TEATRO
La lucha de 13 mujeres migrantes que relatan el drama de ser empleadas del hogar: "Hemos tenido miedo de alzar la voz"
Se llaman Las Caminantas y, este sábado, tras años lejos de su tierra natal, se reivindican en La Casa Encendida con la obra 'Se fue el país y quedamos nosotras'

Graciela, Inés, Rosario, Maria y Ely son algunas de las integrantes de Las Caminantas. / TEATRO DEL BARRIO

De pequeña, Marina soñaba con ser feliz. Quería ser ingeniera agrícola para trabajar la tierra que tanto amaba. Sin embargo, la situación económica de su familia se lo impidió. Hoy, con 50, tras abandonar su Honduras natal en 2007, no ha cejado en su empeño. Quizá, ya no pueda dedicarse a su gran pasión. Pero sigue cultivando su bienestar emocional. “Cuando llegué a España, me hice empleada del hogar y los cuidados. De nada sirvió la experiencia profesional que yo tenía en mi país. Estuve interna atendiendo a una señora mayor, por lo que aprovechaba mi tiempo libre para sacarme un curso de auxiliar de enfermería. Quería ahorrar y construir una casa en la que vivir junto a mis tres hijos, pero aún no he regresado. Así que me los traje una vez conseguí la nacionalidad”, explica. Su historia es una de las 13 que conforman Se fue el país y quedamos nosotras, una obra teatral levantada por mujeres migrantes que no se callan ante la adversidad. Tras una década dándole forma, este sábado la defienden en La Casa Encendida.
Procedentes de Colombia, Venezuela, El Salvador, Bolivia, Paraguay, Perú y España, reivindican su derecho a ser en un mundo que no las ha tenido en cuenta. No sólo hablan de tristeza, terror, rabia, también de arroparse cuando nadie más lo hizo. El teatro les ha ayudado a sanar. “Aunque hemos conquistado derechos, aún falta mucho para igualarnos al resto de profesionales. Me preocupa el momento en el que no pueda trabajar por edad, ya que este es un oficio que te exige estar en buenas condiciones físicas. Además, como cotizamos en un régimen especial de la Seguridad Social, nuestra pensión de jubilación será muy baja. No tenemos vivienda y, francamente, un trabajadora del hogar tiene difícil acceder a una. Nos enfrentamos a una soledad que irá creciendo poco a poco, sobre todo para quienes tienen sus raíces en su lugar de origen”, continúa Marina.

Las Caminantas, en escena. / CEDIDA
El origen de este proyecto se remonta a 2016, tras el asesinato de Berta Cáceres: entonces, tres desconocidas se unieron para contar cómo la situación político-social de sus países las obligaba a emigrar. Así que se apoyaron en la dramaturga Pamela Palenciano y el escritor Iván Larreynaga: “El teatro es una herramienta de transformación social que permite sacar todo lo que venimos cargando en nuestras mochilas. Primero, hicimos un cortometraje. Después, un documental. Y, ahora, la obra. Hemos tenido miedo de alzar la voz, pero esta es la forma que hemos encontrado de decir creativamente lo que pensamos”. Un ejercicio que les ha animado a escucharse y sobrellevar mejor la lucha que abanderan. Dentro de Las Caminantas, como se hacen llamar, además, se hallan Zaida, Ana Isabel, Graciela, Inés, Rosario, Maria, Cristina, Ely, Delia y Alicia. Mujeres que, como Marina, pese a los altibajos, siguen batallando con uñas y dientes.
Jhenny lo lleva haciendo 29 primaveras. Es de Ecuador y sus primeros pasos no fueron sencillos: “Al principio, sufrí porque no conocía las costumbres de aquí. No sabía guisar y me sentía maltratada”. Paso a paso, fue adaptándose. Y, ahora, a sus 56, siente que se ha superado a sí misma. Por suerte, la aventura teatral le ha reconstruido emocionalmente. Aunque, bueno, a veces, la nostalgia hace de las suyas. “Me gustaría que mejoraran el salario, no es digno. Cuando te pegas todo el día cuidando a los demás, apenas queda tiempo para nosotras”, sostiene. Si bien hay heridas que nunca terminarán de cicatrizar, al menos ha tomado las medidas oportunas para cerrarlas. Contarlo en público le ha servido. Su próximo sueño: viajar, viajar, viajar.
Reuniones en parques
Se reunían en parques de Madrid para escribir el texto, ensayando incluso por videollamada durante la pandemia. Al poco, les cedieron un espacio en Vallecas. Hasta que, en 2024, debutaron en el Teatro del Barrio. “Esta es mi segunda obra. La primera la hice al divorciarme, lo estaba pasando tan mal que me ayudó. Desde entonces, adoro compartir mis vivencias con las compañeras. Lo bueno y lo malo. Al ser tan personales, me despiertan cierta melancolía… pero tenemos gran confianza en nosotras mismas”, relata Gladys, de Ecuador. Aterrizó en Madrid en el 2000, con la intención de mejorar sus condiciones laborales. Se planteó volver a casa a los tres años, una promesa que aún no ha podido cumplir: “Lo primero que hice fue pagar una deuda con intereses muy altos. Luego, como estaba separada de mi pareja, a los seis meses, lo traje conmigo. Empezamos a trabajar los dos y me quedé embarazada”.

La Casa Encendida acoge el reestreno de 'Se fue el país y quedamos nosotras' este sábado. / CEDIDA
Cuando Las Caminantas se forjaron como compañía, uno de los pilares sobre los que sustentaron el proyecto fue la sororidad: se entienden y apoyan sin condición. Algo intentan transmitir sobre las tablas: “Si nos cuidamos, nadie va a hacerlo. Por ello, madrugo a diario para ponerme la mejor cara posible. Sobre todo, me gusta mimarme los fines de semana. Subirme al escenario me ha permitido ser mejor persona. Si te lo propones, con esfuerzo, todo se puede lograr. Las 13, por ejemplo, hemos podido llegar a otras mujeres que están pasando por lo mismo. Les hemos dicho que se puede salir adelante”. Y eso, al final, el generar referentes, les ha empujado a avanzar.