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El Capricho: un paseo por el parque con más jardineros por metro cuadrado de Madrid

Creación personalísima de la duquesa de Osuna, el único jardín romántico que sobrevive en la capital cumple 50 años como parque municipal

Vista del templete del Parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna.

Vista del templete del Parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

Madrid

Si vive en Madrid y puede, la semana que viene dese un capricho. Con motivo del 50 aniversario de su incorporación a la red de parques y jardines municipales, el Parque de El Capricho, en la Alameda de Osuna, abrirá excepcionalmente, solo esta semana, los días de diario. Tal es el mimo con que se custodia este recinto, la instalación con más jardineros por metro cuadrado de la ciudad, que de continuo solo se puede visitar los fines de semana. El resto del año se le deja descansar. Por supuesto, no se puede acceder con mascotas, con comida, con pelotas, con bicicletas, no hablemos ya de otros vehículos... Y en el interior de sus 14 hectáreas solo puede haber 1.000 personas a la vez.

"Se trata del único jardín romántico que nos ha llegado hasta la actualidad y queremos conservarlo tal y como ha sido siempre", justifica Rosa Montalvo, jefa del Departamento de Jardinería Municipal y una de las responsables de que El Capricho luzca como lo hace. "Eso requiere unos cuidados y unas limitaciones, entre otras razones porque cuando hay mucha densidad, el suelo se compacta y eso acaba afectando a las raíces de plantas y árboles y en último término matándolos".

Como habiéndose creído su nombre, el parque tiene, por tanto, algo de caprichoso. Y un capricho, en realidad, está en su origen, el de María Josefa Alonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente y, por matrimonio, duquesa consorte de Osuna, que fue quien creó el parque como personalísimo lugar de recreo. Una mujer "culta e ilustrada", según Antonio Morcillo, subdirector general de Parques y Viveros del Ayuntamiento de Madrid, o, en palabras más encendidas de su nieto Pedro Alcántara Téllez Girón, continuador de su obra, "muy celebrada por la agudeza de su ingenio, por su elevado ánimo, por su piedad, por su benevolencia hacia los suyos y para los demás, por su afabilidad, por sus cualidades admirables".

Uno de los caminos del parque, de 14 hectáreas.

Uno de los caminos del parque, de 14 hectáreas. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

A finales del siglo XVIII la duquesa de Osuna buscaba un lugar de retiro. Los Osuna vivían en un palacio en la calle Leganitos pero como tantos nobles entonces y ahora querían una villa fuera de la ciudad. Y si la mayoría buscaban la zona de lo que hoy es la carretera de La Coruña, ella prefirió venirse hacia este paraje al este de la ciudad por la abundancia de agua, para tener sus flores más vívidas que nadie. Hasta seis viajes de agua discurrían bajo el suelo del Parque del Capricho.

La duquesa empezó por alquilar una villa, pero terminó comprando sucesivas parcelas para aunar los terrenos que conforman el jardín a lo largo de 10 años, con una en concreto en el centro que se le resistió durante algún tiempo. Un jardín que, además de finca de esparcimiento, lo era de estatus y postureo, un entorno en el que impresionar a las visitas. La aristócrata contrató a algunos de los mejores jardineros y tramoyistas de su tiempo, alguno incluso que había trabajado en Versalles, que le servían golpes de efectos como iluminar con velas todo el camino desde la entrada al parque hasta el palacio.

Como parte de ello surgieron los caprichos que dan nombre al parque. "No son edificios pensados para habitar o siquiera dormir en ellos sino arquitecturas efímeras, algo así como escenografías que aludían a algún mensaje o a alguna virtud que quería trasladar la duquesa", relata Morcillo. No todos se levantaron en tiempos de la duquesa, algunos los concluyeron sus nietos. Pero eran eso, auténticos caprichos. El Abejero simboliza la importancia del trabajo cotidiano; la Casa de la Vieja, la importancia del campo y la vida rural; la Ermita, el ascetismo; el Fortín, el valor del estamento militar... En el Fortín llegó a haber autómatas; en la Ermita o en la Casa de la Vieja, figuras a modo de muñecos que representaban personajes reales...

Había también, sigue estando, un estanque y una ría, entonces recorridos en falúa. Y todo ello en medio de una riqueza vegetal que se sigue preservando: robles, pinos, cipreses, tejos, cedros, plátanos, castaños de indias... "La duquesa se traía especies de otros siglos cuando en los siglos XVII y XIX se empiezan a importar nuevas plantas", revela Montalvo, "tenía aquí un invernadero de aclimatación y como consecuencia tenemos en el jardín algunas especies muy raras en Madrid como unos naranjos chinos, la Maclura pomifera. Hay muchos árboles normales pero hay otros que son más especiales".

