INTERVENCIÓN SOCIAL

Jóvenes sin hogar de Madrid, entre un pasado ingrato y un futuro abierto a la esperanza: "Sueño con una casa, una esposa y un perrito"

Historias desafortunadas y luchas personales se entremezclan en el programa 'A Tiempo' con la dedicación de unos profesionales convencidos de que con la ayuda necesaria siempre se puede salir adelante

Sebastián Inestrosa, uno de los jóvenes que residen en la pensión del programa 'A Tiempo' en Ciudad Lineal.

Sebastián Inestrosa, uno de los jóvenes que residen en la pensión del programa 'A Tiempo' en Ciudad Lineal. / David Raw

Héctor González

Héctor González

Madrid

"Me siento solo, la verdad, porque mi mamá y mi papá no están al lado mío", pero "siempre uno tiene que tener la mente fuerte" y pensar que "algún día tiene que salir y todo eso", dice Sebastián Inestrosa, uno de los 28 jóvenes sin hogar que residen en una pensión del Ayuntamiento de Madrid en el distrito de Ciudad Lineal. Lo dice sonriendo abiertamente con la boca, pero no tanto con los ojos. Tiene 23 años y, según cuenta, llegó a España hace tres años "por mentiras, como dicen en Colombia". Se refiere a esa promesa de una vida mejor que raramente se cumple. Como el resto de sus compañeros, y tantos otros, desde que aterrizó aquí ha ido dando tumbos entre la calle y distintos albergues y servicios de acogida.

Un deambular que le ha llevado desde la Fundación Canaria Flora Acoge que le recibió a su llegada a las islas, hasta dormir durante cerca de un año y medio en la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, donde otros centenares de personas comparten destino. Entre medias, albergues de la campaña del frío, centros de la Cruz Roja y, por supuesto, la calle. Hasta recalar en el centro de San Blas-Canillejas del programa 'A Tiempo', la iniciativa social puesta en marcha por el Consistorio madrileño para ofrecer una segunda oportunidad a jóvenes en su situación, que desgraciadamente son cada vez más.

Puerta de entrada de la pensión del programa 'A Tiempo' en San Blas.

Puerta de entrada de la pensión del programa 'A Tiempo' en San Blas. / David Raw

"Ha sido lo mejor que me ha pasado, te lo digo", asegura Sebastián, porque "en la calle nadie lo mira a uno, nadie le pueda echar una moneda", el físico se va mermando y la soledad pesa. Aquí, "gracias a Dios", tiene comida, una pequeña asignación mensual y ayuda para intentar salir adelante. Su objetivo inmediato ahora es "conseguir los papeles ahorita en mayo" y, de esa forma, intentar encontrar un empleo. Cualquiera le vale, pues "los inmigrantes trabajamos en lo que sea", aunque su deseo es la construcción, "que hace mucha falta". Con eso, "ya me puedo ir a cambiar, alquilar mi piso, mi esposa, mi perrito, mi mascota... Todo eso, como una vida normal", afirma entre la resignación y la esperanza.

Su historia es tan propia en el fondo como tristemente compartida en la forma. Dentro del programa municipal son un total de 58 chicos y 10 chicas de entre 18 y 25 años, distribuidos entre la pensión masculina de San Blas, otro centro femenino y 10 viviendas compartidas. Fuera de él, son muchos más. 'A Tiempo' nació en 2022, fruto de que "empezamos a ver la presencia de muchos más jóvenes de los que antes se veían en los recursos población sin hogar", explica Luis Joyera, jefe de sección del Departamento de Prevención y Atención a las Personas Sin Hogar del Ayuntamiento, pese a que estos "no son el mismo perfil, es una situación vital diferente".

Una intervención 'A Tiempo'

Si bien estos jóvenes también han pasado por procesos de exclusión y aislamiento social parecidos a los adultos - especialmente en el caso de los inmigrantes, que suelen carecer de una red de apoyo familiar que les sostenga-, el proceso de intervención con ellos resulta "bastante diferente", apunta el jefe de sección, ya que "tienen mucha más capacidad de recuperación y mucho más rápido". El gran obstáculo que enfrentan muchos de ellos "suele ser el tema de la regularización administrativa", que "impide o dificulta mucho que puedan acceder a un empleo", señala Joyera, "por lo que hay un trabajo que hacer en esa línea".

Amadou es un ejemplo perfecto. Por encima de todas las demás complicaciones de su corta, pero azarosa vida, lo que más le pesa es la falta de papeles. Tiene una abogada para ayudarle con las gestiones, pero siente que no le está ayudando lo suficiente. "Llevo como nueve meses esperando" una respuesta, asegura, convencido de que no está haciendo todo lo que debería. Por suerte, en el centro las cosas son distintas. "Desde que llegué aquí, gracias a Dios, todo va bien", lanza con convicción, pese a llevar poco tiempo, "me están ayudando un montón con las cosas que necesito". Atrás quedan una dura travesía desde Gambia hasta Canarias, patera incluida, con apenas 15 años (ahora tiene 19), y varios albergues. Por delante, la vocación de aprender para poder trabajar y salir del bucle: "Quiero estudiar informática", asegura Amadou.

Adil, Amadou, Luis Miguel y Assnas en el comedor del centro.

