LA VIDA CONTIGO
Qué fue de… Alfonso Díez, el palentino que se convirtió en tercer y último marido de la duquesa Cayetana de Alba
El viudo de la aristócrata que acumulaba más títulos nobiliarios pasó unos años en el punto de mira. Hoy en día lleva una vida discreta y apacible

Alfonso Díez, durante un programa de 'Lazos de sangre' (RTVE). / ARCHIVO
Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, XVIII duquesa de Alba, es una figura irrepetible. En su momento llegó a ser la aristócrata más famosa del mundo, y durante décadas protagonizó portadas de las revistas más destacadas. Pero además, como bien cuenta Ana Polo Alonso en su libro Cayetana, duquesa de Alba. Sus años de esplendor, ella fue una de las mujeres que más hizo por abrir España en los años cincuenta y sesenta a los aires europeos: “Se empeñó en atraer a los mejores artistas y diseñadores, en defender a pintores entonces proscritos como Picasso y en promocionar una imagen del país dinámica y llena de elegancia y talento que poco tenía ver con aquella España gris sometida por el franquismo. También fue una mujer increíblemente profesional, eficiente y políticamente astuta que cambió la manera de entender las obras de beneficencia en nuestro país y que contribuyó, más de lo que se le ha reconocido jamás, a traer de vuelta a la Corona tras años de exilio, un rol que hasta ahora no se había ni estudiado ni publicitado como debiera”.
Aunque por encima de todo fue una mujer que vivió con pasión y libertad su vida sentimental. Una vida que por cierto tuvo varios capítulos. En 1947 se casó con el ingeniero industrial Luis Martínez de Irujo, hijo del duque de Sotomayor, con el que un año después tendría su primer hijo, el actual Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart. Luego vinieron al mundo Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia, que todavía eran jovencitos cuando su padre falleció en 1972. Una vez repuesta de aquel golpe, Cayetana puso sus ojos en un ex sacerdote jesuita próximo al PSOE de Felipe González y con fama de homosexual llamado Jesús Aguirre. Y aunque los hijos pequeños de ella no lo recibieron bien, entre otras cosas por su carácter complicado y su personalidad llena de claroscuros, la pareja se casó en 1978. Pero en 2001 un cáncer de laringe hizo que la duquesa volviera a enviudar. Y ya cuando se encontraba en el invierno de su vida le dio la espalda al mundo casándose con un hombre, Alfonso Díez, veinticuatro años más joven que ella.
Natural de Palencia pero residente en el madrileño barrio de Chamberí, Alfonso era funcionario de la Seguridad Social. Y desde el minuto uno pasó a estar en el ojo del huracán. Según Cayetano Martínez de Irujo, para él y sus hermanos fue toda una sorpresa que la duquesa les comunicara su intención de contraer matrimonio por tercera vez.
"Tu madre es muy religiosa", les explicó Alfonso por lo visto. "No concibe la relación entre dos personas, más allá de una amistad, sin celebrar el matrimonio previamente. Yo no lo veo así, pero estoy de acuerdo con ella si su deseo es casarse”. En realidad, Cayetana y él se conocían desde muchos años atrás. Resulta que Pedro Díez, hermano de Alfonso y dueño de un pequeño anticuario en la capital española, era amigo personal de Jesús Aguirre. Y que, tras su segunda boda, la aristócrata con más títulos nobiliarios y el palentino mantuvieron una relación epistolar que nunca abandonaron. En De Cayetana a Cayetano, libro de memorias de Cayetano Martínez de Irujo, se explica que “Alfonso guarda las cartas que ella le escribió al enviudar en las que le preguntaba por qué no se veían: ‘¿Por qué no quieres verme, es que tengo caracoles en la cara?’".
