LA VIDA CONTIGO

Lydia Lozano: "No he sentido regocijo por ver a Telecinco sumida en una crisis de audiencia"

La veterana periodista acaba de publicar un libro de memorias en el que repasa sus más de tres décadas dedicada al mundo de la prensa del corazón

Lydia Lozano recibiendo el Premio a la Mejor Calzada de España en 2011.

Lydia Lozano recibiendo el Premio a la Mejor Calzada de España en 2011. / CEDIDA

Madrid

 "¿Vas a ser puta? ¿No preferirías ser funcionaria?”. Con estas contundentes palabras reaccionó Juan Lozano cuando su hija pequeña, Lydia Lozano (Madrid, 1960), le comunicó su deseo de convertirse en periodista. Aunque ella, que en ese momento estudiaba en un colegio de monjas, tenía ya bastante claro lo que quería hacer en la vida. “Mis hermanos mayores, Jorge y Esther, con los que me llevo diez y siete años, respectivamente, habían realizado carreras más convencionales”, asegura en su libro de memorias, recién publicado bajo el título La venganza de La Llorona (La Esfera de los Libros). “Papá se equivocó por partida doble. Preferí ser vendedora de enciclopedias, encuestadora, limpiadora, dependienta de El Corte Inglés, repartidora de publicidad y la primera mujer mensajera de España, antes que funcionaria. Y puta, lo que se dice puta, tampoco lo he sido. A pesar de que Bienvenida Pérez me lo llamó en directo en un programa de televisión”. De sus inicios como comunicadora, sus rifirrafes con personajes populares y su fama de ‘drama queen’ hemos charlado con una mujer a la que algunos consideran un formato televisivo en sí mismo.

P. ¿Escribió este libro para ajustar cuentas con la historia?

No. Cuando la editorial me lo propuso pensé ‘Qué bien, justo ahora que se acaba de terminar Sálvame’, porque soy una persona hiperactiva. Sí tuve dudas cuando antes de eso me lo propuso Planeta, porque entonces me daba mucho pudor la posibilidad de no vender o de que no gustase. Haber hecho Sálvame te quita muchas capas de la cebolla, te convierte en una persona un poco más segura de sí misma. Aunque también me he sentido muy insegura trabajando en Sálvame. Con todo lo que pasó cuando metí la pata con el tema de Ylenia [Carrisi, la desaparecida hija de Al Bano], dejé de dar muchas exclusivas, porque me daba pavor cagarla. Así de claro te lo digo.

Lydia Lozano el día de su primera comunión.

Lydia Lozano el día de su primera comunión. / CEDIDA

P. Contar que la hija de Al Bano seguía viva sirvió para que muchos compañeros la atacaran. ¿Qué fue lo más duro de todo?

Llegué a pensar que aquello era el fin de mi carrera. Estoy hablando de mí, porque en realidad no quiero hablar de este tema y con lo que he escrito en el libro lo doy ya por zanjado. Me lo he propuesto a mí misma. Escuché muchas veces a Jorge Javier [Vázquez] decir ‘¿Pero cómo te afecta esto?’. Pues porque resulta que cada dos por tres sale el tema y, encima, siempre sale mi nombre, nunca se habla de los otros periodistas que están retomando el asunto.

P. En sus inicios hizo prácticas en la cadena COPE, donde llegó a coincidir con Encarna Sánchez. ¿Nunca tuvo ningún roce con ella?

Ninguno. De hecho, yo era una de las niñas mimadas de Encarna. A mí me quería muchísimo y me habló de muchas cosas que no he publicado. Esto lo sabe muy bien Pedro Pérez, su productor. Él conoce todas las informaciones que yo tenía: de su vida, de la famosa portada de Isabel Pantoja con María del Monte,...

P. Al hilo de esto, comenta que Encarna murió de amor.

Totalmente. Estaba con ella en su despacho cuando vio esa revista. Recuerdo los tacos que soltó en esa conversación, de ‘hija de puta’ para arriba. Ahí había mucho interés económico por parte de Isabel, y además tengo pruebas de lo que digo. Lo que pasa es que Encarna estaba enamorada y le daba igual lo que dijeran…

P. ¿Es cierto que fue vetada por la tonadillera en un programa de Canal Sur?

Sí, eso pasó algo más adelante, cuando Isabel decía aquello de ‘Estoy cansada de la familia Rivera’. Yo era parte de Tómbola, donde la poníamos a parir, así que ella se dirigió a la Junta de Andalucía, donde tenía mucha mano, y pasó eso. Aquella fue la primera ocasión en la que me han despedido de un programa con rosas. Me llegó un ramo con tantas rosas como meses había estado en el programa. Lo que no entiendo de ella es por qué sus fans nunca han visto todo lo que hemos visto nosotros. O igual es que sus fans piensan que nosotros estamos locos. Isabel es una gran artista, y yo nunca la he puesto verde como artista, aunque siempre digo que no sé cómo se puede tener un cue para leer las letras de las canciones de toda la vida.

