LA VIDA CONTIGO

"La adolescencia está completamente conectada y los vídeos que les llegan son cada vez más violentos"

La educadora social, divulgadora y activista Marina Marroquí, experta en violencia de género en la adolescencia, publica 'Eso no es sexo', una guía para trabajar la construcción de la sexualidad en esta etapa vital

Marina Marroquí, autora de 'Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es urgente!', en una imagen reciente.

Marina Marroquí, autora de 'Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es urgente!', en una imagen reciente. / CEDIDA CROSSBOOKS

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Claro que el porno tiene una conexión directa con las manadas, cada vez más jóvenes, pero no es únicamente el porno. El porno se aprovecha de un sistema en el que esto ya está podrido". Marina Marroquí (Elche, 1988) es la autora de Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es urgente! (Crossbooks, 2023). Es su segundo libro, continuación, en cierta medida, del primero, Eso no es amor: 30 retos para trabajar la igualdad (Destino, 2017). Y ambos son la continuación por escrito de su trabajo como educadora social, divulgadora y activista sobre prevención y detección precoz de violencia de género en la adolescencia. Por sus talleres y conferencias han pasado, desde que comenzó en paralelo con su primer libro, más de 120.000 jóvenes.

"Este libro parte del trabajo que hago día a día con la adolescencia". Es literal: el día que atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA lo hace por teléfono desde Santa Cruz de Tenerife, justo después de finalizar un taller con 1.100 chicas y chicos. "Yo lo hago en un tono de humor para que aguanten las casi tres horas de taller, y en esa línea he querido también escribir este libro, para que sea una herramienta útil para ellos".

Si estás leyendo estas líneas y no eres adolescente siento decírtelo: este libro no es para ti. No es un libro para acompañantes de adolescentes: ni para familias, ni para educadores. Pero si tienes alguna persona adolescente en tu entorno, en la franja de edad que oscila (de forma aproximada) entre 12 y 18 años, le harás un gran favor si se lo facilitas. Está escrito con una intención práctica: incluye incluso ejercicios que permiten a lectores y lectoras autoevaluarse y darse cuenta de lo que les está tratando de contar Marroquí. El lenguaje es coloquial, el tono desenfadado y la intención, absolutamente divulgadora. "¿Sabes qué pasa? Que la gente de mi entorno que no está acostumbrada a trabajar con adolescentes me decían que no iban a ir a la librería a buscarlo, pero si haces un libro con su lenguaje, explicándoles la sexualidad como realmente es y el precio que van a pagar por el porno, aunque aparentemente sea gratis, todos agradecen ese tono".

No se equivoca la autora. El libro se está vendiendo (la segunda edición se puso en marcha a los siete días de estar a la venta y es el más vendido en Amazon para su franja de edad) y sus presentaciones y talleres se llenan de adolescentes que agradecen la información y la reflexión.

Aumento de la violencia sexual por menores

"Estoy contenta por la acogida del libro, pero en realidad estoy un poco triste porque la gran aceptación que está recibiendo el libro tiene que ver con lo necesario que es poner este tema sobre la mesa", reflexiona Marroquí. Se refiere a las alarmantes cifras de violencia sexual cometida por menores.

La autora reflexiona sobre el tiempo que ha pasado ya desde la violación múltiple en las fiestas de San Fermín de Pamplona de 2016, que conmocionó a la sociedad, y cuyo juicio y posteriores recursos hasta llegar al Supremo motivaron la actual ley conocida como Ley del sólo sí es sí (Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual) y los debates en torno al consentimiento y el delito de violación (frente a agresión sexual). "Ahora casi te tienes que alegrar si sólo te viola un solo hombre y no lo hacen cinco", dice con ironía.

"Esto sin una legislación y sin un cambio real no se puede parar", añade Marroquí. "El 88% de todo el porno que existe incluye violencia contra las mujeres. Debería ser ilegal escenificar en vídeo la comisión de un delito, porque los niños lo reciben en sus móviles y terminan normalizando esos comportamientos".

Los delitos sexuales múltiples se han incrementado el 56% entre 2016 y 2021, según los datos del Ministerio del Interior y el 46% de las víctimas de violencia sexual son menores de edad. El informe de la Fiscalía General del Estado de 2021 (último publicado hasta la fecha) encendía también las alarmas: los abusos y agresiones sexuales cometidos por chicos menores de 18 años crecieron un 58% hasta los 2.625 casos, unos datos "que superan con creces a los de los años anteriores". En su presentación, el Fiscal General del Estado, Álvaro García, pedía "una reflexión como sociedad" y decía estar preocupado por el "progresivo e importante incremento" de los delitos sexuales perpetrados por menores de edad.

"La adolescencia está completamente conectada y los vídeos que les llega son cada vez más violentos", explica la autora. "Yo en todos los talleres recibo testimonios de niñas que han sufrido violencia". Marroquí, licenciada en Ciencias de la Información, no cuenta nada en sus talleres que no haya vivido. Entre los 15 y los 19 años sufrió violencia de género por parte de su novio. Tanto en sus talleres como en Eso no es sexo narra su propia experiencia, que implicó volver con su novio en repetidas ocasiones a pesar de la violencia y el sometimiento que estaba viviendo, para tratar de hacer entender a las chicas y chicos lo normalizado que están determinados comportamientos. "El sexo es deseo, respeto y diversión. Si no tiene alguna de estas tres características, pues no es sexo. Y esto es lo que trato de explicar".

Marina Marroquí (centro de la imagen) junto a la periodista Maje Amorós y la psiquiatra Elena Benítez Cerezo durante la presentación de 'Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es urgente!' en Elche, ciudad natal de la autora.