De izquierda a derecha, Adil, Amadou, Luis Miguel y Assnas en el comedor del centro. / David Raw

Un deseo compartido por Assnas, que a punto de cumplir los 19 carga a cuestas con su propia versión de esta historia común. Tras entrar a través de Ceuta con poco más de 16 años, pasar por centros de acogida para menores y volver a la calle, ahora está centrado en llegar a ser informático. "Hice un curso de tres meses, tengo un diploma, pero quiero estudiar más". En caso de que no le salga, cuenta con el plan B de dedicarse a la pescadería, como ya había hecho en su país. Es uno de los afortunados que, después de 8 meses y medio en la pensión de San Blas, ahora está viviendo en un piso compartido con otros "dos chavales muy majos".

Otro de los que han tenido la suerte de cambiar la pensión por un piso es Luis Miguel, de origen venezolano y 22 años. Pero, al igual que en los casos anteriores, llegar hasta aquí tampoco ha sido nada fácil. Al poco de recalar en España estuvo "nueve meses en situación de calle y todo ese tipo de cosas", cuenta, aunque sin querer entrar en detalles. Su vida ha dado un giro radical y, por ello, está "súper agradecido, tanto con los coordinadores como con los educadores, porque siento que aquí he tenido una gran mejoría". A nivel emocional, todo "es muy fuerte", pero hay que aprender a "controlar, sabiendo que no todo en la vida es fácil y si tú quieres salir adelante, pues tienes que seguir y luchar", se abre Luis Miguel.

Amadou estira su cama en la habitación que comparte con otro chico en la pensión.

Amadou estira su cama en la habitación que comparte con otro chico en la pensión. / David Raw

Tampoco lo ha sido para Adil. Con 21 años, lleva apenas dos meses en la pensión de San Blas. Antes estuvo en Simancas (Valladolid) y, antes de eso, en Murcia. En ninguno de esos sitios "como aquí", afirma con convicción. "En Simancas había mucho racismo", aclara, pero dentro del programa 'A Tiempo' se siente mucho más integrado y apoyado por sus compañeros. "Ahora lo que necesito es trabajar", pone sobre la mesa Adil.

En busca de la autonomía

Como ellos cinco, hay otros 19 chicos que luchan cada día por salir adelante en la pequeña pensión de Ciudad Lineal. Para hacerlo posible, el proyecto no solo les da un techo y comida. "El objetivo último del programa es dotar a los chicos de autonomía", expone Juan Luis, coordinador de 'A Tiempo', para que, "aunque suene un poco feo decirlo, ya no tengan que estar aquí con nosotros". Con este planteamiento en mente, esta pensión y el resto de centros les ofrecen apoyo desde distintas áreas, "laboral, formativa, documentación, convivencia..., para que los chicos puedan ir cogiendo poco a poco estas capacidades y funcionar de forma autónoma". Durante el camino encuentran no pocas barreras, como el idioma o las ya mencionadas cuestiones del trabajo y los papeles, a los que se suma que "ahora en la última fase nos vamos encontrando con mucha dificultad en el tema vivienda", cuenta Juan Luis.

Comedor compartido de la pensión donde se hace vida común.

Comedor compartido de la pensión donde se hace vida común. / David Raw

De toda esta labor se encarga un equipo formado por doce educadores, un psicólogo y una figura que acaban de introducir, un "referente de apoyo", un joven de origen marroquí con una trayectoria similar a la del resto que sirve de inspiración y "puente entre el equipo y los chicos", explica el coordinador. "Lo que hacemos es un plan de intervención individualizada donde cada educador revisa con cada chico en qué momento se encuentra y qué necesidades tiene", ajustándose a las necesidades de cada uno, detalla Juan Luis.

Parte de este trabajo recae sobre Hannan, una de las dos educadoras sociales de origen marroquí del centro. Con 24 años, vive una de sus primeras experiencias laborales. Una juventud que le ayuda a conectar con los chicos del centro, al igual que el hecho de haber empezado a trabajar en fines de semana: "Es principalmente ocio, por lo que vinculas mucho más con ellos, tienes mucho más tiempo para que te cuenten su vida, cómo han llegado, cuánto llevan aquí, y también para divertirse". Y es que, fuera de la rutina semanal, los fines de semana el equipo intenta organizar actividades de grupo como ir al parque de atracciones, los karts o ver un partido de fútbol, "cosas que ellos proponen" y que sirven para "desconectar de toda la carga mental que tienen todos".

Hannan habla sobre su experiencia como educadora social en el programa 'A Tiempo'.

Hannan habla sobre su experiencia como educadora social en el programa 'A Tiempo'. / David Raw

Gracias a ese vínculo creado, "todo es mucho más fácil en el día a día", explica Hanann, "tanto en las partes positivas como en las negativas". Sin esa relación previa, resultarían más difíciles cuestiones como poner límites o guiar objetivos. "Para mí es muy gratificante este trabajo cuando ves que se te escucha, que vas marcando un poco el hilo de estos chicos y chicas, y vas viendo cómo avanzan, cómo van consiguiendo lo que quieren, cómo empiezan sus rutinas..." cuenta con emoción. Aunque también tiene su reverso emocionalmente más duro, cuando alguno de ellos "no consigue algo" y queda "ese sentimiento de culpabilidad de pensar que podría haber hecho más".

Al final, reflexiona Hanann, "la meta de este recurso es que el propio chico o chica consiga las herramientas para salir adelante, no eres tú el que lo tiene que solucionar la vida, porque entonces carecería de sentido". Según fuentes del Área de Políticas Sociales, de los 68 jóvenes atendidos por 'A Tiempo' hasta la fecha, 65 han recibido ya algún tipo de formación, 27 han logrado tener alguna experiencia laboral y, la mejor noticia de todas, aquella que más recompensa el esfuerzo de todos los implicados, un total de 11 se han dado de baja del programa por haber logrado dar el paso a una vida autónoma.