LA ISLA FORESTAL

Dentro de la guarida que almacena semillas de la flora autóctona de Madrid: "Se conservan por si hay un cataclismo y nos quedamos sin especies"

En el kilómetro 22 de la Autovía A-3 se encuentra La Isla Forestal, el Banco de Germoplasma Forestal de la Comunidad de Madrid que lucha por conservar la biodiversidad autonómica

Francisco Molina, jefe de Área de Investigación Forestal en el Banco de Germoplasma Forestal de la Comunidad de Madrid.

Francisco Molina, jefe de Área de Investigación Forestal en el Banco de Germoplasma Forestal de la Comunidad de Madrid. / ALBA VIGARAY

Pablo Tello

Pablo Tello

Madrid

Como un especiero, pero a lo grande.Similar a la debilidad de los ‘foodies’, que cada vez echan más semillas a sus tostadas de aguacate, pavo y queso bajo en grasas. Sin embargo, estas no son comestibles. En el centro de investigación La Isla Forestal de Arganda del Rey se esconde el Banco de Germoplasma Forestal de la Comunidad de Madrid (Biformad), una instalación científico-técnica en la que se custodian muestras de material genético capaz de transmitir los caracteres hereditarios de una generación a otra. “Son semillas, esporas, tejidos o estaquillas. Se llaman accesiones y están identificadas, documentadas y mantenidas en condiciones adecuadas para su conservación y utilización a medio y largo plazo”, explica Francisco Molina, jefe del área de Investigación Forestal. Cada año producen más de 100.000 plantas anuales con el fin de introducirlas en su hábitat natural, en colaboración con la Dirección General de Biodiversidad: “Somos nosotros quienes vamos directamente al bosque, las cogemos y estudiamos. Vemos su fisiología y las reproducimos”.

Bajo el paraguas del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), perteneciente a la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, se trata de un organismo de investigación para la conservación de la biodiversidad de la región: “Por un lado preservamos el germoplasma forestal y por otro realizamos proyectos de recuperación de clases seculares amenazadas y restauración de espacios naturales”. Su producción de plantas autóctonas va destinada a poblaciones de la Comunidad de Madrid, una tarea clave para que la flora vulnerable o en peligro de extinción se reproduzca a mayor velocidad. “Nuestra función es dar apoyo a la conservación in situ, es decir, en su hábitat natural. Pero la conservación ex situ, es decir, el banco, es parte de la solución cuando las amenazas superan las posibilidades de recuperación de forma natural”, añade. Es por eso que miles granos de especies amenazadas en la zona son depositados en pequeños botes de cristal tras un proceso de secado.

La Finca La Isla, centro de apoyo a la I+D y otras actividades en especies forestales dedicados a su conservación y multiplicación.

La Finca La Isla, centro de apoyo a la I+D y otras actividades en especies forestales dedicados a su conservación y multiplicación. / ALBA VIGARAY

El banco incorporó hace unas semanas su material genético al Banco Nacional de Germoplasma Forestal y de Flora Silvestre en Red.

El banco incorporó hace unas semanas su material genético al Banco Nacional de Germoplasma Forestal y de Flora Silvestre en Red. / ALBA VIGARAY

A cuatro grados es la temperatura a la que se conservan las semillas en las cámaras frigoríficas del Banco de Germoplasma Forestal a largo plazo. “Las metemos en unos recipientes cubiertos de gel de sílice, un material que mantiene seca la simiente. De lo contrario, nacerían hongos en las colecciones”, manifiesta. Cada dos años, el equipo de trabajadores realiza pruebas de viabilidad o de germinación, con el fin de evaluar su facultad germinativa: “Tenemos que comprobar que siguen vivas”. La esperanza de vida promedio de estas semillas es de entre 10 y 20 años. “Hay una colección base, algo incipiente aún, cuyas pepitas podrán durar más de 100 años. Esas están congeladas, a 18 grados bajo cero”, desvela. En el caso de las estaquillas, similar a un esqueje, su preservación se lleva a cabo en macetas de enraizamiento: “Es para que hagan la biogénesis. Son colecciones vivas y las vamos duplicando”. El germoplasma, un material de valor incalculable para todas aquellas familias vegetales en situación de vulnerabilidad, es complementario a los viveros de cultivo, donde se produce la segunda parte del proyecto

"Árboles magnéticos"

El banco, que ha alcanzado recientemente el millar de accesiones con un total de 250 especies distintas, incorporó hace unas semanas su material genético al Banco Nacional de Germoplasma Forestal y de Flora Silvestre en Red con el fin de generar sinergias entre instituciones, intercambios de semillas e información y abrir las puertas al intercambio de conocimientos. “150 de ellas tienen algún grado de protección autonómica, nacional o internacional. Dentro del catálogo de variantes amenazadas de la comunidad tenemos unas 40”, aclara Francisco. Esta coordinación es una herramienta creada por el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Aunque las hay de todo tipo, destacan aquellas con la etiqueta de ‘singular’, un calificativo que hace referencia a su alto valor: “Son un patrimonio vegetal incalculable y las administraciones les prestan atención para evitar su desaparición. Son ejemplares con características extraordinarias por su rareza, excelencia, porte, edad, tamaño, significación histórica, cultural o científica y que merecen esta protección. Son árboles magnéticos. Actualmente hay 283 en la región”, relata. 