Marina Marroquí (centro de la imagen) junto a la periodista Maje Amorós y la psiquiatra Elena Benítez Cerezo durante la presentación de 'Eso no es sexo. ¡Otra educación sexual es urgente!' en Elche, ciudad natal de la autora. / CEDIDA CROSSBOOKS

La pieza clave: la autoestima

El inicio del libro incluye tres normas para su lectura que pretenden la implicación y complicidad de las personas lectoras. La tercera de las normas es una petición: leerlo en orden y no saltarse capítulos. ¿Por qué? "Pues porque en esta sociedad únicamente nos preocupamos de ver las consecuencias y muy pocas veces analizamos las causas", explica la autora. "Y claro que el porno tiene una conexión directa con las manadas, cada vez más jóvenes, pero no es lo único: nos construyen la autoestima de forma diferente si eres chico o chica y todo esto tiene que ver. Al final el porno y todo lo demás se aprovechan de un sistema que está podrido. Pido que se lea en orden para que las adolescentes se cuestionen desde lo más pequeño hasta lo más grande".

La pieza clave, en el primer capítulo, es la piedra filosofal de la adolescencia: la construcción de la autoestima. Que obviamente varía en función del género porque a cada uno se les asocian unas expectativas, también en el sexo: la importancia del aspecto físico, la disponibilidad, sumisión, etc de las niñas frente a la agresividad de los niños. "Esta sociedad genera dos moldes en el que se trata de encajar a todo el mundo desde el momento en el que naces. Y yo creo que los adolescentes necesitan saber que no tiene por qué hacerlo", reflexiona, y después de una breve pausa continúa: "La adolescencia es una etapa muy difícil: te exigen como a un adulto pero te tratan como a un niño y en medio de eso tienen que decidir cómo construir su personalidad, cómo quieren ser o, incluso, cómo son".

Y en medio de todo eso, con la irrupción de los teléfonos móviles y el acceso ilimitado a imágenes e información a través de videojuegos, chats, redes sociales, etc, también se está colando de forma masiva la pornografía a edades en las que los cerebros no están preparados para procesar lo que están viendo.

En su informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia (2020) la ONG de protección de la infancia Save The Children alertaba acerca de que la edad a la que se comienza a consumir porno ha bajado drásticamente hasta los 12 años y casi 7 de cada 10 (el 68,2%) la consumen de forma frecuente. Marroquí recuerda que esa edad es el momento en el que las personas, cuyo desarrollo neurológico está aún en proceso, construyen la empatía. La exposición constante al porno, que banaliza la violencia contra las mujeres (cada vez más) hace que esa capacidad de poder ponerse en el lugar de las demás, y conmoverse con las emociones ajenas, no se desarrolle correctamente. Es por esto que dejen de conectar o de entender el sufrimiento de la víctima de un ataque sexual.

"La generación de padres y madres actuales es la más formada", afirma rotunda Marroquí. "Siempre se ha dicho que las criaturas no nacen con un manual debajo del brazo, pero cada padre o madre hace 20 cursos sobre cómo introducir la alimentación sólida a su bebé de seis meses o qué hacer para que duerma mejor, pero ni uno sobre cómo introducir a su criatura en la sociedad. Ya hay muchos recursos para educar en la afectividad y la sexualidad. Los hay que son preciosos y nos dan pautas desde la infancia, como los cuentos como Rosa Caramelo o Yo soy".

No hay que esperar a la adolescencia para iniciar una educación afectiva y sexual: este trabajo debe comenzar desde la infancia, atendiendo a las necesidades de información de cada edad. "Esto tiene que preocupar a las familias mucho antes, no cuando las criaturas cumplen 12 ó 13 años y se ven las consecuencias. Y, en cualquier caso, llegado el momento, es necesario abordar la cuestión y no dejar la formación a las redes sociales o la pornografía. "Igual las familias tienen que hacer un click grande y entender que es preferible tener una conversación vergonzosa a que su hija sufra una violación y no sea capaz de contarlo".

Marroquí, en cualquier caso, cree que esa educación debe ir acompañada de una legislación que impida de manera efectiva el acceso de los menores a la pornografía y que penalice a quien la difunda para esas edades. Restringir el acceso a páginas web específicas de pornografía a través del control parental no es suficiente para detener el acceso al porno: Marroquí advierte de que les llega a través del chat de su consola de videojuegos, Whatsapp, Instagram, Telegram, Twitter... Los stickers, esas pegatinas simpáticas que se reenvían a través de los servicios de mensajería, a menudo reproducen escenas de vejaciones y abusos sexuales, que no pueden evitar recibir.

¿Es necesaria una legislación más restrictiva? "Por supuesto. Es imprescindible. Y es urgente", responde la autora.

Y ante una situación tan abrumadora como la que describe, ¿qué margen de maniobra tienen entonces las familias? Pues lo hay, asegura. En el libro, Marroquí propone un "decálogo del buen sexo" y ofrece unas pautas de salud sexual, pero además, incluye un contrato para las y los lectores y sus familias en torno al uso de las redes sociales y los dispositivos conectados a internet, que puede ser descargado a través de un código QR. Debe ser firmado antes de recibir el móvil por los adultos y adolescentes de la familia y en él se especifica, por ejemplo, las redes sociales a las que se puede tener acceso según la edad ("porque no es lo mismo Whasapp que Discord", aclara), el horario, o qué contenido es sensible y debe comunicarse si se recibe (y a cambio, el adulto no puede tomar represalias como castigar retirando el teléfono móvil).

"Hay que despertarles una mentalidad crítica, hacerles conscientes del dolor ajeno y que se cuestionen la raíz de los mensajes que reciben. No puedes evitar que les lleguen los mensajes violentos, pero sí puedes sortear que los interioricen o que los imiten".