LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Sarah Ferguson, la espontánea pelirroja que estuvo casada con el defenestrado príncipe Andrés de Inglaterra

La duquesa de York se enfrentó a una gran presión mediática durante un tiempo

Sarah Ferguson.

Sarah Ferguson. / EFE / EPA / TOMASZ WIKTOR

Una cadena de escándalos ha hundido la reputación del príncipe Andrés de Inglaterra en los últimos tiempos. El más grave, aquel por el que fue condenado al ostracismo familiar y social, estalló después de que Virginia Giuffre, una víctima de su colega el pedófilo millonario Jeffrey Epstein, lo acusara de haber abusado de ella cuando era menor. El hijo díscolo de la reina Isabel II consiguió llegar a un acuerdo extrajudicial con ella en febrero de 2022, pero eso no impidió que fuera apartado de sus deberes reales y que perdiera sus títulos militares y patronatos reales.

Según confesó luego el biógrafo real Andrew Lownie, el hermano del rey Carlos III llegó a invitar a Epstein y a su cómplice Ghislaine Maxwell, condenada a 20 años de cárcel por proporcionar menores al interfecto, a distintos eventos celebrados en varias de las residencias reales. "[Andrés y Epstein] se hicieron muy cercanos", dijo. "Eran verdaderos mejores amigos. Había siete números diferentes para Andrés en el pequeño libro negro de Epstein. Tenía los detalles más íntimos de la vida de Andrés. Epstein dijo: 'Solo hay una persona a la que le gusta el sexo más que a mí, y esa es Andrés'".

Y algo sí que le ha debido gustar la fornicación, a tenor de lo que recuerdan algunos periodistas británicos. Varios de ellos mencionaron este asunto cuando se anunció que el duque de York pensaba casarse con Sarah Ferguson, una joven pecosa de 26 años con la que tenía como tatarabuelo común a un duque de la familia real. Hija de padres divorciados, su madre, Susan Wright, se separó pronto de su padre, Ronald Ferguson, entrenador personal de polo de Carlos de Inglaterra, después de que el interfecto tuviera un desliz, y pasó a vivir con el polista argentino Héctor Barrantes.

Sarah Ferguson y Andrés de Inglaterra el día de su boda.

Sarah Ferguson y Andrés de Inglaterra el día de su boda. / ARCHIVO

"A mí lo que me atrajo de Sarah fue su pelo pelirrojo", confesó Andrés a los periodistas tras conocerse la noticia de su compromiso. Para entonces, la reina Isabel II de Inglaterra ya había pedido a los servicios secretos británicos que realizaran una exhaustiva investigación sobre la prometida de su segundo hijo. Al parecer estaba bastante inquieta por el pasado de la muchacha, y más concretamente por esos veranos que la susodicha pasó en la isla de Ibiza con su anterior novio, Paddy McNally, un ex-corredor de coches 22años mayor que ella, junto al que solía vivir a un ritmo loco.

Por lo visto, Sarah y aquel experto en el amor, que ya tenía dos hijos de su primer matrimonio, viajaron en varias ocasiones a la estación de esquí de Verbier (Suiza), donde él tenía su nido de amor y se hacían fiestas antológicas. "La cocaína y el vodka corrían a raudales. Otra de las diversiones entre la veintena de invitados que solían frecuentar el chalet de Paddy era el cambio de pareja", afirmó al respecto una de las personas que en esa época solía ser invitada a Verbier.

Los sacrificiso del amor real

Al echarse un novio principesco, Sarah, conocida popularmente como Fergie, tuvo que hacer ciertos sacrificios. Por ejemplo, su familia política la obligó a cambiar el apartamento londinense donde vivía por el segundo piso de un castillo propiedad de la familia real británica. Y también recibió consejo y clases de protocolo de Susan Hussey, dama de compañía de Isabel II, y de Diana de Gales, entonces casada con el actual monarca del Reino Unido y con quien nuestra protagonista compartió una estrecha amistad y algún que otro problema de salud mental.

"En los años ochenta, estaba Diana, preciosa, y estaba la gorda, desgarbada Fergie", comentó Sarah sobre las duras críticas que una y otra soportaban en esa época. "Simplemente estábamos allí para que hubiera gente que ganara muchísimo dinero. En ese momento, ninguna de las dos nos dimos cuenta de ello [...]. Nos colocaron como la santa y la pecadora. Y lo más importante era permanecer fuertes juntas, y lo hicimos, independientemente de lo que cualquiera escribiera".

