PELÍCULAS
El Madrid de los 80 que retrata 'La niña de la cabra', una película sobre la amistad que se puede ver este domingo en Cineteca
La cineasta madrileña Ana Asensio regresa a su ciudad con una cinta familiar que explora la amistad, la pérdida y los misterios de la niñez. La película, estrenada en abril, se proyecta este fin de semana en la Cineteca de Matadero

Elena (Alessandra González) y Serezade (Juncal Fernández) en un fotograma de 'La niña de la cabra'. / CEDIDA
En el Madrid de los ochenta todavía existía la mezcla entre lo rural y lo urbano. Aquella ciudad castiza y en transformación es la que Ana Asensio, cineasta madrileña afincada en Nueva York, recupera en La niña de la cabra. Su segundo largometraje, estrenado el pasado mes de abril tras su paso por el Festival de Málaga, se proyecta este fin de semana en la Cineteca de Matadero y retrata la infancia a través de los ojos de una niña que acaba de perder a su abuela a la vez que muestra un Madrid que ya ha desaparecido, aunque no del todo.
La niña de la cabra sitúa su historia 1988, cuando el calor anunciaba el fin del curso escolar. Elena, una niña de ocho años interpretada por Alessandra González, vive en un barrio obrero de la periferia madrileña. Hija de un taxista (Javier Pereira) y una peluquera (Lorena López), lidia con el duelo por la reciente muerte de su abuela mientras se prepara para su Primera Comunión. Su mundo, marcado por las tensiones familiares, las recién adquiridas enseñanzas de la Iglesia y las preguntas sin respuesta sobre la muerte, se tambalea cuando conoce a Serezade (Juncal Fernández), una niña gitana que nunca se separa de su cabra Lola. Esta amistad, surgida de forma espontánea en una de las plazas del barrio, lleva a Elena a cuestionarse todo lo que ha aprendido hasta el momento.

Ana Asensio junto a Alessandra González (Elena) en el rodaje de 'La niña de la cabra'. / CEDIDA
Asensio, que debutó en con Most Beautiful Island (Gran Premio del Jurado en SXSW 2017 y nominada al Premio John Cassavetes en los Independent Spirit Awards 2018), cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que eligió Madrid como el escenario de su segunda película porque fue la ciudad donde vivió su infancia. La niña de la cabra, aunque no es autobiográfica en un sentido estricto, está repleta de su niñez: “Quise capturar esos silencios, esos misterios que intuíamos de niñas sin poder nombrarlos, pero que nos marcaban para siempre”, explica.
Cuenta también que vivió en Madrid hasta los 21 años y que ha pasado media vida aquí y otra media en Nueva York. "Madrid es el lugar que guarda todos mis recuerdos de infancia, los momentos que me formaron y muchas de las experiencias que aún llevo dentro. No hay otra ciudad que me conecte tanto con mi pasado”. Reconoce que le sería más fácil enumerar aquello que no echa de menos de su ciudad natal, pero, al final, acaba confesando que Nueva York no tiene los atardeceres de Madrid. Tampoco el chocolate caliente de San Ginés. Ni las terrazas al aire libre, ni los bocatas de calamares… “Echo de menos esa forma tan madrileña de estar en la calle, de compartir, de conversar sin prisa”.
Cómo recrear Madrid
La película, una coproducción entre España y Rumanía en la que han participado Aquí y Allí Films, Avalon, AIE y Avanpost Media, combina un realismo costumbrista con un tono de cuento que juega entre la comedia y el drama. Recrea el Madrid de finales de los 80, con sus pisos de toldos verdes y ropa tendida, sus descampados y sus asentamientos. Se rodó en el Barrio del Pilar, Carabanchel y Fuencarral. El colegio de Elena es un centro de Atocha, y también se rodó en Cuatro Vientos, en un descampado en Pitis y en la Parroquia de San Matías. El rodaje, iniciado en julio de 2023, no estuvo exento de retos según cuenta su directora. Principalmente porque las decisiones sobre localizaciones, diseño de arte y casting de la preproducción tuvieron que tomarlas rápidamente y con un presupuesto limitado. “Fue intenso, pero el equipo demostró una flexibilidad increíble”, reconoce Asensio. El resultado es una película que, según la crítica, es tan sencilla como efectiva.
Recrear el Madrid de 1988 fue algo que Asensio y su equipo abordaron con una minuciosidad casi arqueológica. Recorrieron la ciudad en busca de localizaciones que evocaran aquella época hasta que encontraron el punto de partida: la plaza donde Elena baja a jugar y empieza su amistad con Serezade. A partir de aquel lugar, crearon un barrio ficticio pero representativo de la clase obrera en la periferia de Madrid de finales de los 80. Se esmeraron en los detalles: limpiaron grafitis, pintaron fachadas, añadieron coches de la época, diseñaron carteles y rótulos de tiendas de los 80 y construyeron un campamento de chabolas en un descampado. En postproducción, eliminaron aires acondicionados y los elementos más modernos de los edificios. “Encontramos una casa con interruptores y azulejos originales, vacía pero llena de vida pasada. Eso le dio una veracidad increíble al hogar de Elena”, explica Asensio.

