Crisis de violencia
Marcela Turati, periodista de investigación: "En México bajan los homicidios, pero suben las desapariciones; ya no hay cuerpos en la calle, ahora hay fosas"

La periodista y escritora Marcela Turati, esta semana en la Casa Amèrica Catalunya de Barcelona. / MARC ASENSIO CLUPES
Marcela Turati (Ciudad de México, 1974) lleva más de media vida dedicada a investigar, desde la atalaya del periodismo, violaciones de derechos humanos y las consecuencias de la guerra contra el narco que el presidente Felipe Calderón arrancó en México en 2006. Más de media vida narrando la violencia y el sufrimiento extremo de una sociedad anestesiada ante la magnitud de un horror que parece no tener límites. Esta semana ha recalado en Barcelona para presentar su último libro, 'San Fernando: última parada', y atiende las preguntas de EL PERIÓDICO antes de intervenir en la sede de Casa Amèrica Catalunya.
Ha dedicado más de una década a investigar el caso de San Fernando, del que trata el libro que hoy presenta en Casa América. ¿Qué sucedió en esta pequeña localidad de Tamaulipas próxima a la frontera con EEUU?
En agosto de 2010, tuvo lugar la masacre de 72 migrantes. Lo que explicó el Gobierno entonces es que los Zetas bajaron a un grupo de migrantes de un camión y les preguntaron si querían trabajar para ellos, respondieron que no y los narcos los mataron a todos. Solo sobrevivió un ecuatoriano, que fue quien contó la historia. Pero en abril de 2011, se encontraron unas fosas en el mismo municipio y ahí saltó un escándalo que es muy poco conocido. Se sumaron casi 200 cadáveres y se supo que durante varios días, en esa carretera que está a una hora de EEUU, los Zetas interceptaron a todos los migrantes que venían de Michoacán, los interrogaron y a los que no reclutaron forzadamente, los mataron. El Gobierno dijo que solo fueron tres días, pero después se supo que podría haber hasta 600 cuerpos, que la policía municipal ayudaba a los Zetas, que los militares no hicieron nada y que en realidad las matanzas duraron semanas. Al hacerse público se montó tal escándalo que la Procuraduría General de la República mandó un tráiler refrigerado, llevó los cuerpos a Ciudad de México y los enterró sin identificar.
¿Cuál es el objetivo de tu libro?
Lo que yo trato de hacer es contar las zonas de silencio y las zonas controladas por el narcotráfico en México donde el crimen está autorizado. Intento explicar cómo el mismo Gobierno desaparece a las personas desaparecidas y las vuelve a enterrar y cómo inventan verdades. Es un sistema criminal. Y trato de mostrar la crisis forense que tenemos. En México tenemos 77.000 cuerpos sin identificar y más de 115.000 personas desaparecidas . En este sexenio que acaba de cerrar se registró una persona desaparecida por hora.
¿Y en qué estado se encuentra actualmente la investigación de este caso?
Acabé el libro el año pasado; en ese momento no había condenados. Es en agosto de este año cuando el Gobierno dijo que sentenció a 11 miembros de los Zetas a 50 años de cárcel por estas masacres. Entre ellos hay un inocente que recojo en el libro. Era un pasajero de autobús, un indígena al que presentaron como un Zeta. Lo torturaron. Pero va para largo establecer bien lo que ocurrió. No hay ningún funcionario público entre los condenados a pesar de que todo esto fue ayudado por policías, por autoridades municipales, por el Gobierno federal, no hay nadie condenado por desaparecer los cuerpos. Todavía hay mucha gente esperando a que les entreguen a sus familiares.

Marcela Turati, en un momento de la entrevista. / MARC ASENSIO CLUPES
Estos episodios de violencia extrema protagonizados por el narcotráfico se han convertido en algo común en México y ni el Gobierno ni la policía ni los jueces parecen ser capaces de ponerles fin.
Sí, de hecho en mi libro explico cómo durante la investigación todas las autoridades miran para otro lado, todo mundo dice que no les toca a ellos. Y así, en ese vacío legal, pasan años sin hacer nada contra el crimen organizado. El Ejército juega un papel muy raro desde hace mucho tiempo, como si fuera un testigo, porque ni se enfrenta, ni previene ni nada, pero está presente. La Procuraduría General de la República, a pesar de que la gente llamaba, no hizo nada y parece que se activó cuando los Zetas atacaron a unos ciudadanos americanos y el FBI llamó preguntando qué estaba pasando. Pesan más las ganas de que no se vea la violencia en México y que no se espante el turismo, ni la economía, ni los inversores, por lo tanto es mejor ocultar. Es un Estado mafioso que lleva muchos años enquistado.
¿Cómo debería abordarse, en su opinión, esta lacra?
Lo primero es reformar la justicia, las fiscalías, la procuración de justicia, las investigaciones. Hubo una iniciativa ciudadana muy fuerte antes de que entrara Andrés Manuel López Obrador para crear una fiscalía potente, una unidad especial que no estuviera corrompida, para investigar estos casos. También se ha hablado de una intervención de la ONU, como la que hubo en Guatemala y desmanteló dentro del Gobierno muchas de estas células criminales. Pero no se ha hecho nada. Y en México tenemos un problema porque ha habido gobernadores que han sido juzgados por narcotráfico.
¿Entonces el Gobierno no hace nada por miedo o porque el narcotráfico también está infiltrado en su seno?