P. Cuando debutó en televisión, José Luis Coll la presentó al público como “una niña pija”. ¿Lo es realmente?

¿Yo? Ni soy pija, ni soy clasista. Creo que soy una persona mucho más moderna de lo que piensa la gente, con la mente muchísimo más abierta de lo que otros creen. ¿Por qué soy pija? ¿Porque voy arreglada, con el pelo limpio y los labios pintados? Pues no. Pienso que mi alma y mi carácter no son nada pijos. Es más, soy un poco macarra [risas].

P. ¿En qué sentido?

Digo muchos tacos y soy muy macarra a la hora de defender, por ejemplo en una cena de amigos, cualquier cosa que tengo clara o pienso. Ahí empiezo a decir barbaridades y sí me sale una vena un poco macarra. Bueno, alguna vez también me ha salido en televisión esa vena.

P. Su reputación montando fiestas en casa era también de las mejores.

Todavía sigo montándolas, lo que pasa es que he estado muy chunga con el problema que tengo en la espalda... El otro día le decía a Charly ‘¿Te puedes creer que no hemos hecho ni una sola fiesta este verano? ¡Los vecinos tienen que estar encantados!’. Y la verdad es que lo echo de menos. A mí me encanta que la gente venga a casa. Además, me gusta el hecho de que la gente que se conoce en mi casa luego se hace amiga. Creo que, para que una fiesta salga bien, el que la monta tiene que saber juntar a la gente. Y esto es algo que se me da de lujo.

Unas cuantas veces deseé prender fuego a la oficina de La Fábrica de la Tele. Me he cabreado mucho con muchas cosas

P. En su autobiografía apunta que siempre ha sido una destacada practicante de la barra fija. ¿Ha perdido algo la práctica?

He salido tanto, tanto, tanto, que ahora lo que me gusta es una buena sobremesa o hacer como ahora, que me voy a un hotel rural con un montón de amigos. Ellos van a ir con sus niños y yo con mi perro y mi marido, ¡y las liamos pardas! Nos gusta poner la música a tope a mediodía, hacer nuestra parrillada, tomar nuestras copitas, seguir luego con la chimenea y el vinito... De hecho, ahora me voy a llevar mi libro, y mis amigos quieren que les cuente aquello que no he contado en él. ¿No te parece un planazo?

P. Pues sí. También me lo parecía ver Tómbola, donde trabajó mucho tiempo. ¿Es cierto que Alessandro Lequio contribuyó a que sus jefes no la despidieran?

Sí. Mis jefes me dijeron que no hablaba, pero es que era un programa muy difícil. No sabíamos a qué iban allí los personajes, porque no había entrevista previa, y yo estaba acompañada de periodistas de la prensa del corazón muy potentes. Estaba muy amilanada y era muy educada, no decía ‘¡Que me dejes hablar, joder!’. Así que un día quedé a tomar el aperitivo con uno de los jefes y me dijo ‘Mira, Lydia, no estamos viendo aquí lo que habíamos visto de ti en otros programas’. Entonces le pregunté quién era el siguiente invitado y me dijo que Alessandro Lequio, que curiosamente era muy amigo mío. Fuimos a su casa y me contó cuatro cosas importantes de las que pensaba hablar en el programa. No pactamos una entrevista, pero sí me dio la munición suficiente para que yo pudiera luego disparar. Esa noche disparé y brillé, y gracias a eso pude pasar siete años en Tómbola. Le estaré eternamente agradecida a Alessandro.

P. De todas las exclusivas que ha dado, ¿a cuál le tiene más cariño?

Hay muchas. Una de ellas es la entrevista exclusiva que me dio Marta Sánchez cuando regresó del Golfo Pérsico [donde en 1990 actuó para los soldados españoles desplazados allí], en un momento en el que todo el mundo quería tener a Marta.

P. Aunque algunos compañeros han cuestionado su valía profesional, otros alaban a menudo su capacidad para sobreponerse a los golpes, su infinito amor por el trabajo y su espíritu de compañerismo.

Es que creo que la gente que ha dicho lo contrario no lo pensaba realmente. Y además lo han vivido. Lo que pasa es que lo decían para hacerme saltar, para verme llorar y para que me saliera la vena macarra que te decía antes.