Fotograma de 'La niña de la cabra'. / CEDIDA
Ese Madrid que retrata la película ha cambiado radicalmente. Cuenta la directora que el barrio donde creció ya no tiene esa sensación de periferia: “Ahora está completamente integrado dentro del crecimiento estructural de la ciudad. En aquella época, el mundo rural aún se acercaba a la urbe. Recuerdo cómo venían vendedores ambulantes del campo, creando una mezcla única entre lo rural y lo urbano. Eso ya ha desaparecido, y con ello, algo del encanto de aquellos años. Los centros comerciales, los bazares orientales o los ultramarinos abiertos hasta la medianoche son cosas que no existían en los 80 y, sin duda, han modificado nuestra forma de consumir de manera radical”, explica con un deje de nostalgia. Sin embargo, algunos rincones resisten al paso del tiempo: “Hace no mucho fui al Parque de Atracciones de Madrid, el de Batán, al que solía ir de pequeña. Aunque ha cambiado, todavía conserva ese toque antiguo y auténtico que me encanta, lo mismo que el Teleférico”, confiesa.
Las niñas madrileñas no han cambiado tanto
Para Asensio, la infancia es un territorio frágil donde los niños intentan descifrar el mundo con una valentía que los adultos a menudo olvidan. En La niña de la cabra, Elena personifica esa curiosidad innata y también la impotencia de vivir en un mundo regido por decisiones adultas. “Ser niña es difícil porque todo está marcado por lo que los adultos consideran correcto. Las normas, los tiempos, las expectativas… Se espera que entiendan cosas que nadie explica. Es difícil encontrar tu lugar cuando todo está organizado sin tu voz”. Pero la edad adulta no es menos compleja. Asensio la describe como un torbellino de días que se escapan entre responsabilidades y decisiones que pesan: “Es difícil darse cuenta de que eres responsable de tu propia felicidad”, admite.
Comparando a los niños de hace cuarenta años con los de hoy, la directora cree que su esencia no ha cambiado. Que siguen teniendo las mismas inquietudes. Sin embargo, el entorno es radicalmente distinto: “Hoy están expuestos a una avalancha de información que no siempre pueden procesar. Siento que eso acorta la infancia, y me entristece”, se lamenta. Frente a la “sobreprotección por parte de los padres” que limita actividades como, por ejemplo, jugar en las calles de la capital, la cineasta se preocupa más por el aislamiento digital. “Me inquieta más un niño solo frente a un móvil, expuesto a contenidos que no controlamos, que un tropiezo en la calle o aprender a decir ‘no’ a alguien con malas intenciones”.
En la Cineteca de Matadero la proyectarán este sábado 17 de mayo a las 19:30h. y el domingo 18 a las 18:00h. Las entradas generales cuestan 5 euros y son una opción para quienes quieran redescubrir un Madrid que ya no está, pero que se intuye.
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