CONCIERTO

A Van Morrison se le perdona todo: maleducado, pero implacable en las Noches del Botánico

Sin tender puentes con el público, el mítico artista de Belfast contrarresta su mal carácter con un ejercicio maestro de blues, jazz y soul en el arranque del festival madrileño

Van Morrison, en las Noches del Botánico 2025.

Van Morrison, en las Noches del Botánico 2025. / RICARDO RUBIO

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Madrid

A Van Morrison hay que quererle como es. Maleducado, gruñón, huraño. Cuanto antes lo asuma el oyente, mejor. Así el bofetón, en directo, mientras desempolva sus clásicos, duele menos. No hay que esperar nada de quien, a sus 79 años, curtidísimo en las tablas, sólo canta por necesidad. No lo hace para divertirse, sino para sobrevivir. Y, claro, visto así, como respirar, se vuelve un ejercicio netamente egoísta. Anoche, en el arranque de las Noches del Botánico, lo demostró por enésima vez: tocó, tocó y tocó. Apenas se dirigió al público, no mostró emoción alguna. Pero, oye, a Don George se le perdona todo. Nadie tiene un cancionero como el suyo.

Empezó puntual, cinco minutos antes. Lo que sorprendió a numerosas personas aún pendientes de encontrar su sitio en la grada. No le hicieron falta vítores para, de inmediato, como un reloj atómico, iniciar la noche. El fervor se palpaba en el gallinero, hubo aplausos y halagos. Sin embargo, el León de Belfast se mantuvo imperturbable de principio a fin. Les ignoró, haciendo gala del mal carácter que arrastra desde su debut en 1958. Una actitud que logró paliar con un ejercicio maestro de blues, jazz y soul. Sonaron Cold Cold Heart, Cutting Corners y Back On Top como nunca: a tientas, pero implacables.

Van Morrison arrancó la velada con 'Only A Dream'.

Van Morrison arrancó la velada con 'Only A Dream'. / RICARDO RUBIO

Resguardado bajo unas gafas negras y su mítico sombrero, siguió milimétricamente el guion que había preparado. No hubo sobresaltos, ni siquiera dio espacio a la pasión que despiertan sus temas. Lo que, tristemente, cómo no, fulminó cualquier atisbo de magia. “Gracias, vamos con una versión de Ray Charles”, soltó escueto. Pocos puentes más tendió con el público. Ésta es la primera de las dos únicas fechas que tiene programadas en España y, por ahora, salvo sorpresa, mañana la cosa poco cambiará. Es tan minucioso que, incluso cuando caminaba por el escenario, mientras se dirigía a la banda, todo parecía calculado.

Compensó su falta de empatía con un derroche artístico soberbio: pasó del saxofón a la armónica con una facilidad pasmosa, demostrando que pocos como él miman la música con tanto ahínco. No falló ni una sola nota. Y, aunque no sorprendió, ya que las proezas escénicas nunca fueron con él, mantuvo la atención gracias a un recital de sonidos familiares y luminosos. Faltó chispa, pero no por ello dejó de ser épico. Sobre todo, cuando encadenó la delicada In The Afternoon, la hipnótica Wild Night y la salvaje Real Real Gone. Dada su prolífica vena creativa, el cantautor combinó viejos éxitos con nuevos títulos. De hecho, en nueve días, alumbrará otro buen puñado: Remembering Now es su 47º álbum.

Sediento de poesía

Van Marrison puso la primera piedra de la novena edición de Noches del Botánico. El festival, galardonado en múltiples ocasiones, incluyendo el Iberian Awards y el Madrid Open Cities, acogerá en el Jardín Botánico de la Complutense 49 conciertos: hasta el 31 de julio, pasarán por su escenario Roxette, Ana Belén, Santana, Mikel Erentxun, Texas, Rozalén… Como en años anteriores, la cita abre sus puertas a las 19:30 para que los asistentes puedan disfrutar del entorno junto a una selecta oferta gastronómica. Dos ejes que, junto a su firme apuesta por la sostenibilidad, le diferencian del resto de propuestas musicales en Madrid.

Van Morrison sólo tiene previstos dos conciertos en España.

Van Morrison sólo tiene previstos dos conciertos en España. / SERGIO PÉREZ

Para Van Morrison, seguidor insaciable de Muddy Waters, Mahalia Jackson y Bob Dylan, entre otros, las historias que paladea son lo más importante. De ahí que no haya prestado tanta atención a la escenografía, sin pantallas ni iluminación. Demasiado vacío para un artista siempre sediento de poesía, siempre hambriento de melodías. Fue su particular forma de darles protagonismo, pero se echó en falta cierto dinamismo. Ni rastro de Brown Eyed Girl, su canción más emblemática. Hubo quien la pidió a gritos en balde. De nuevo, caso omiso. Se echaron en falta otras tantas que ya no toca. Quizá, ya no las siente. O, simplemente, las repudia. Aquí se hace lo que él diga, está claro. Ningún problema.