VISITA A CHINA

Un español en la corte del rey Jinping

Sánchez es el primer dirigente occidental en reunirse con el presidente de China después de su encuentro con Vladimir Putin la semana pasada

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en China.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en China. / CHINA DAILY

Eduardo Martínez de la Fe

Nadie puede dudar de que España está inaugurando una nueva etapa significativa de su historia, de la que el encuentro entre Pedro Sánchez y el presidente chino, Xi Jinping, representa la última manifestación de este cambio meteórico (entendido en tiempos históricos).

Sánchez es el primer dirigente occidental en reunirse con el presidente de China después de su encuentro con Vladimir Putin la semana pasada, y antes de que lo hagan tanto el presidente francés Emmanuel Macron como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Aparentemente, de la reunión entre Putin y Jinping no salió nada importante en relación con la guerra de Ucrania, pero es evidente que la diplomacia de la potencia asiática no se ha detenido. Tiene en sus manos un plan de paz incompleto, pero más que suficiente para empezar a hablar.

Sánchez es la segunda escala del mandatario chino en su estrategia de buscar una solución a la guerra de Ucrania, que un año después de la invasión de Rusia nadie quiere que perdure, salvo los intereses estratégicos implicados por ambos bandos.

Lo que parece que se está conteniendo es el afán por recomponer el escenario estratégico surgido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, tanto por parte de Rusia y China como de Estados Unidos. En este campo, al menos aparentemente, se ha implantado una tregua: la guerra de Ucrania no va a dirimir nada a ese nivel.

Desde la llamada crisis de los euromisiles, ocurrida en los años setenta del siglo pasado, y que representó uno de los capítulos más tensos de la Guerra Fría, no habíamos visto en Europa una escalada comparable a la planteada con la invasión de Ucrania. Particularmente después del anunciado despliegue de misiles nucleares de corto alcance en Bielorrusia, anunciado por Putin.

Pero está claro que Rusia no ha conseguido lo que pretendía, ni que Estados Unidos, que no es ajeno a las tensiones que desencadenaron esta guerra, tampoco ha doblegado a Rusia. El impasse se ha impuesto. Parece una derivada de la tregua por el cambio de escenario global.

Es en este contexto que la visita de Sánchez toma todo su sentido: a las puertas de asumir la presidencia europea, España se convierte en un eslabón importante para desatascar la diplomacia internacional y restablecer la paz en Ucrania.

Pero Sánchez lo tiene complicado: está pivotando no solo en torno a Rusia y China, sino también en torno a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, que no se encuentran muy cómodos con la guerra de Ucrania. Rechazan de plano la maniobra de Putin, pero se han visto atrapados en una estrategia anglosajona que está resultando bastante peligrosa para la estabilidad del continente.

Un papel muy difícil en el que España se juega mucho: desde que asumió en 2018 la presidencia del Gobierno, Sánchez está empeñado en que España juegue un papel más destacado en Europa.

Las circunstancias favorecen esta estrategia, especialmente después de que el Brexit encerrará al Reino Unido en sus propias fronteras y lo alejara de los foros europeos, y de que Italia optase por un gobierno de derechas impredecible, que ha distanciado también al país de la orquesta política continental.

Cinco años después del inicio de la “era Sánchez”, el balance nacional de su gestión es algo más complicado, con un aliado de Gobierno políticamente inmaduro que lo ha hecho tambalearse. También ha sufrido otras tormentas no menos peligrosas y algunos episodios lamentables de incompetencia.

Sin embargo, a pesar de todas sus limitaciones, Pedro Sánchez ha sobrevivido a una pandemia devastadora, a un volcán demoledor para La Palma y también a una guerra a la que ahora puede contribuir a ponerle el broche final. Si eso ocurriera, todo lo que pase después está por escribir. Pero no es poco el alcance de este viaje de un español a la corte del rey Jinping.