HISTORIA
El escondite de la última virgen rinconera de Madrid: tiene siete puñales en el corazón y sobrevivió a un atentado de ETA
Se popularizaron como amuletos hasta que, en el siglo XIX, por orden municipal, empezaron a desaparecer: hoy sólo queda en pie La Dolorosa, en la céntrica plaza de Ramales

La Dolorosa, la última virgen rinconera de Madrid. / FREE TOUR MADRID

Eran un amuleto. Quienes colocaban una virgen en la esquina de su casa buscaban protegerse de una desgracia. Confiaban tanto en ella que las ponían en la fachada, mostrando a sus vecinos que tenían su bendición. Aquella costumbre de Italia, Austria y Alemania se fue extendiendo por la España de provincias. Y Madrid no fue excepción. Se popularizaron en masa, salpicando el centro capitalino hasta que, en el siglo XIX, por orden municipal, empezaron a desaparecer. Hoy sólo queda en pie una: La Dolorosa, en la céntrica plaza de Ramales.
Esta advocación de la virgen María se levanta en la esquina con la calle Vergara. El tiempo ha opacado el cristal que la protege. Es difícil verla con detalle. Quizá, por ello, instalaran un pequeño faro en el exterior. Viste una túnica morada, siguiendo la tradición que María de la Cueva, camarera mayor de Isabel de Valois, inició en el siglo XVI tras regalar un traje a una imagen de la Soledad. Agarra un rosario entre sus manos, con el ceño fruncido. A sus pies, un pequeño mar de tulipanes y geranios ponen una toque de color a la estampa.

El edificio donde se encuentra La Dolorosa se halla actualmente en obras. / ALBA VIGARAY
La virgen de los Dolores representa su sufrimiento durante la Pasión y Muerte de Jesús. Y se caracteriza, sobre todo, por los siete puñales que atraviesan su corazón, en referencia a todos los tormentos que padeció: desde la profecía de Simeón hasta la persecución de Herodes. Es la patrona de Lanzarote, Granada y Lorca, entre otras. Y, según el lugar, puede recibir el nombre de Angustias y Piedad. Con el tiempo, en España, no sólo se ha convertido en un símbolo de fe, también ha sido testigo de la historia del país.
En Madrid, por ejemplo, presenció el atentado que la banda terrorista ETA organizó el 29 de julio de 1994: un coche bomba acabó con la vida del teniente general Francisco Veguillas Elices, su chófer Joaquín Martín Moya y el peatón César García Contonente. Hubo 20 heridos y numerosos daños materiales: la explosión destrozó buena parte del mobiliario público, así como las fachadas de los edificios colindantes. Ningún cristal se salvó del estallido… salvo el que protegía a La Dolorosa. Ningún rasguño se llevó.
Un edificio ecléctico
Esta hornacina está situada en el palacio de Ricardo Augustín, un edificio de viviendas que el banquero mandó construir en 1920 bajo la dirección del arquitecto Cayo Redón. Quería convertirlo en su residencia habitual, pero la prematura muerte de Elvira Zulueta, su mujer, les impidió casi disfrutarlo. Su estilo es ecléctico, propio del siglo XX: se trata de un movimiento que se origina tras el agotamiento del neoclasiscimo y el historicismo. Se empleó en grandes edificios como ayuntamientos, mercados, casinos, escuelas, estaciones…

Han sacado a La Dolorosa de su expositor con motivo de las obras del palacio de Ricardo Augustín. / ALBA VIGARAY
A su izquierda, en la calle Lepanto, una placa recuerda la batalla capitaneada por Juan de Austria que, en 1571, terminó con la derrota del imperio otomano. A pocos pasos se encuentran los restos de la iglesia de San Juan, donde se hallaban los restos de Diego de Velázquez. Tras derruirse, nadie se preocupó de preservarlos. Cabe la posibilidad de que los trasladaran. Una tesis que cobró fuerza cuando, en 1999, al construirse un aparcamiento en la plaza, no encontraron nada. El tiempo ha transformado la plaza de Ramales. Casi todo. La Dolorosa sigue vigilando. Y obrando.