LIMÓN & VINAGRE

Angela Davis, la lucha que no fue -no será- en vano

Recuerda aquellos días en los que le preguntaron "¿eres negra o eres mujer?", como si ambas fueran categorías -y luchas- estancas, como si la violencia que se ejerce por una condición o por otra no estuvieran relacionadas

davis

davis / EFE / EPE

Emma Riverola

Emma Riverola

El éxito de la huelga feminista de 2018, el poder que emanó de las manifestaciones multitudinarias fue una de las expresiones de un feminismo rearmado que sacudía los pilares del pensamiento y la acción a nivel internacional. ¿Qué estaba pasando? Naufragadas las utopías del siglo XX, ¿era el feminismo la posibilidad, la respuesta, la palanca de cambio? Cinco años después, podemos llorar por la unidad perdida o interpretar las agrias discusiones internas del movimiento como una prueba de su trascendencia. Motor de transformación, pero también caja de resonancia de la reacción.   

Al fin, el feminismo es las voces que lo pueblan. Ecos del pasado y clamores de recién llegadas que exigen abrir puertas y ventanas. Miradas que exploran el cuerpo propio y visiones que abarcan y exploran los límites de la disidencia. Entre ellas, la de Angela Davis. Leyenda y presente. Pensamiento y activismo. Su biografía es una lección de inconformismo. Referente del feminismo, de la lucha antirracista, símbolo de la izquierda global e icono cultural. Una figura magnética que sigue siendo referente y blanco de los ataques

Davis es la hija orgullosa de activistas a favor de los derechos civiles. Nació en 1944, en plena vigencia de las Leyes Jim Crow de segregación. Se crio en Birmingham (Alabama), también llamada Bombighan, debido a las bombas incendiaras que el Ku Klux Klan lanzaba contra los afroamericanos. Concretamente, nació en el vecindario apodado Dynamite Hill (Colina Dinamita), centro de los ataques. Los "sonidos de la dinamita explotando" forman parte de la memoria de Davis: "El terrorismo es parte de nuestra historia".   

Davis es la joven brillante que, de beca en beca, estudió francés en Brandeis University (Massachussets), filosofía en la Universidad de Frankfurt y se doctoró en la Universidad Humboldt en el Berlín Oriental. Formó parte del Partido Comunista y de las Panteras Negras. Su filiación política le costó el puesto de profesora en la Universidad de California, despido promovido por Ronald Reagan, entonces gobernador del estado; y su lucha antirracista la colocó en la lista de los "10 más buscados" por el FBI, acusada de asesinato y secuestro. Esa fue la única época de su vida que ocultó su cabello afro, mucho más que una decisión estética. Encarcelada durante 16 meses, la exigencia de su liberación despertó una campaña internacional: Free Angela Davis. En 1972, fue absuelta de todos los cargos.   

Davis es la autora prolífica, la profesora emérita de la UC Santa Cruz desde 2008 y la filósofa que, entre otras escritoras y activistas negras, acaba de ser excluida de un proyecto de curso de estudios afroamericanos en un college de Florida. Su gobernador, un republicano con ambiciones presidenciales, ya había anunciado que prohibiría la propuesta. El borrador pretendía ahondar en temas como la experiencia feminista negra, los estudios queer o la interseccionalidad (cómo la raza, la clase, el género, la orientación sexual u otros factores se interrelacionan, se superponen e impactan en una persona).

"Es inevitable que cada vez que nos movamos en una dirección progresista, haya fuerzas compensatorias que intentarán hacernos retroceder", ha afirmado Davis sobre la anulación. 

Davis recuerda aquellos días en los que le preguntaron: "¿Eres negra o eres mujer?". Como si ambas fueran categorías -y luchas- estancas, como si la violencia que se ejerce por una condición o por otra no estuvieran relacionadas. Ahora, utiliza aquel interrogante para referirse a la polémica trans en el seno del feminismo: "Si quieres deshacerte de la violencia dirigida contra las personas en el mundo, ya sea violencia racista o violencia de género, debes apoyar a las mujeres trans negras que son objeto de más violencia que cualquier otro grupo de personas. Y si avanzamos en nuestra lucha por defender a las mujeres trans negras, todas las comunidades que sufren violencia podrán sentir esas victorias". 

Davis es memoria: "Puedo ver que el trabajo que se hizo hace 50 y 60 años realmente importaba, aunque hubo momentos en que todos sentimos que fue en vano". Y también futuro: "Necesitamos esperanza. No podemos hacer nada sin optimismo"

Este 8 de marzo, a pesar de las cuitas y los desencuentros, es un día para rearmar la esperanza. Las diferencias también sirven para espolear el debate, extenderlo y derribar fronteras. Para que ninguna lucha en pro de los derechos humanos sea en vano.