CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO

Las 7 veces que la diosa Cibeles fue mortal

La icónica fuente afronta su enésima restauración para mantener su papel como garante y protectora de Madrid

Imagen de archivo de la fuente de Cibeles

Imagen de archivo de la fuente de Cibeles / Ayuntamiento de Madrid

Héctor González

Héctor González

Madrid

Cambiada de sitio, hundida, elevada, cubierta para protegerla, mutilada, rodeada, ensalzada, celebrada y varias veces restaurada para devolverle el brillo que el tiempo quita y la posteridad devuelve, la fuente de Cibeles aspira a la inmortalidad de la diosa que le da nombre. Un anhelo que, a lo largo de los más de 200 años de historia del monumento, ha transitado entre la eternidad del símbolo y la finitud de la materia. Desgastada por el tiempo y los elementos, la Cibeles afronta una nueva intervención destinada a borrar toda huella de su fragilidad material y apuntalar la belleza imperecedera de uno de los iconos capitales de Madrid.

Originaria de la mitología frigia y Venerada por griegos y romanos como Magna Mater o Gran Madre, encarnación suprema de la fertilidad y la naturaleza, Cibeles fue la deidad escogida para proteger y cuidar de Madrid desde lo alto de su fuente. Montada en su carro uncido con dos leones y ubicada frente al Palacio que también recibe su nombre, la diosa se ha convertido indiscutiblemente en uno de los monumentos más icónicos y reconocibles de la capital.

Aunque esta no fue su emplazamiento original. Diseñada por el arquitecto real Ventura Rodríguez en 1777 por encargo del rey Carlos III, la fuente se ubicó inicialmente frente al Palacio de Buenavista, cerca del Paseo de Recoletos, integrado en el plan para transformar el conocido como Salón del Prado en un espacio monumental al estilo de las grandes capitales europeas. De darle forma se encargaron los escultores Francisco Gutiérrez, Roberto Michel y Miguel Ximénez, quienes entre 1777 y 1782 la tallaron empleando mármol toledano y piedra de la sierre madrileña.

La fuente representa a Cibeles sobre un carro tirado por leones que encarnan a los personajes mitológicos Atalanta e Hipómenes. Según la leyenda, Zeus los convirtió en bestias por profanar su templo, condenándolos a tirar eternamente del carro de la diosa. Cibeles porta una corona mural, símbolo de protección, y una llave, en alusión al dominio sobre la tierra, elementos que enfatizan su papel como guardiana de la ciudad.

En sus más de dos centenarios de existencia, la fuente ha trascendido su origen ilustrado para convertirse en un símbolo cultural vivo de la capital. Parte esencial del Paisaje de la Luz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la Cibeles preside un entorno arquitectónico único, flanqueada por el Palacio de Buenavista, el Banco de España, el Palacio de Linares y el Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de la capital. Desde 1986 es también escenario tradicional de las celebraciones del Real Madrid, donde inicialmente los aficionados escalaban el conjunto. Tras incidentes que dañaron el patrimonio, desde 1991 solo el capitán del equipo coloca una bufanda en la diosa durante los festejos. Su relevancia, además, traspasa fronteras, como atestigua la réplica donada a México en 1980 por el alcalde Tierno Galván.

Una mudanza y muchas bombas

La primera vez transformación que trastocó la inmutabilidad de la diosa no llegó hasta cumplido un siglo. Tras ser restaurada por primera vez desde su construcción en 1881, apenas cuatro años más tarde la Cibeles enfrentó el primero de sus grandes hitos históricos, cuando en 1885 el arquitecto José López Sallaberry tomó la controvertida decisión de trasladar la fuente al centro de la plaza, por entonces llamada de Castelar.

También decidió cambiar la orientación del monumento, de forma que la diosa pasase de de mirar hacia la fuente de Neptuno para hacerlo hacia la calle Alcalá, en lo que a la postre supondría un adelanto del posterior e incorregible desencuentro entre Cibeles y Neptuno. Ambos cambios dieron pie en la época una intensa polémica con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuyos expertos se oponían con firmeza al traslado y la reorientación por considerar que alteraba la perspectiva original del Salón del Prado.

El siguiente episodio fue, a todas luces, el más traumático. Durante la infame Guerra Civil que quebró España entre 1936 y 1939, la diosa se vio obligada a taparse para evitar ser destruida - y, tal vez, también para no ver lo que estaba pasando-. El Gobierno republicano cubrió la fuente con sacos terreros y una estructura piramidal de ladrillo para protegerla de las bombas y los disparos que cayeron sobre la ciudad. Una medida que permitió conservar siu integridad, aunque no logró impedir que sufriese algunos daños: la diosa perdió una mano, se fracturó su nariz y uno de los leones perdió parte del morro.

Restauraciones y celebraciones

Fruto de los mismos, la fuente tuvo que ser reparada tras el conflicto, sumando la tercera intervención de calado en su haber. Las siguientes llegaron en 1968, cuando se eliminó el ajardinamiento circundante, se elevó la estatua unos tres metros sobre un escalón estriado y se instaló la primera iluminación; y en 1980, cuando se puso a punto la escultura y se creó una réplica en bronce como obsequio para la ciudad de México, donde permanece instalada en la plaza homónima de la avenida Oaxaca como gesto de hermanamiento entre ambas capitales.

A caballo del cambio de siglo, sendos actos vandálicos en 1994 y 2002 hicieron necesarias dos nuevas intervenciones para arreglar los desperfectos ocasionados. En el segundo caso, un joven rompió y robó la mano izquierda de la diosa, que tuvo que ser sustituida por una réplica. Para la siguiente gran restauración hubo que esperar hasta 2016, cuando el Ayuntamiento de Madrid acometió un proceso de limpieza, consolidación y sellado de la piedra de la escultura, muy deteriorada por el paso del tiempo.

Ahora, menos de una década después y a la luz de los daños estructurales detectados entonces y confirmados por un estudio recién realizado, la Dirección de Patrimonio del Gobierno municipal prepara una nueva gran restauración para el segundo semestre de 2026.  Una actuación que permitirá subsanar pequeñas patologías que han aparecido en el monumento por efecto de la corrosión y la erosión externa, así como una grieta que se ha vuelto a abrir en la boca del gran mascarón del carro de la diosa, cerca de los leones, y que supone la incidencia más preocupante por cuanto podría terminar afectando a la integridad del conjunto.

La intervención incluirá la instalación de medios auxiliares, una limpieza exhaustiva y la eliminación de morteros inadecuados. Los trabajos, según han detallado desde el Área de Cultura, abordarán el tratamiento específico de las superficies pétreas, el sellado de fisuras, la aplicación de biocidas y la consolidación de los materiales dañados. Asimismo, se actuará sobre los elementos metálicos corroídos y se mejorará la estabilidad estructural del conjunto. La última fase consistirá en el entonado cromático de las zonas reintegradas y la aplicación de un tratamiento hidrofugante para proteger la piedra.