Más de 100.000 plantas son producidas cada año para reintroducirlas en su hábitat natural, en colaboración con la Dirección General de Biodiversidad.

Más de 100.000 plantas son producidas cada año para reintroducirlas en su hábitat natural, en colaboración con la Dirección General de Biodiversidad. / ALBA VIGARAY

La esperanza de vida promedio de estas semillas es de entre 10 y 20 años, aunque algunas pueden alcanzar el centenario.

La esperanza de vida promedio de estas semillas es de entre 10 y 20 años, aunque algunas pueden alcanzar el centenario. / ALBA VIGARAY

Es difícil hablar de especies propias pues, según Molina, la flora silvestre de la Comunidad de Madrid es única por albergar “todos los climas de casi todas las regiones en un espacio muy reducido". “Tenemos muchos subclimas que son una representación de lo que tenemos en España y eso es lo singular de esta región, suma. Madrid cuenta con un gran patrimonio natural. Sin embargo, gran parte de él se encuentra presionado demográfica y urbanísticamente. Algunas de estas categorías, presentes en los bosques y montañas de la capital son el olmo de montaña, con únicamente dos poblaciones restantes: “En el Parque Nacional solo queda una y está enferma”. También el tejo, en regresión desde hace décadas: “Es una especie mítica y venerable”. La uva de zorra o hierba de París, el acónito, el guillomo, el acebo y la sabina continúan la lista, a la que Francisco agrega el geranio de El Paular, propia del Valle del Lozoya y otras áreas de la provincia. “También tenemos el madroño, emblemático y con el que trabajamos mucho y a la que estamos dando una nueva vida. Es bastante escaso en la Comunidad de Madrid y no debería serlo. No es exclusiva de la zona, pero al estar en el escudo, se ha convertido en un emblema”, asegura. 

Un referente en la investigación

Además, en la Sierra de Guadarrama se emplaza el bosque plateado, una población única de pinus nigra o pino salgareño sobre el Embalse de La Jarosa: “Es un referente, pues son poblaciones escasas propias del sureste”. Como esta, otras especies arbóreas se han visto sometidas a la alteración de su hábitat por causas humanas, climáticas, desastres naturales o la amenaza de otros vegetales invasores: “Aquí las priorizamos. Tenemos un programa de clonación con códigos genéticos del árbol padre, que se usa en casos concretos”. Tras dos años de trabajo, La Isla Forestal comienza a convertirse en un referente en el campo de la investigación científica de la Comunidad de Madrid, al más puro estilo Svalbard. Esta población noruega, situada en la isla de Spitsbergen, acoge la Cámara Global de Semillas, con granos procedentes de todo el mundo, incluidos Madrid. Hace varios meses, el banco regional trasladó al país nórdico un gran número de pepitas autóctonas. El proceso, lejos de ser fácil o rápido, ha requerido varios meses de preparación. 

La Finca La Isla, perteneciente al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA).

La Finca La Isla, perteneciente al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). / ALBA VIGARAY

Su producción de plantas autóctonas va destinada a poblaciones de la Comunidad de Madrid, una tarea clave para la flora en peligro de extinción.

Su producción de plantas autóctonas va destinada a poblaciones de la Comunidad de Madrid, una tarea clave para la flora en peligro de extinción. / ALBA VIGARAY

“Hay un protocolo sobre qué tipos de semillas se deben llevar, confirmar que no estén repetidas o que sean únicas. Además, hay que llevarlas en un tipo de cajas especiales, firmar un montón de documentos, enviar un peso determinado. Al llegar, te quedas en la puerta porque allí no se puede entrar. Le hacen una foto, lo registran y se lo llevan”, relata el experto. De cada especie, viajan a Noruega entre 100 y 150 semillas, algunas más en el caso de las más pequeñas. A diferencia de Svalbard, donde conservan pipas que servirían como cultivo ante una catástrofe mundial, en el recinto de Arganda del Rey no son comestibles: “Se almacenan por si hay un cataclismo y nos quedamos sin estos árboles. Podríamos repoblar, pero no son agrícolas”. Como si fueran doctores de plantas, Francisco y su equipo son claves en la preservación de la flora silvestre autóctona, por la que luchan diariamente en el oasis de tonos verdes situado a la altura del kilómetro 22 de la Autovía A-3.