ESTADOS UNIDOS
Trump hereda de Biden un Oriente Próximo roto por la violencia y en proceso de transmutación
Hay nuevos gobiernos en Líbano, Siria e Irán. El nuevo presidente de Estados Unidos deberá ayudar a mantener el inestable alto el fuego entre Israel y Hamás en Gaza y a renovar el de Líbano

El líder del Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham o HTS) y presidente de facto de Siria Ahmed al Shara / Yayha Nemar
Joe Biden estaba ya abandonando la sala donde este miércoles había hablado ante la prensa sobre el alto el fuego alcanzado entre Israel y Hamás en Gaza, cuando una reportera le preguntó a voz en grito:
- "¿A quién hay que dar el crédito por esto, a usted o a Donald Trump?"
El presidente saliente se giró lentamente y respondió con cara de sorpresa:
- "¿Es una broma?"
Pero lo cierto es que Biden no ha sido capaz de lograr que Israel firmara con Hamás un alto el fuego en Gaza durante estos 15 meses de guerra. Y que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, solo se ha avenido a detener los bombardeos pocas horas antes de que llegue a la Casa Blanca el líder republicano, que pedía detener el conflicto. Trump no quiere guerra, especialmente si tiene coste (más de 20.000 millones de dólares) para el bolsillo estadounidense.
La guerra de Israel contra Hamás en Gaza se ha convertido en el legado más oscuro del presidente demócrata. Tres de cada diez demócratas que no fueron a votar a su sucesora, Kamala Harris, lo hicieron por su enfado contra el apoyo de Biden a Netanyahu, en forma de bombas. La Franja está casi totalmente destruida. Como dijo su propio secretario de Estado, Anthony Blinken, no hay prácticamente ningún gazatí que no tenga a un hijo, padre o hermano muerto bajo las bombas. La ira ha nutrido de nuevo las filas de Hamás, que cuenta con decenas de miles de milicianos, a pesar de que Israel ha matado a más de 46.000 personas, en su mayoría mujeres y niños. Israel, por su parte, está más aislada del mundo que nunca y tiene a un primer ministro acusado de corrupción y con una orden de busca y captura por crímenes de guerra y contra la humanidad.
El Oriente Próximo que hereda el republicano del demócrata vive el momento más turbulento en décadas. Pero como toda crisis, presenta, también, una cierta esperanza y oportunidad de cambio. ¿Será Trump el que devuelva la estabilidad y la paz a la región? De momento, el equipo que ha escogido para los asuntos internacionales está compuesto por los republicanos con una visión más radical para la región, que quieren bombardear Irán o promueven la anexión ilegal de Cisjordania por parte de Israel. Ahí están el próximo todopoderoso asesor de seguridad, Mike Waltz, o el embajador en Israel Mike Huckabee.
Si hay paz, será muy probablemente injusta para los palestinos (expansión de las colonias y dominación militar israelí). Y será, por ello, inestable. Pero Trump está obsesionado con que Arabia Saudí restablezca relaciones con Israel, como parte de los llamados Acuerdos de Abraham que él pergeñó. Esto puede suponer un incentivo para que la nueva Administración intente dar un futuro al Estado palestino: Riad ha calificado de genocidio los ataques israelíes en Gaza, y exige a cambio de acercarse a Tel Aviv que se permita la construcción de un Estado viable para los palestinos.
La nueva Siria dirigida por un islamista
Donald Trump tendrá que tomar varias decisiones importantes sobre Oriente Próximo tras llegar al cargo el próximo lunes. La primera es si saca a la Organización de Liberación del Levante (HTS) de la lista de grupos terroristas. Ahmed al Shara es el líder del grupo islamista, pero ahora es también el presidente de facto de Siria, después de que consiguiera tomar el poder y expulsar al dictador Bashar al Asad por sorpresa el pasado 8 de diciembre.
Al Shara está recibiendo en Damasco comitiva tras comitiva internacional. Es el hombre más interesante del momento en la región. Con él estuvo el pasado jueves el ministro de Exteriores español, y antes los de Francia, Alemania, Italia o representantes de Estados Unidos, que quitaron la recompensa de diez millones de euros que ofrecían por su cabeza.
En las manos del líder de barba larga y buenos modales está el futuro de 23 millones de sirios dentro del país y el posible retorno de otros casi siete millones fuera. Salieron huyendo de la guerra total de más de una década del régimen alauí contra los rebeldes y contra los yihadistas, que aprovecharon las turbulencias del país roto en mil pedazos.