Y no fue poco lo que se escribió sobre ella a raíz de su boda con el príncipe Andrés, celebrada en la abadía de Westminster, en julio de 1986. El matrimonio tuvo dos hijas (las princesas Beatriz y Eugenia) y protagonizó una relación tempestuosa que llegaría a su fin en 1992, fecha en la que ambos decidieron separarse. Dos años después de esto, The Sun publicó en portada una foto en topless de la duquesa de York, con una banda en la que podía leerse la palabra censored [censurado] tapándole los pechos, que formaba parte de un reportaje que incluía varias instantáneas tomadas antes de que ella emparentara con los Windsor.

En el libro Negocios del corazón se cuenta que esas fotografías fueron realizadas "por un amigo que formaba parte del grupo que viajó a la isla mediterránea de Gozo, cerca de Malta, durante unas vacaciones. Según el diario londinense que compró, o al menos tomó prestadas, las fotografías, fue un jardinero de sesenta y dos años quien llegó hasta el matutino con la pretensión de cobrar 10.000 libras por su tesoro". El diario no solo se las quedó, sino que se negó a pagarlas (publicó solamente una) y se las envió a Sarah en una actitud similar a la adoptada por la dirección de la revista ¡Hola! tan solo unas semanas después (para proteger a la princesa Lady Di, retratada en topless en Mijas).

"Soy excesivamente espontánea, extrema y extravagante. Mi alegría de vivir necesita más disciplina, porque la pierdo ante una buena comida o una copa de buen vino", decía Sarah, que en otra ocasión ganó una demanda millonaria a un periódico germano que publicó unas fotos suyas en topless y en actitudes poco decorosas con su asesor financiero y legal, el millonario tejano John Bryan. "Tras la publicación, Fergie, que se encontraba de vacaciones en Balmoral, fue expulsada del lugar por la propia reina Isabel", escribió al respecto Basilio Rogado. "¿Cuál fue el motivo por el que prosperó la demanda interpuesta por Sarah Ferguson ante el juzgado correspondiente? Pues ni más ni menos que la privacidad del lugar donde se encontraba la pareja. El jardín pertenecía a una casa particular y los reporteros incurrieron en un delito contra el derecho a la propia imagen de los fotografiados, ya que tomaron las fotos sin permiso y desde fuera del recinto vallado".

Cabe señalar que, tras divorciarse formalmente en 1996, Sarah y el príncipe Andrés siguieron manteniendo viva una amistad. Tanto es así que la británica ha seguido conviviendo con él en la que es su residencia oficial, Royal Lodge, situada en Windsor Great Park. Y además no le duelen prendas al defender públicamente al padre de sus hijas. "No voy a dejarle caer nunca", comentó en una reciente entrevista con The Sunday Times. Él me apoya tanto como yo le apoyo a él. Me ha apoyado en las buenas y en las malas, no solo en el matrimonio o el divorcio [...]. Es el mejor, un gran hombre con un gran corazón y muy amable".

Problemas financieros y de salud

Amada y odiada por los británicos, en 2010 protagonizó una de sus últimas grandes polémicas, tras ser pillada en un vídeo vendiendo a un falso empresario el acceso a su exmarido por casi 600 mil euros. "Había bebido y estaba por los suelos. No era mi mejor momento", señaló la duquesa de York frente a Oprah Winfrey, a la que también le reconoció que tenía grandes deudas. De hecho, sus problemas financieros la llevaron a embarcarse en aventuras de todo tipo: desde ser imagen de una firma de productos de adelgazamiento hasta ser jurado de un concurso de baile con caballos (Dancing with horses), o abrir un canal de YouTube para subir vídeos en los que leía cuentos.

Desde hace un tiempo, la británica de 65 años goza de cierto éxito como escritora de libros infantiles y también hace frente a varios problemas de salud. No en vano, en 2023 la operaron de un cáncer de mama y recientemente fue diagnosticada de uno de piel después de que le extirparan y analizaran varios lunares tras su mastectomía. "Lo último que me dijo la reina [Isabel II de Inglaterra] fue: 'Sé tú misma, Sarah'", ha dicho. "Ella lo vio. Se enfadaba mucho cuando yo no era yo misma. Y probablemente fue entonces cuando me metí en todos los líos. Pero ahora soy yo misma y tengo mucha suerte de poder serlo".