Guerra de Ucrania
La comunidad internacional intenta evitar los errores de los fallidos acuerdos de Minsk sobre Ucrania
Los pactos, firmados en 2015 en la capital de Bielorrusia, nunca lograron garantizar un alto el fuego a lo largo de la línea de frente en el Donbás y carecían de garantías específicas de seguridad, y de capacidad de disuasión sobre el Kremlin

De derecha a izquierda, el presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, su homólogo francés, François Hollande, la cancillera alemana, Angela Merkel, y los jefes de estado de Rusia, Vladímir Putin, y Bielorrusia, Aleksándr Lukashenko, en Minsk en 2015.. / EFE / TATYANA ZENKOVICH
El conflicto de Ucrania acumula, desde sus orígenes, allá por 2014, numerosas tentativas de paz que no cuajaron; acuerdos fallidos, o treguas que jamás llegaron a implementarse del todo en el teatro de operaciones. Aunque existen multitud de razones para este sonoro fracaso de la comunidad internacional, el problema de raíz radica, según coinciden los analistas, en la escasa capacidad de presión de los aliados sobre el régimen de Vladímir Putin, una de las dos grandes potencias nucleares del planeta, dotada de vastos recursos económicos y con una marcada ventaja demográfica sobre un adversario que, aunque de menor tamaño, ha demostrado gran valor y es consciente de que lucha por su supervivencia. Pese a los reveses militares y el empeoramiento de la economía rusa, se trata de una realidad que apenas se ha modificado en estos tres años transcurridos tras la invasión, razón por la cual los expertos instan a los negociadores a aprender de los errores pasados y a asumir las realidades existentes sobre el terreno, que se resumen en dos: Ni Ucrania va a colapsar como Estado ante el empuje de las fuerzas rusas, ni Rusia, estable políticamente, va a ser derrotada militarmente y obligada a retirarse a las fronteras de 1991.
Michael Kennan y Maxim Trudoliubov, dos académicos del Instituto Kennan, proponen en las páginas de la revista Foreign Policy, en un artículo titulado 'Ucrania necesita paz a pulgadas, no a millas' un cambio radical de estrategia por parte de Occidente, una suerte de paz mediante pequeños pasos que vaya desescalando el conflicto poco a poco y que permita en los meses a venir un verdadero alto el fuego, algo que nunca se llegó a materializar realmente tras la firma de los Acuerdos de Minsk 2 en 2015. "La Administración Trump podría facilitar una serie de interacciones entre Ucrania y Rusia en las que Rusia haría algunas concesiones, como menos ataques contra la infraestructura eléctrica, a cambio de algo; Ucrania tiene también concesiones que ofrecer, ya que dispone de la capacidad de atacar bien dentro de territorio ruso, y ha mantenido territorio ruso bajo su control por casi medio año", escriben ambos académicos. EEUU, entonces, podría empezar a pensar en "reducir sanciones".
El objetivo de esta progresiva desescalada sería reconvertir la actual guerra de Ucrania en una situación parecida a la existente en Europa durante la Guerra Fría del siglo XX, donde la tensión y los desacuerdos eran permanentes entre los dos principales bloques, un periodo repleto de episodios críticos pero sin una sangría humana de enorme potencial desestabilizador como la actual guerra. En un principio, "las negociaciones deben tener el objetivo más modesto de reducir la intensidad de la guerra, ralentizarla, evitando los peores escenarios", concluyen los autores.
Gran fracaso
A estas alturas del conflicto, nadie duda que los Acuerdos de Minsk constituyeron un gran fracaso. En primer lugar, porque nunca lograron hacer callar a las armas. Los bombardeos en el frente bélico eran diarios, a pesar de que supuestamente se hallaba en vigor un alto el fuego. Además, tal y como subraya Mikhailo Soldatenko en una reciente publicación del Carnegie Center, Ucrania y Rusia llegaron a la mesa de negociación en Minsk con intenciones totalmente contradictorias respecto al futuro: por un lado, Kiev "aspiraba a convertirse en una exitosa democraca liberal, mientras Rusia consideraba al territorio como parte de su esfera de influencia y quería mantener su capacidad de influir en las decisiones del país". En otras palabras. Los pactos eran una herramienta del Kremlin para "limitar y controlar las decisiones soberanas de Ucrania".
Esta contradicción tampoco se ha modificado en este decenio transcurrido. Y por esta razón, Soldadenko considera que las garantías de seguridad de los aliados que reciba el estado eslavo invadido son la clave para que, en esta ocasión, no se reproduzca la guerra en cuanto Rusia se haya recuperado de las pérdidas sufridas desde 2022. Descartada una eventual integración del Estado eslavo en la OTAN, el analista propone que las dos docenas de acuerdos bilaterales de defensa firmados en los tres últimos años por Kiev con los principales países de Occidente y que establecen los parámetros de la cooperación militar ucranianas con estos países incluyan obligaciones legales detalladas acerca de qué hacer en el caso de que se reanude la agresión rusa.
Otro de los elementos que propició el fracaso de dichos acuerdos fue la ausencia de un mecanismo creíble para monitorear el alto el fuego, que, para más inri, carecía de provisiones para "sancionar" a la parte contendiente que viole la tregua, casi siempre Rusia. En este sentido, Soldatenko sugiere la implementación de medidas similares a las que rigen la zona desmilitarizada que separa las dos Coreas, incluyendo el despliegue de "una fuerza multinacional de paz" y el establecimiento de "comisiones de seguimiento" de una eventual tregua.
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