P. Una de las cosas que más daño puede hacerle es que digan que sus lloriqueos están guionizados.

Sí, sí. El otro día estaba en un cumpleaños y una amiga de mi hermana me dice ‘Siempre he dicho que eres muy buena actriz’. Y yo le digo ‘¿Te quieres comprar mi libro? O si quieres te lo regalo yo’, para que vea qué puede haber de guionizado ahí. Si, como cuento en él, nunca sabíamos de qué se iba a hablar en Sálvame. Como decía Belén Esteban, el programa era como ir al médico: tú sabías cómo entrabas, pero no cómo ibas a salir.

P. Le llegó a pedir a su marido Charly que no viera el programa Sálvame, donde algunas tardes se las hacían pasar canutas. ¿Obedeció?

Sí. Me lo prometió en un viaje que hicimos. Lo que pasa es que, cada vez que yo lloraba o que se liaba parda, todo el mundo escribía a mi marido. Por eso lo acababa sabiendo… De hecho, yo llamaba siempre a mi representante o a una íntima amiga mía que veía el programa y les pedía que por favor llamaran a Charly para decirle que yo estaba bien, que no pasaba nada.

P. ¿Cuántas veces ha deseado prender fuego a la oficina de La Fábrica de la Tele [productora de Sálvame]?

[Risas] ¡Unas cuantas! Me he cabreado mucho con muchas cosas.

P. ¿Se sintió como una apestada cuando Telecinco canceló Sálvame y vetó a sus colaboradores?

Apestada para nada. Puedo ir con la cabeza bien alta, ¿y sabes por qué? Porque lo que me llega es que están tan arrepentidos… Yo no me he metido con ningún programa, pero sí digo que veo poco movimiento en la cadena, donde yo estuve con un tsunami y ahora veo una calma chicha que te mueres. Lo que me da pura satisfacción son las audiencias que hemos hecho. Y cuando hacíamos esas audiencias ya estaban ahí Netflix, Amazon Prime y todas esas plataformas, ¿eh?

Lydia Lozano con María Teresa Campos.

Lydia Lozano con María Teresa Campos. / CEDIDA

P. ¿Siente ahora cierto regocijo por ver a la cadena sumida en una crisis de audiencia?

No he sentido regocijo, porque tengo a mucha gente que quiero trabajando allí y eso es karma. Pero sí he sentido satisfacción por el hecho de que nos quitaran el programa haciendo todavía muy buenos datos de audiencia. Recibíamos ya muy malas críticas, sí, pero lo bueno es que la gente nos ha echado de menos.

P. Algunos medios hablaron entonces del “fin de la telebasura”. ¿Con qué rasgos identifica usted este término?

‘Telebasura’ me parece un término anticuado, sin contenido... Además, ¿podemos entonces hablar también de periódicos basura, puesto que todos tratan temas del corazón? ‘Telebasura’ es una palabra que vengo escuchando desde que hacía Tómbola y que detesto. En cualquier caso, si nosotros éramos telebasura, ¿cómo llaman a lo que hay ahora, a esos programas en los que se habla de madres que dan biberones con orfidal? Si nosotros éramos los chungos, resulta que hemos dejado el listón muy bajito, muy bajito.

P. Ha dicho: “Yo estando casada no me he pillado con nadie. Me he enrollado con otros, pero no me he pillado”. ¿El secreto de su matrimonio se encuentra entonces en la libertad que se han dado Charly y usted?

¡Es que no hay más! Es una cuestión de libertad y confianza. Hoy por ejemplo llevo fuera de casa desde las 8,30 horas y solo le he llamado cuando venía ahora aquí [son las 17 horas] para decirle que había salido antes y que no iba a ir a comer. Por otro lado, si yo no siguiera enamorada de Charly no estaría con él. Otros parece que necesitan viajar siempre con más gente para divertirse, pero nosotros no. De hecho, estoy deseando hacer mi siguiente viaje con él, sin nadie más, ¡los dos solos!

P. Creo que es una apasionada del tarotismo. ¿Qué le dicen las cartas acerca de su futuro en el mundo de la televisión?

Imagínate la cantidad de veces que he pedido a mi amigo Julio que me eche las cartas para verlo… Él siempre me dice que lo más gordo está aún por llegar para mí, y entonces le digo que ya no me eche más cartas. El otro día me preguntaba María Patiño que a quién quiero más, si a mamá (Ni que fuéramos) o a papá (Mañaneros), y yo le dije que a mí todo lo nuevo me gusta. Me encanta seguir disfrutando de algo que ya estaba haciendo y al mismo tiempo hacer un programa nuevo que, además, está subiendo en audiencia. A mí me vuelve loca mi trabajo. El día que ya no conozca a los personajes que vienen en camino, me retiraré. De momento estoy feliz, ¡y con este libro también!