Sacramental de San Isidro: el ilustre cementerio de ilustres de Madrid

Entre los allí enterrados hay presidentes, filósofos, un premio Nobel, reinas de la copla, falangistas, dictadores filonazis, inventores, el primer medallista olímpico español y hasta una superviviente del Titanic. La lista de quienes descansan para siempre entre sus cipreses casi se podría confundir con el callejero de Madrid: Diego de Léon, Ventura de la Vega, Francisco Silvela, Canalejas... Durante décadas, el Cementerio Sacramental de San Isidro fue el preferido de las clases pudientes y los notables para recibir sepultura, lo que ha resultado en un singular conjunto monumental.

Incluido a menudo en la programación de iniciativas como Open House o Madrid Otra Mirada de visitas guiadas, el Cementerio de la Pontificia y Real Archicofradía Sacramental de San Pedro, San Andrés, San Isidro y de la Purísima Concepción, que ese es su verdadero nombre es, para algunos, el camposanto más bonito de la ciudad. Es una cuestión subjetiva. Lo que sí es objetivo es que es el más antiguo de los que siguen existiendo.

Se construyó para que fueran enterrados los miembros de la cofradía después de que Carlos III prohibiera en 1787 los enterramientos dentro de la ciudad y en la iglesias por motivos de salud pública, y fue José Bonaparte quien, en 1811, concedió el privilegio de establecer un cementerio propio. En julio de ese año tuvo lugar la primera inhumación. El cementerio fue creciendo en forma de patios hasta un número de siete, al tiempo que empezó a acoger los restos de personajes ilustres.

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En su interior reposaron, por ejemplo, durante casi 20 años los de Francisco de Goya, antes de ser trasladados, en 1919, a la ermita de San Antonio de la Florida. En 1900 fueron traídos de Burdeos a Madrid y enterrados en un mausoleo conjunto en compañía de los de Leandro Fernández de Moratín, Juan Meléndez Valdés y Juan Donoso Cortés. Obra del arquitecto Joaquín de la Concha Alcalde, con posterior intervención de Ricardo Velázquez Bosco, y del escultor Ricardo Bellver, quien, por cierto, también yace en San Isidro, se alza el mausoleo, con las cuatro sepulturas al pie formando una cruz y una columna en el centro sobre la que se alza una alegoría de la Fama. Goya ya no, pero sus tres ilustres compañeros continúan allí.

Como también están el filósofo José Ortega y Gasset y sus circunstancias, el presidente de la I República Emilio Castelar o el cinco veces presidente del Gobierno Antonio Maura. El ministro de Hacienda, matemático y dramaturgo José Echegaray, premio Nobel de Literatura, primer español que consiguió el galardón de la Academia Sueca, en 1904, descansa, igualmente, en la paz del sacramental de San Isidro desde 1916, mismo camposanto en que está enterrada la cantante Concha Piquer, bajo una lápida en que se lee: "Madre, aunque aquí yaces tu voz no se extinguirá nunca".

Josefa Pérez Soto, que sobrevivió al naufragio del Titanic, es otro de los nombres de una lista que también incluye a Fulgencio Batista, el dictador cubano al que derrocó Fidel Castro, o a Ante Pavelić, el genocida que dirigió Croacia bajo la égida de Hitler y Mussolini durante la II Guerra Mundial y que acabó exiliado en España a finales de los años 50.

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El cementerio de San Isidro apareció en los telediarios cuando, en abril de 2023, el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, dejó de estar presente en el Valle de los Caídos: tras su exhumación de Cuelgamuros fue trasladado a la necrópolis de Carabanchel, al lado de su hermana Pilar, cabeza de la Sección Femenina.

Más provechoso fue el legado de otro de los moradores de San Isidro, el ingeniero Leandro Torres Quevedo, inventor del primer dirigible español, del Spanish Aerocar, transbordador sobre las cataratas del Niágara en Canadá, o del Telekino, el precedente del mando a distancia. Falleció en diciembre de 1936, a diez días de cumplir 84 años.

Con todo, sería un error convertir la visita a este cementerio simplemente en una especie de ronda por el paseo de la fama buscando tumbas como quien caza autógrafos. El hecho de que fuera el preferido de las élites significó que en la construcción de sus panteones, rodeados en un patrimonio arbóreo también valioso, intervinieran algunos de los mejores arquitectos del Madrid de su tiempo: José Grases Riera (SGAE); Enrique Repullés (Palacio de la Bolsa), Eduardo Adaro (Banco de España); Secundino Zuazo (Nuevos Ministerios)… El cementerio de San Isidro, declarado Bien de Interés Cultural, constituye una de las mejores muestras de arquitectura y escultura funerarias de España.

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No es el mejor panteón del cementerio ni la más destacada obra de su autor, pero este año que se celebra el 150 aniversario de su nacimiento, y hoy que se cumplen exactamente 79 años de su muerte, cabe recordar el que Antonio Palacios diseñó para la familia Fernández de Villota, construido en piedra y con un arco de medio punto en torno a cuyo recorrido se dispone toda una sucesión de arcos más pequeños. En su interior yace uno de los dos primeros deportistas españoles en ganar una medalla olímpica, el pelotari Fernando Villota, oro en los Juegos de París de 1900 en la modalidad de cesta punta formando pareja con José de Amézola.

No hace falta que se acerque el Día de Difuntos para conocer la Sacramental de San Isidro, en el Paseo de la Ermita del Santo, hay visitas guiadas durante todo el año. Pero sí que en estas fechas, entre el 31 de octubre y el 3 de noviembre, se organiza Adeternum, un recorrido especial durante dos horas con música al final. Tiene un precio de seis euros por persona. Los detalles se pueden consultar en la web cementeriodesanisidro.com