia o Sudamérica que me atraen muchísimo, pero además de necesitar una financiación importante, son proyectos que hay que estudiar muy bien. Hay que tener en cuenta el respeto, cómo lo haces, qué quieres contar y qué quieres hallar, y todo eso es un reto que, por ahora, no he podido llevar a cabo. Por otra parte, en el terreno de la política hay muchas voces que no me interesan y a las que intento no dar ningún espacio. Cuando ganó Donald Trump en las primeras elecciones, no le mencioné nunca porque no quería darle más espacio del que ya tiene. Como siempre digo, en el mundo de Miss Beige la protagonista es ella y si hay algún hombre, está por detrás. No quiero focalizarme en ese hombre y darle más poder del que ya está consiguiendo. Miss Beige siempre va a poner en el foco en todo lo contrario, en los oprimidos, en la gente mayor, en los que no tienen voz… Hay que ser mucho más inteligente y ya te digo yo que el patriarcado no lo es tanto, lo que pasa es que no ha tenido rival, y Miss Beige es un caballo de troya porque se mete en muchos sitios y la ven como una pobre mujer, pero cuidado, que lleva un martillo en el bolso.

P. ¿Durante cuánto tiempo cree que seguirá conviviendo con ella?

R. Yo siempre digo que el día que sienta que no tengo nada más que contar o cuando me ponga ese vestido y no me ocurra absolutamente nada, ese día tomaré una decisión. No tengo un plan, con Miss Beige me he metido en tantos jardines que en el fondo estoy muy agradecida porque a los intérpretes lo que nos gusta es no estar cómodos y yo he conseguido no estar cómoda con ella. Eso es muy gratificante. También te digo que para abandonar mi proyecto tiene que ser muy jugoso lo que me ofrezcan porque cuando voy a ver una pieza de cine o de teatro siempre pienso que me gustaría estar ahí, haber formado parte del elenco, pero cuando tienes las riendas de tu proyecto y creas un personaje que ya está en la memoria de la gente, eso es el orgullo de cualquier creador, sobre todo cuando parece que no hay cabida para un personaje así, que no habla, que no es fácil, que no es instagrameable… Yo me doy cuenta de que Miss Beige es un buen ejemplo de que la gente está preparada para cosas distintas. Tengo una performance participativa que se llama Se nota, se siente, el beige es incluyente y cuando la gente viene vestida de beige con un martillo en el bolso, sabes que quieren jugar. El problema es quién decide, quién da luz verde a estos proyectos para que puedan hacerse cosas que no sean a, b y c, y de vez en cuando se cuela alguna como Miss Beige porque ni se la esperaba ni se la buscaba.