ENTREVISTA
Amalia Ramírez, guitarrera: "Los 142 años de continuidad de Guitarras José Ramírez me avalan"
Maestra del taller de la prestigiosa firma de guitarras madrileña, pertenece a la cuarta generación de un negocio centenario de la capital cuyo legado ahora transmite a sus sobrinos Cristina y José Enrique

Amalia Ramírez, en las puertas del negocio familiar. / ALBA VIGARAY

¿Hablar de guitarreras mujeres en España es sinónimo de hablar de Amalia Ramírez?
En realidad, me gusta que se reconozca el hecho de que haya habido mujeres que construyeron guitarras antes que yo, por ejemplo, Concepción González, la hija de Francisco González, que fue el maestro de mi bisabuelo José Ramírez I, el fundador de nuestro taller. Concepción heredó el taller de su padre y fue su continuadora, aunque en sus etiquetas figuraba "Hijos de Francisco González". También mi tía bisabuela, Filomena Vera, al enviudar de su marido, Manuel Ramírez, continuó con el taller, aunque por supuesto como viuda. Y pese a que no tengo constancia de que ella construyera guitarras, no me extrañaría, así como posiblemente algunas de las mujeres que trabajaban en guitarrerías como barnizadoras, oficio que sí admitía a mujeres a diferencia de la construcción de guitarras, que era exclusivo de hombres, al menos de cara a la galería. Lo cierto es que, cuando ingresé en el taller de mi padre para aprender a construir guitarras, resultó algo bastante revolucionario. Había permanecido oculto que hubiera mujeres guitarreras anteriores a mí.
¿Con cuántos maestros de este instrumento ha trabajado?
Mis maestros han sido mi padre, José Ramírez III, y mi hermano, José Ramírez IV. Lo cierto es que no podía aspirar a aprender de ningún maestro mejor que ellos. Mi padre, por haber sido clave en la evolución de la guitarra por sus muchas investigaciones, por su valentía a la hora de indagar en la historia y la tradición con el objeto de avanzar en el progreso de este instrumento tan maravilloso y lleno de posibilidades. Él solía decir que la guitarra es un instrumento en constante evolución. Mi hermano me ayudó en el día a día con sus conocimientos, y también me enseñó todo lo que necesitaba saber no solamente sobre el oficio, que conlleva un conocimiento que va más allá de la construcción en sí misma, sino en el aprendizaje sobre los materiales empleados y la búsqueda de nuevos complementos que ayuden a mejorar la estructura de las guitarras. También me enseñó a dirigir este negocio familiar que, por sus especiales características, es verdaderamente complejo y único.
¿Quién le ha dejado una huella mayor?
Ambos. De mi padre aprendí desde niña, escuchándole hablar de esta profesión que le apasionaba y absorbía la mayor parte de su tiempo. Me enseñó sin saber que lo hacía, pero yo absorbía sus comentarios, sus instrucciones, incluso sus divagaciones cuando estaba emprendiendo senderos desconocidos por el sistema de prueba y error. Y mi hermano me ayudó a poner en práctica cuanto había ido aprendiendo de mi padre a lo largo de toda mi vida.
En un taller artesano las guitarras se construyen totalmente a mano por el mismo artesano, nada que ver con las guitarras fabricadas en serie. Eso justifica la considerable diferencia en el precio
¿Qué le diferencia de otros negocios dedicados a esta labor?
En un taller artesano las guitarras se construyen totalmente a mano y en tareas pequeñas por el mismo artesano, que pone una atención concentrada en su labor cuidando de cada detalle en el proceso de construcción, desde el principio hasta el final. Nada que ver con las guitarras fabricadas en serie, donde pasan por diferentes secciones dedicadas a partes específicas del proceso y, por tanto, en manos de diferentes operarios especializados en las diferentes fases de elaboración. Esta es una de las principales razones que justifican la considerable diferencia en el precio de las artesanas y las de fábrica.
¿Son varias generaciones las que han pasado por aquí, la suya es la cuarta, qué legado le dejaron sus antecesores?
Una larga lista de conocimientos basados en una experiencia sólida, transmitida de padres a hijos de forma ininterrumpida. Aparte de las plantillas y diseños que hemos heredado, tenemos un museo en el que disponemos de guitarras de nuestros antepasados que nos permiten estudiarlas para abrir nuevos caminos desde las bases. Y un factor esencial que hemos aprendido de ellos es el trato personal con los guitarristas, para entender lo que buscan en una guitarra e intentar satisfacer sus necesidades como músicos. También algo muy importante que nos caracteriza, desde que mi bisabuelo emprendió este camino, ha sido el amor por este oficio. Ninguno de nosotros ha decidido continuar por obligación, sino por vocación. Es lo mismo que hemos transmitido a mis sobrinos, Cristina y José Enrique, quienes están actualmente en primera línea llevando el negocio por voluntad propia.
¿Y qué aprecia que ha enseñado a sus sobrinos Cristina y José Enrique que ahora se hacen cargo de ello?
Supongo que el respeto hacia la figura del maestro, que es clave en nuestro bagaje y evolución, puesto que sin el maestro no habría un hilo conductor. Y una parte fundamental es la importancia de la relación con los guitarristas que mencionaba, pues ellos son quienes dan sentido a este oficio. La guitarra es el medio de expresión artística de los músicos y su comunicación con el oyente.

