DANZA

Alex Baczyński-Jenkins: "Lo 'queer' en 2025 está ligado al antiimperialismo"

El coreógrafo británico-polaco, referente de la escena contemporánea europea, llega a Réplika Teatro con ‘Unending love, or love dies, on repeat like it’s endless’

El coreógrafo Alex Baczyński-Jenkins.

El coreógrafo Alex Baczyński-Jenkins. / Cedida

Madrid

El afecto. La amistad. La corporeidad. El tacto. La memoria. El tiempo. La comunidad y lo colectivo. Las estructuras y políticas del deseo. Lo visible, lo invisible. El amor. El placer. La pérdida. Y esa utopía queer sobre la que escribió el académico y ensayista José Esteban Muñoz “que debería y podría consistir en un deseo de ser de otro modo, en el mundo y en el tiempo, un deseo que se resista a los mandatos de aceptar aquello que no basta”. Todo eso, pero no solo, conforma el universo político y creativo del coreógrafo británico-polaco Alex Baczyński-Jenkins, un artista que ensaya y propone en sus piezas de danza y performance otras maneras de sostenernos y vincularnos a través de un imaginario de gestos íntimos y conexiones afectivas que crean otros vocabularios colectivos o, como él mismo define, other-worlding.

Alex Baczyński-Jenkins (Londres, 1987) llega este viernes a la sala Réplika Teatro de Madrid con Unending love, or love dies, on repeat like it’s endless, una pieza de danza con dramaturgia de Andrea Rodrigo y tres performers que exploran en escena los vínculos entre el deseo, el amor y la amistad en ese estado de tránsito de la vida a la muerte y en ese umbral en el que conviven el dolor y la celebración. En marzo, el coreógrafo estrenó su último trabajo, Malign Junction (Goodbye, Berlin), en el Gropius Bau de Berlín, ciudad en la que reside, una pieza que podrá verse en mayo en el Festival Kunsten de Bruselas sobre “la captura, en un momento histórico desconcertante, de la ruptura de una promesa, de la pérdida y el movimiento en relación con el poder”. En escena, “un paisaje interno de fragmentación, un club, una sala de espera que contiene actores mudos, un corazón roto, una voluntad de resistencia, un duelo, una fractura extática, desesperación y coristas capturadas”. Malign Junction (Goodbye, Berlin) se estrenó, añade el creador, en un momento de “intensa confluencia de manifestaciones de poder y violencia tras haber presenciado 16 meses de apoyo incondicional alemán al genocidio palestino”.

Autor de obras como Until a Thousand Roses Bloom o Untitled (Holding Horizon), con la que fue galardonado con el Premio Frieze Artist en 2018, Baczyński-Jenkins ha estrenado sus piezas en la Bienal de Venecia, el Kunsten de Bruselas o el Festival de Otoño de París, pero también en Kunsthalle Basel, el Museo Reina Sofía o la galería Chisenhale de Londres. En 2024 debutó como director y guionista de cine con Such feeling, un documental en el que registra la vida cotidiana y la intimidad de un grupo de amigos y artistas queer en Polonia. Además, es cofundador de Kem, un colectivo queer y feminista dedicado a la coreografía, la performance y el sonido que nació en 2015 en Varsovia, coincidiendo con el ascenso al poder de la derecha.

P. Apenas concede entrevistas y hay muy poca información sobre sus inicios en la danza. ¿Cómo empezó? ¿Cuáles fueron sus primeros pasos y referentes?