Es una fuente de financiación. Sería quitarle recursos a los partidos. Es increíble cómo los partidos políticos han entrado en el juego.
¿Qué efectos está causando en la sociedad mexicana toda esta violencia y la impunidad en la que viven los narcos?
En mi libro explico cómo los Zetas instalaron en San Fernando un gobierno paralelo con sus reglas. Organizaban hasta las fiestas del día del niño o de la madre y controlaban incluso las misas. Aunque no esté de acuerdo, la gente tiene que cooperar, tiene mucho miedo. Viven bajo una dictadura criminal entre la resignación, la tristeza, el horror y la normalización. Porque a pesar del horror, la gente sigue con su vida, van a la playa, asan su pescado…
Otro de los casos en los que ha trabajado es el de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, del que este año se han cumplido 10 años. El presidente López Obrador prometió echar luz al caso, pero ha acabado su mandato y no ha cumplido. ¿Qué se sabe a día de hoy de este caso?
Pues terminamos el sexenio sin saber nada y con la constatación terrible y la acusación de las familias de que López Obrador tuvo voluntad hasta que se topó con el Ejército. Esa noche el Ejército estuvo informado todo el tiempo, con militares viendo cada escena del crimen. Cuando salieron todas esas pruebas y el fiscal consignó las órdenes de detención contra los militares, el presidente dijo que no y pidió que se retiraran.
Debido a su trabajo en el caso de San Fernando, usted fue espiada con Pegasus por parte de la justicia. ¿Qué consecuencias tuvo?
Me enteré años después al descubrirlo en un tomo del sumario. Me investigaron por secuestro y delincuencia organizada. Algo surrealista. Pero resulta que en México si te están investigando por estos delitos no necesitan una orden de un juez para espiarte. Se inventaron eso porque querían saber quién me pasó información, porque en México hablar de desapariciones es tocar un tema sensible. Han bajado los homicidios, pero han subido las desapariciones. Ya no hay cuerpos en la calle, ahora hay fosas. Entonces es como echarles abajo la narrativa de que en México no pasa nada. Como dice un amigo, en México es más peligroso investigar un crimen que cometerlo. Y sí, el espionaje fue muy duro, principalmente cuando tienes fuentes de Gobierno; ya no quieren saber nada de mí.
Otra de las lacras de México son los feminicidios. Ciudad Juárez se convirtió hace unos años en el epicentro de esta pesadilla, pero en los últimos años este tema ya no está en el foco, como si hubiera desaparecido. ¿Es así? ¿Ha mejorado la situación para las mujeres?
No, de hecho creo que está peor que nunca. Lo que sucede es que cuando arrancó la guerra contra las drogas, empezó a haber tal número de cuerpos, mayoritariamente de hombres, que esa violencia invisibilizó los feminicidios. Pero a día de hoy se cometen 10 feminicidios al día. Y lo que nos llama la atención es que la nueva presidenta, que todo el tiempo habla de las mujeres, no haya dicho nada hasta ahora.
El acoso y el asesinato de periodistas también es, por desgracia, en algo común en México, que según RSF es el país sin guerra más peligrosos para ejercer esta profesión. ¿Contribuyó López Obrador a esta situación con sus críticas a la prensa?
Ese siempre ha sido el debate. Lo que sí vimos es cómo los gobernantes empezaron a copiar su modo de burlarse de los periodistas, de dejarlos sin preguntas, sin contestar. A la gente se le hacía muy fácil por cualquier pregunta que hicieras decirte que estabas contra el pueblo. Por preguntar por los desaparecidos en 'Las mañaneras', a mí me llegaron a acusar de ser una traidora a la patria, de no querer el cambio. Si hay un desprecio es mucho más fácil que cuestionen nuestro rol, hace más peligrosas las cosas. En redes sociales es horrible la estigmatización. Y ya no es solo el gobernante el que te odia, sino que es el ciudadano el que cree que eres un enemigo de la transformación y te encara por la calle.
¿Y cree que la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, va a seguir por la misma senda?
Ya ha dicho que los miércoles va a mantener la sección 'Quién es quién en las mentiras', pero ahora ayudada por el pueblo. Eso me parece muy peligroso. Va a ser una cacería de brujas. Sheinbaum ya ha dado muestras de ser intolerante a la crítica. Se nota que es de mecha corta. Pero es la gran incógnita. No sabemos bien quién es. Hay gente que dice que va a marcar distancias con su predecesor y otros que va a ser continuista.
¿Qué opina de la controvertida reforma del poder judicial impulsada por López Obrador y que Sheinbaum defiende?
Hay un problema muy grande de corrupción con los jueces. Muchos trabajan para el narcotráfico. El gran problema de la reforma es que eligiendo por votación popular a los jueces no sabemos realmente cómo se va a controlar que los elegidos no sean gente del narcotráfico. También me llama la atención que no se reforme la fiscalía. Si no hay nadie que investigue, tenemos un 99% de impunidad en homicidios.
¿Cómo puede ser la relación entre EEUU y México dependiendo de quién gane en las elecciones del 5 de noviembre, Donald Trump o Kamala Harris?
No sé muy bien porque en México también tenemos una nueva presidenta que aún tiene que imprimir el sello de la relación. Con López Obrador terminó mal. Por otra parte, siento que electoralmente a Trump y Harris les conviene poner un enemigo que sean los migrantes y es muy tentador para ellos culparlos de todo. Con Trump es horrible, pero por la retórica. Pero los demócratas pueden ser igual de rebeldes.
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