La familia Bauer

El paso de los años fue mermando la fortuna de la casa de Osuna, que entró en suspensión de pagos y sus bienes, incluido el Capricho se pusieron en venta. "Los siguientes propietarios fueron la familia Bauer", prosigue Morcillo, "una saga de banqueros de origen húngaro [representantes en España de los Rothschild] que mantuvieron también el jardín en muy buen estado hasta el estallido de la Guerra Civil".

Con la Guerra Civil las autoridades republicanas incautan el jardín a la familia Bauer e instalan allí el Socorro Rojo, una organización destinada a ayudar a niños huérfanos. Luego, en 1937, durante la defensa de Madrid, el Estado Mayor, encabezado por el general Miaja se mueve allí, en lo que empezó a conocerse como Posición Jaca. Como consecuencia, se construyó un búnker, aún existente. No llegó a utilizarse nunca como tal búnker, la zona no llegó a bombardearse, probablemente por la presencia del Socorro Rojo, pero sí ha servido para el rodaje de alguna película de serie B.

Acabado el conflicto bélico, El Capricho fue adquirido por una inmobiliaria que planeaba construir allí un hotel de lujo con pistas de tenis y otras instalaciones deportivas, explica el subdirector general de Parques y Viveros, "pero la situación económica y social del país en la década de los años 40 del siglo pasado no parecía la más propicia, y ese proyecto nunca llegó a desarrollarse".

Vista del palacio del Parque de El Capricho, en cuya conversión en museo se trabaja desde 2018.

Vista del palacio del Parque de El Capricho, en cuya conversión en museo se trabaja desde 2018. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

Tras varias décadas de abandono, el Ayuntamiento adquirió el jardín en 1974 y ya en la década siguiente crea una Escuela Taller que se encarga de su restauración, un proceso, asegura Morcillo, "ejemplar", reconocido en 2011 por Europa Nostra, una organización europea dedicada a defender y promocionar la conservación del patrimonio. Tanto en la preservación de la riqueza natural del parque como de su valor cultural y artístico se persigue lo mismo: que parezca que no se toca. "Lo que intentamos es que parezca una naturaleza salvaje o silvestre, pero la tenemos totalmente domesticada", afirma Montalvo. "Que no parezca que lo estamos manteniendo, que dé la impresión de que se mantiene solo".

Ese camino de restauración sigue en marcha. De hecho, desde 2018 se trabaja en la reforma del palacio donde se alojaban los duques con intención de musealizarlo. Las cuadrillas de operarios están allí y en los presupuestos del Ayuntamiento para 2025 se prevén 1,5 millones para estas obras, aunque no está clara la fecha de finalización.

Goya y la Venus de Juan Adán

Por allí pasaron grandes nombres de la cultura entre los siglos XVIII y XIX como el músico italiano Luigi Boccherini, el fabulista Tomás Iriarte, el poeta y dramaturgo Leandro Fernández de Moratín o el más significado, Francisco de Goya. Hasta 22 cuadros suyos asegura Morcillo que llegaron a colgar en las paredes del palacio, algunos de ellos hoy en el Museo del Prado o en importantes colecciones públicas y privadas en el extranjero.

No fueron las únicas joyas artísticas que se pudieron contemplar en El Capricho. Hubo otra, una estatua de Venus, muy reveladora del carácter de la duquesa de Osuna y de todo lo que rodea a este jardín. María Josefa Alonso Pimentel se la acabó encargando a hasta tres escultores diferentes porque no le satisfacía el resultado. Fue Juan Adán quien dio con lo que ella buscaba. Esa Venus estuvo situada en un templete, aún hoy presente en el parque, pero la cúpula del templete se dañó y la duquesa ordenó trasladar la escultura al Abejero.

Allí estuvo más de un siglo hasta que la familia Bauer tuvo que marcharse del jardín llevándosela a un portal de la calle Claudio Coello hasta que fue puesta en venta en una subasta pública. La compró Alicia Koplowitz, quien hace unos años donó una réplica, no en mármol, sino en resina sintética brillante, que es la que hoy luce en el Abejero.

El horario de apertura extraordinario del Parque de El Capricho con motivo del 50 aniversario de su compra por parte del Ayuntamiento de Madrid será del martes 3 al viernes 6 de diciembre entre las 11.00 y las 18.30 horas. Durante el resto del año solo se puede visitar sábados, domingos y festivos desde las 09.00 horas hasta las 18.30 horas en invierno y hasta las 21 horas en verano.