R. Uno de los primeros recuerdos que tengo es bailar La bamba con mi hermano, mi hermana y mis primos en casa de mi abuela, en un pueblo llamado Smolice, en el noroeste de Polonia. También practiqué bailes de salón allí, cuando llegó una compañía itinerante y dio clases. Más tarde, me adentré en más bailes de salón y luego en danza contemporánea. Mis primeros pasos también incluyen el primer club gay al que fui, que se llamaba Utopia en Varsovia, a principios de la década de 2000, y vi danza contemporánea por primera vez en un ‘club cultural’ cuando vivíamos en Lublin. Me atrajo su rareza y belleza. Terminé estudiando una licenciatura en la Universidad de Artes de Berlín, que fue un proyecto piloto, un experimento sobre lo que significa ser un artista de danza en el que los estudiantes/participantes fueron desarrollando el programa sobre la marcha.

'Unending love', de  Alex Baczyński-Jenkins.

'Unending love, or love dies, on repeat like it’s endless', de Alex Baczyński-Jenkins. / Cedida

P. Unending love... explora los estados de percepción en el umbral del duelo, la esperanza y la celebración. ¿Por qué le interesa ese espacio entre la vida y la muerte?

R. El duelo y la celebración siempre están estrechamente relacionados, al menos para las minorías. Los actos de celebración o alegría afirman la vida como respuesta estética a la opresión y la pérdida sufridas bajo poderes que siempre intentan reprimir la vida de las minorías. Esta afirmación, por supuesto, nunca es trascendente, siempre existe en relación con el antagonismo y las realidades materiales que la estructuran. Hablo de la vida queer, pero esto también se aplica a la vida de las personas negras, racializadas e indígenas, gobernadas por la hegemonía occidental. Unending love comienza con un himno de house porque, aunque esto se ha olvidado en gran medida, la música house proviene de la crisis del sida, es la música dance de la gente queer racializada, negra y latina que fue abandonada por el Estado.

P. ¿Cómo vincula este estado con el amor, la amistad y la idea de comunidad?

R. Uno de mis títulos favoritos es States of the body produced by love (Estados del cuerpo producidos por el amor), de Nisha Ramayya. Una forma de expresar el amor es escapar de los confines de la identidad/ propiedad, es darse cuenta de que uno está ligado a los demás, es salir de la cárcel de la soledad y, como dijo Jean Genet, ser prisionero del amor es estar necesariamente ligado al otro. La pérdida también nos recuerda lo unidos que estamos. Yo considero el amor como un sentimiento de amistad, romance, comunidad y también como un concepto político. Se ha hablado mucho de la amistad como forma de vida, del amor y la comunidad y ¿dónde me ubico yo en esto? Creo que el amor hace la vida algo más soportable.

P. ¿Cómo se relacionan entre sí los cuerpos en Unending love...?

R. Al principio, los intérpretes se sostienen unos a otros por los meñiques, el dedo más vulnerable. Hay algo de aferrarse unos a otros en esta vulnerabilidad y moverse con y para los otros. El núcleo de la obra es relacionarse entre sí y una cierta paciencia en el desarrollo y la escucha que me recuerda a esta frase: "aferrándome a la nada con todo lo que tengo". Hay una sensación de solidaridad y una promesa que cumplir, una sensación de estar unidos. Pero estar unidos es precario, siempre puede fallar y una promesa puede romperse. Isabel de Naverán, que presentó (en 2022) esta obra en el Museo Reina Sofía como parte de su programa Duelo colectivo y duelo planetario, dijo una vez que sentía que los intérpretes escuchaban con toda su superficie trasera.

P. ¿Qué función desempeñan la repetición y la fragmentación en esta pieza?

R. Formalmente, esos procedimientos están presentes en todas mis obras, en las que existe una sensación de desenredo, de unión, de fusión y dispersión constantes. De la fragmentación me gusta la sensación de caleidoscopio o visión fractal y me encanta la noción de Deleuze de repetición, pero con una diferencia: creo que la repetición y la fragmentación son, en cierto modo, formas fundamentales en la vida.

'Unending love, or love dies, on repeat like it’s endless', de Alex Baczyński-Jenkins.

'Unending love, or love dies, on repeat like it’s endless', de Alex Baczyński-Jenkins. / Cedida

P. El tacto, tanto en su forma física como afectiva, está presente en todo su trabajo. ¿Tocar al otro tiene hoy una dimensión política?