Interior de Guitarras José Ramírez, en Madrid. / ALBA VIGARAY
Además de la pasión por las guitarras, ¿tuvo tiempo para estudiar otras cosas diferentes?
Sí, claro, me he dedicado a estudiar otras cosas cuando aún nadie pensaba que yo iba a ser la continuadora de este negocio familiar. Pero ninguna que me haya servido específicamente a dirigirlo, a excepción de los años que dediqué a prepararme para el ingreso a Bellas Artes, que me han servido para crear mis diseños en lo que respecta a la estética de nuestras guitarras.
Entre guitarras de profesional y de estudio vendemos unas 1.000 al año. Solamente trabajamos bajo pedido
¿Siente el peso del paso de los años en algo tan específico como este mundo?
Si se refiere a los 142 años de continuidad de este negocio centenario, pues no, al contrario, la sensación es que me avalan y me apoyan en mi labor. Si se refiere a los casi 40 años que llevo dedicándome a mantener este negocio en el día a día, reconozco que sí siento el peso en los momentos difíciles que, como toda empresa, hemos pasado, pero también la satisfacción de haberlos superado y continuar dirigidos hacia un futuro con esperanza y buen ánimo. Me gusta decir que en estos 142 años hemos pasado por una gripe española, una guerra civil, una posguerra, una transición que no fue fácil para muchas empresas, una pandemia…, entre otras cosas que no hace falta mencionar. Pero que aquí seguimos después de todo, como buenos supervivientes, en primera línea de la resistencia y de la resiliencia. Es estimulante, en cualquier caso, aunque a veces pese un poco.
¿Cuántas guitarras pueden vender anualmente?
Entre las guitarras de profesional y las de estudio, podemos vender alrededor de unas 1.000.
¿Solamente trabajan bajo pedido?
Sí, solamente bajo pedido.
¿Hacen diseños también para exposición o coleccionismo?
Nuestros diseños están basados en plantillas contrastadas y establecidas a lo largo de ya cinco generaciones, que no admiten modificaciones fuera de nuestro propio terreno experimental. En cuanto a la ornamentación, podemos hacer alguna excepción, pero únicamente como algo extraordinario y con límites bien definidos.
¿Usted creó un diseño especial de guitarra, las SPR, que resultó un éxito no?
Sí, un modelo intermedio entre la guitarra de estudio y la profesional, que permite una transición entre ambos terrenos, ya que el salto de la guitarra de estudio a la profesional es muy grande.
¿Cree que todos estos años elevando la calidad de este instrumento han merecido la pena?
Por supuesto que sí. Hemos ido creciendo sobre las bases establecidas por quienes llegaron antes que nosotros, nuestros maestros, y nuestra obligación es mejorar lo que ellos nos han transmitido, respetando sus enseñanzas y su experiencia. Yo siempre les digo a mis sobrinos que su labor consiste en mejorar lo que su padre y yo les hemos aportado, lo que conlleva respetar y superar la tradición que nos respalda.
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