MADRID

Izamar, de templo madrileño del marisco a edificio okupado y vandalizado

La mítica marisquería de San Sebastián de los Reyes, que llegaba a facturar cinco millones de euros al año, cerró sus puertas en 2014

Desde entonces ha sufrido actos vandálicos y ha servido de refugio para okupas

En la actualidad una familia gitana lo vigila para evitar nuevos intrusos en el edificio, cuyo nuevo dueño pretende demoler

El exterior del edificio donde antiguamente estaba la marisquería Izamar de San Sebastián de los Reyes.

El exterior del edificio donde antiguamente estaba la marisquería Izamar de San Sebastián de los Reyes. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

“Aquí no se puede pasar”. Antón, un gitano de unos 40 años, sale al paso al poco de entrar al parking del recinto. Estaba bajando junto a un amigo unos cristales de una furgoneta aparcada junto a varios turismos. Por la puerta abierta del enorme edificio, a oscuras, se intuye un grafiti en una columna. El inmueble, en su día una conocida marisquería, con fama en todo el noroeste de Madrid -está situado en San Sebastián de los Reyes-, ha perdido el brillo del color blanco de su fachada y ve pasar los días como un barco encallado en una playa.

Hasta hace diez años albergaba el Izamar, un restaurante con capacidad para 200 comensales decorado con motivos marineros donde no era raro encontrarse a famosos. Ahora no hay ni un alma, solo Antón y su familia, que vigilan el inmueble para que no se cuelen okupas como ocurrió hace no mucho.

“Estuvieron viviendo dos rumanos, pero ya se fueron. Yo lo vigilo porque es mío... bueno, de mi jefe, que es el que me contrata para vigilarlo. Cuando lo derriben yo me quedo con toda la chatarra, con las vigas de hierro y eso”, explica.

El glamour del restaurante queda lejano ya. Tenía una tienda donde cocían el marisco y unos enormes acuarios que simulaban las profundidades marinas, para poder llevarse, si uno así quería, el marisco vivo a casa. Cuentan los que conocían los detalles del negocio que todos los meses un camión cisterna iba hasta Cantabria para traer agua del mar para las gigantes peceras.

“Podían llegar a facturar 24 millones de pesetas en un día bueno, en Navidades, por ejemplo”, explica un hostelero de la localidad.

En 2010 la empresa que explotaba el establecimiento, que comenzó como un vivero en los años 70 y se convirtió en un restaurante en los 80, tenía 38 empleados fijos. Un año antes, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil, su cifra de negocio -lo que facturaba- era de cinco millones de euros, aunque el resultado del ejercicio era negativo por 23.000 euros.

Con la crisis su facturación se desplomó a 1,2 millones de euros y en 2013 arrastró pérdidas por valor de 444.078 euros. Fue el último año abierto del restaurante, cuyo propietario trató de sacarlo a la venta sin éxito alguno.

Entrada al edificio de Izamar. 

Entrada al edificio de Izamar.  / ALBA VIGARAY

En el sector aseguran que los tres hijos del que era el propietario pedían unos dos 12 millones de euros por el edificio y la enorme parcela en la que se sitúa, en el Polígono Industrial de San Sebastián de los Reyes.

“Ahora la persona que me ha contratado lo va a tirar entero y quiere construir viviendas, hasta que lo haga yo me quedo aquí”, suelta Antón. Se habla por la zona de que finalmente se vendió por una cantidad bastante inferior a la solicitada al principio a un empresario que va a tratar de sacarle la máxima rentabilidad a la inversión.

Hay que tener en cuenta que el metro cuadrado del precio de vivienda de la localidad es uno de los más altos de la región: 2.717 euros, según la valoración más reciente de Idealista (noviembre).

No es raro encontrarse con viviendas en el Polígono Industrial de Sanse. De hecho, hay una gran urbanización de lofts frente al estadio de fútbol de Matapiñoneras, muy cercano al Izamar. En el polígono industrial norte, asimismo, la compañía Argis Nortalia ha sacado recientemente a la venta lofts y estudios desde 95.000 euros.

“Yo me apaño aquí viviendo, tengo unos focos dentro y también para calentarme”, explica Antón, que junto a su familia también vigila la cercana nave de la empresa de obras Víctor Martín, extinta ya y que se encuentra sin actividad.

Esta misma semana una patrulla de la Policía Municipal se desplazó hasta la nave y comprobó que Antón y su familia son guardeses de la parcela por expreso deseo de su propietario, de acuerdo a un portavoz del Ayuntamiento de Sanse.

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