R. Uno de los textos más bellos sobre esto es Diez tesis sobre el tacto, o la escritura del tacto de Hypatia Vourloumis, al que recurro continuamente. El tacto tiene múltiples dimensiones políticas y la tesis número siete de Vourlomis dice: “Combatir el estado neoliberal es también ocupar erótica y poéticamente”. ¿Cómo nos resistimos al fascismo neoliberal y de vigilancia que vivimos? Tocar al otro, dejarnos tocar por el deber de ser solidarios tiene una dimensión política. La solidaridad es un deber, no un producto comercializable.

P. ¿Cómo dialoga su trabajo con el momento político actual, marcado por el ascenso de la extrema derecha y la amenaza que ello supone para la comunidad queer?

R. De alguna manera, siempre estoy incorporando la importancia del momento político, aunque sea indirectamente. Por ejemplo, Unending Love incluye dos variantes de danzas folclóricas, el dabke y la polonesa polaca, y creo que eso refleja la solidaridad transnacional actual. La amenaza que representa a la vida misma, no solo la extrema derecha sino, de forma más insidiosa, el liberalismo de centro, nos obliga a resistir la maquinaria bélica. Estamos viviendo una revelación y una transformación del complejo militar-industrial que se ha convertido en la entidad gobernante junto con las corporaciones y que amenaza la posibilidad misma de la vida, especialmente la vida no blanca.

P. ¿Puede la danza ser un instrumento político, un espacio que confronte los discursos de odio?

R. La danza es un acto inherentemente relacional, bailar es moverse y ser movido. Una verdadera danza es un espacio de placer erótico, de alegría, de encarnación y afirmación del ser, y también de canalización. Pero la danza también puede ser el síntoma de un horizonte político desfavorecido, puede estar conectada con la fatiga, el agotamiento y el duelo. La cuestión es que la danza puede movilizarse con diversos propósitos e ideologías, de la misma manera que la palabra y el sentimiento ‘amor’ pueden ser secuestrados con diversos fines. Por lo tanto, es difícil atribuir a la danza propiedades inherentemente liberadoras, pero puede tenerlas, sin duda.

P. ¿Tiene dificultades para desarrollar su trabajo en estos momentos?

R. Mi trabajo es tan precario como la propia escena teatral. Soy una persona que gira mucho y tengo acceso a muchas instituciones, pero mi estudio sigue siendo muy precario, el sistema es realmente insostenible. La visibilidad no necesariamente trae seguridad financiera.

P. ¿El sistema teatral europeo necesita también una utopía queer?

R. Creo que la noción de ‘utopía queer’, igual que la mencionada idea de comunidad, ha sido absorbida por la hegemonía del arte institucionalizado de tal forma que se ha vuelto apolítica. No me malinterprete, me encanta el libro Cruising Utopia (de José Esteban Muñoz) y gran parte de mi trabajo se dirige hacia algún tipo de horizonte de esperanza. Pero como con todo, las instituciones artísticas se apropian de una idea política y la vacían. Así que no, en este momento no creo que los sistemas teatrales europeos ni las instituciones artísticas necesiten una utopía queer. Lo que necesitamos es una postura vehementemente antigenocida, una postura explícitamente propalestina, antimilitarista y socialista y, en definitiva, decolonial. En 2025, lo queer está ligado al antiimperialismo. Las instituciones actúan a veces como si el arte pudiera impulsar un programa político e influir directamente en las políticas y es algo falsamente utópico. Pero al mismo tiempo, la estética tiene la responsabilidad de interactuar con el momento actual, de reflexionar, criticar y responder al mundo tal como es. Es imposible mantener una postura estética sin reconocer y defender el mundo social que le da significado. La estética tiene una responsabilidad en el momento actual que no puede ignorarse.