La frescura de Samuel Navalón, a cara o cruz

Samuel Navalón gana de corrida en corrida y además ahora ha dado de manera sostenida con eso que los clásicos llamaban la llave del temple. Cuando salió el sexto, el más serio y astifino del encierro, poco o nada había pasado en el conjunto de la tarde dentro de la floja y descastada corrida de toros que lidió este viernes la ganadería del Conde de Mayalde en Madrid. 

Y ahí que se fue Samuel Navalón a la puerta de chiqueros por segunda vez en este día para recibirlo con una limpia larga cambiada de rodillas y un ajustadísimo saludo por verónicas y chicuelinas con el que estuvo a punto de ser volteado. 

Ese sexto fue un animal noble con media arrancada, cara alta y justo celo. Y justamente esa media condición la supo aprovechar sobradamente Samuel Navalón, a revientacalderas en todo momento, con el hambre de abrirse camino que tanto le caracteriza a este torero de Ayora (Valencia) de apenas 20 años. También con el sitio bien marcado delante del toro, la cabeza despejada y haciendo todo en torero. Aquí fue buscando las vueltas por los dos pitones y acabó ganándole la partida al de Mayalde.

Pero donde la faena ganó enteros fue al natural en dos tandas de muletazos trenzados con la mano muy baja, llena de toreo profundo, cabal y claro instinto. La madurez de Samuel Navalón salió a flote igual que su serenidad y su verdadero aplomo para llevar cosido al animal al natural. Sin dudas ni tirones. Marcando él las pausas y midiendo con pulcro pulseo la poca raza del animal. 

El joven valenciano anduvo firme, dispuesto, soportando tarascadas y escalofriantes parones a la altura del pecho y las femorales al final de faena. También abrió su labor con un farol de rodillas con la muleta. En definitiva, con una actitud encomiable para destacar por encima del resto de compañeros de cartel. Si el toro no embiste, embisto yo, pareció decirse Navalón porque la labor fue de mucho riesgo, de jugarse la vida y de apostar a cara o cruz con el objetivo de triunfar y convencer en San Isidro.

Las bernadinas finales fueron el colofón y sonó un aviso antes de entrar a matar, pero pinchó el triunfo y fue ovacionado. 

Su primero, con más de 600 kilos, no se movió apenas, pero ya dejó patente sus buenas intenciones: se fue a porta gayola y, con firme decisión, inició la faena en los medios de rodillas con una serie que tuvo hondura, bello trazo y exquisito temple. Pero la embestida se apagó con rapidez y el diestro valenciano fue ovacionado. Pero su tarde de entrega ahí queda y lo coloca en los puestos de jóvenes toreros a tener en cuenta en las ferias tras San Isidro.

Todo eso fue lo especialmente significativo del festejo. Con tan poca materia prima, Ismael Martín, torero criado en Salamanca pero nacido en Zúrich (Suiza), apenas pudo brillar en el día de su confirmación de alternativa. Para las hemerotecas quedará que el toro de la ceremonia fue Descreído, del hierro de Conde de Mayalde, tras lesionarse el titular. En su segundo no pudo ni ejecutar la suerte suprema y tuvo que ser apuntillado.

Por su parte, David Fandila El Fandi desplegó sus portentosas facultades, pero evidenció que no está. O no tuvo su tarde. Una vez más. Debe repensar su futuro -como tantos otros matadores de la actualidad- para dejar paso a toreros de futuro como Samuel Navalón. Dicho queda.