Será tarea de la nueva administración Trump acompañar a Siria en esta transición, por ejemplo levantando las sanciones que han arruinado el país. Pero hay un problema: Turquía, que ayudó a echar a al Asad, lucha a muerte contra los kurdos de Siria, a los que apoya Estados Unidos y, en principio, defiende el nuevo régimen de Damasco.
Líbano, gobierno y alto el fuego inestable
El vecino Líbano entra también en un período transmutación. Tendrá éxito o fracasará en función de los movimientos que se hagan desde Washington. Necesita dinero y apoyo diplomático.
El 8 de octubre de 2013, el grupo islamista chií Hizbulá comenzó a lanzar cohetes contra el norte de Israel en solidaridad con Hamás en Gaza. Decenas de miles de israelíes tuvieron que ser evacuados. El pasado septiembre, cuando la ofensiva en Gaza ya había alcanzado casi todos los objetivos del Ejército de Israel, este lanzó un ataque total contra Líbano. Invadieron el sur del país de los cedros y bombardearon con fuerza la capital. Mataron a más de 4.000 personas y al líder de la milicia libanesa, Hassam Nasralá. Tras el alto el fuego de noviembre, Hizbulá estaba descabezado y mermado, e incapaz de ejercer el control político de este país multireligioso. Eso permitió desbloquear el nombramiento de presidente y primer ministro, que llevaba bloqueado desde 2022.
Se ha escogido finalmente a un presidente y un primer ministro de alto nivel y muy del gusto de Estados Unidos: el general cristiano Joseph Aoun y el juez suní de la Corte Internacional de Justicia Nawaf Salam. Es previsible que se entiendan bien con la Administración Trump.
Hizbulá ha perdido la ruta de armas que provenían de Irán a través de Siria y que eran su cordón umbilical con el régimen de los ayatolás. El nuevo régimen en Damasco es suní y, en principio, no tiene lazo alguno con Teherán. Todas las delegaciones internacionales que visitan al nuevo Gobierno sirio le exigen que mantenga a Siria lejos de la “injerencia extranjera”; es decir, lejos de Irán.
Este giro geopolítico es uno de los más relevantes para la región, y favorece los intereses de Israel. Es otra muestra de que el Oriente Próximo que hereda Trump se está transformando a un ritmo vertiginoso: dos de los vecinos y enemigos históricos de Israel han desconectado total o parcialmente de Irán.
Irán no quiere guerra
La semana pasada, Irán anunció que ofrecía ayuda simbólica a Estados Unidos para los afectados por los fuegos de Los Ángeles. A través de la Media Luna Roja y el Departamento de Bomberos, ofreció ayuda humanitaria y equipos de bomberos y expresó “solidaridad con los californianos”, según anunció recientemente la portavoz del gobierno iraní. No ha sido el único gesto. En un artículo compartido por la diplomacia iraní como “muy relevante”, el ex ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, escribió en la prestigiosa revista Foreign Policy que “la República Islámica está abierta a negociar, incluso con Estados Unidos”.
Como en Siria y Líbano, también hay un nuevo Gobierno en el país persa. El actual presidente es Masoud Pezeshkian. Asumió su cargo el 28 de julio de 2024, tras unas elecciones presidenciales improvisadas por la muerte de Ebrahim Raisi en un presunto accidente de helicóptero.
Teherán sabe que, aunque Trump se muestra siempre alérgico a las guerras, si ataca algún país, ese será Irán. Lo tiene entre ceja y ceja. Tumbó el acuerdo internacional firmado por su predecesor Barack Obama de desnuclearización a cambio de levantamiento de sanciones. En 2020, el Trump ordenó el asesinato del general iraní Qasem Soleimani. Su retórica y la de muchos de sus futuros “ministros” es incendiaria contra el país. Se teme que los halcones de Washington se unan a los de Tel Aviv y decidan lanzar una campaña de bombardeos contra las instalaciones militares y nucleares iraníes, algo que Joe Biden trató de evitar en medio de la lluvia de misiles que intercambiaron Irán e Israel tras el asesinato del líder de Hamás Ismael Haniyeh en Teherán.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha proclamado que quiere dibujar un nuevo Oriente Próximo. Con sus aviones de combate y las bombas de Estados Unidos ha atacado a todos los países vecinos. Ha puesto los cimientos de la transformación de la región- Donald Trump le ayudará eventualmente a completar la misión. Pero deberá hacerlo sin humillar a los palestinos y dándoles una esperanza de futuro, para no alienar a sus aliados naturales, como Arabia Saudí, Egipto o Turquía.
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