Inseparables desde el primer momento
Una tarde de verano, nuestros protagonistas se cruzaron en un cine de Madrid y, desde ese momento, se volvieron inseparables. Y es que Cayetana, que entonces estaba hastiada de la soledad que arrecia en los palacios, recuperó la ilusión al lado de un hombre con el que compartía aficiones. "Es muy simpático, muy gracioso, tiene ideas que me encantan, tiene un gran sentido del humor y se interesa por todo: le gusta el arte y… a mí me gusta también. Es deportista, y yo también lo soy… Tenemos muchas cosas en común", comentó a ¡Hola! la duquesa, quien nunca pareció dispuesta a permitir que sus hijos se inmiscuyeran en sus decisiones.
"No nos oponíamos al matrimonio por un afán egoísta, pensando en una cuantiosa herencia, que en ningún caso íbamos a percibir todavía. Pero debíamos preservar los bienes adscritos a la Casa frente a una persona a la que no conocíamos y que pudiera ser de las características de Jesús Aguirre”, escribió Cayetano haciendo alusión a un patrimonio en el que se incluían varios palacios y casas de verano, un puñado de obras de arte, treinta y cinco mil hectáreas de terreno y veintiocho fincas.
En esa época se publicaron montones de artículos sobre todo este asunto. Algunos periodistas tachaban a Díez de arribista, mientras que otros aclaraban que este solo tendría derecho de usufructo sobre los bienes a nombre de la Duquesa, y no sobre el patrimonio histórico. En cualquier caso, y siguiendo el consejo del expresidente Felipe González, la jefa de la Casa de Alba decidió repartir por adelantado su herencia a sus seis hijos. Y en octubre de 2011 se casó al fin con el hombre elegido en la capilla del palacio de Las Dueñas. Todas las revistas del corazón cubrieron un acontecimiento que dejó algunas estampas para el recuerdo, como esas imágenes de la novia lanzando el ramo al público y arrancándose a bailar una sevillana ante su nuevo marido.
Según cuentan, Alfonso se integró muy bien el Liria y aportó algo de armonía en unas relaciones humanas, las de los hermanos Martínez de Irujo, que ya entonces estaban deterioradas. Pero la alegría duró poco al matrimonio, ya que el 20 de noviembre de 2014 Cayetana dijo adiós a la vida, a los 88 años. En ese momento estaba rodeada de toda su prole y de su marido, al que sus hijastros acabaron dando las gracias por lo feliz que había hecho y las atenciones que había brindado a la duquesa en sus últimos años de vida.
Vida discreta
Con respecto a aquella donación en vida realizada por nuestra protagonista, Cayetano explicó en las páginas de su autobiografía que Alfonso firmó su renuncia antes de la boda por capitulaciones: "Sabíamos que era una maniobra nula porque la cesión anticipada a la herencia es nula en el Código Civil. De hecho, en su testamento, mi madre pidió dos cosas que no se cumplieron: terminar de pagarle la casa de Sanlúcar de Barrameda, que ella le había comprado, y que recibiera una pensión de cinco mil euros mensuales con carácter vitalicio. Alfonso renunciaba al contenido de la donación, pero no a los bienes que quedan al margen, cuadros, ajuar y otros objetos que le habrían supuesto algo más de un millón de euros. Después cobró el doble porque [mi hermano mayor] Carlos se negó a respetar las voluntades de mi madre".
Después de fallecer la duquesa, Alfonso dejó las propiedades de los Alba y regresó a su piso de soltero. Al poco se mudó a otro bastante más amplio, también en el barrio de Chamberí, donde suele pasar buena parte de su tiempo cuando no está en Palencia junto a su familia. Desde hace unos años lleva una vida apacible, discreta y más que acomodada —además de su pensión de jubilación como funcionario, percibe 3.000 euros mensuales vitalicios de manos de la Casa de Alba—. Alguna vez que otra se ha dejado ver en eventos donde sus numerosos retoques estéticos forman parte de la comidilla. Y nunca ha querido desvelar detalles de su relación amorosa con Cayetana, para quien todavía guarda palabras de afecto. "Ha sido fundamental en mis sentimientos en el pasado", confesó a una revista con motivo del aniversario de su muerte. "En el presente, forma parte de mis pensamientos. En el futuro, cuando piense en ella, formará parte de lo mejor que he tenido en la vida".
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