CONFLICTO EN EL ESTE DE EUROPA

Una jefa de policía, una militar y una voluntaria: la guerra de Ucrania, vista por tres mujeres

Muchas ucranianas han huido y las que han optado por quedarse sobrellevan una situación que nada tiene que ver con su vida anterior

Larissa, sargento jefa de batallón, con un compañero instructor de la academia militar de Járkov.

Larissa, sargento jefa de batallón, con un compañero instructor de la academia militar de Járkov. / IRENE SAVIO

Irene Savio

La guerra lo altera todo y pone en pausa o hace retroceder derechos que ha costado mucho tiempo consolidar. Y los derechos de la mujer no son una excepción. La invasión rusa de Ucrania ha provocado un desplazamiento masivo de mujeres hacia los países de la Unión Europea y Rusia. Son el 80% de todos los refugiados y el 70% de los desplazados internos, según la ONU. También se han vuelto a encender las alarmas sobre la trata de mujeres y el drama de los vientres de alquiler, cuyo negocio no se ha detenido siquiera por el conflicto bélico y se mantiene en ciudades como Kiev. Pero centenares de miles de ucranianas no han podido o no han querido irse de su país, y muchas de ellas han tenido que asumir una mayor carga doméstica ante la ausencia de los hombres.

La Ucrania de antes de la guerra (44 millones de habitantes) tenía mucho camino por delante en lo que atañe a la igualdad de género. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ocupaba el puesto 49 de un índice de desigualdad de género que integran 162 países en el mundo. Hoy, como casi todos los números relacionados con la guerra, las cifras son difíciles de contrastar. Pero aún así las estimaciones y estudios de diversas organizaciones humanitarias internacionales dan una idea de algunas secuelas que el conflicto está dejando en las mujeres.

Un ejemplo: según Save The Children, el estrés y las penurias de la guerra han disparado el número de nacimientos prematuros en el país, un fenómeno recurrente en otros conflictos como las guerras balcánicas de los 90. El revés de la moneda son las valientes (y a menudo anónimas) periodistas que denuncian la corrupción endémica en Ucrania pese a las amenazas, las voluntarias desplazadas que siguen trabajando en zonas calientes, las mujeres policías y las que se han alistado en las fuerzas militares ucranianas. Estas últimas, en particular, han aumentado con la guerra de 30.000 en 2021 a 41.000 --de las cuales 5.000 combaten en el frente y que se suman a otras 19.000 civiles que prestan su ayuda al Ejército ucraniano--, según el Gobierno de Kiev.

EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica, ha hablado con algunas de ellas para recabar su testimonio:

Alena Strijak, jefa de policía

Alena Strijak, jefa de policía de Járkov.

Alena Strijak, jefa de policía de Járkov. / IRENE SAVIO

Alena Strijak tiene 34 años y es la única mujer jefa de policía de Ucrania. Lo dice con orgullo y habla con énfasis. Las ideas le salen tan a borbotones que a veces ni termina las frases. ¿Por qué hacerlo? La guerra no entiende de tiempos muertos, más aún si como Strijak una es responsable de la policía de patrullas de Járkov, un cuerpo que en esta región del este de Ucrania cuenta con 1.500 agentes, la casi totalidad hombres. "Es posible que esto cambie en el futuro, pero aún no ha pasado porque en el primer año de guerra no hemos abierto convocatorias para reclutar a nuevos policías", se apresura a aclarar esta mujer que entró en el cuerpo en 2015 como inspectora e hizo rápidamente carrera.

El día a día de Strijak tiene hoy nuevos desafíos. En su ciudad, por ejemplo, han aumentado las personas en estado ebrio y una realidad nueva son los robos en apartamentos, lo que ella vincula con la desesperación que provoca el conflicto. Cuenta que otros fenómenos también muestran que la guerra ha entrado en una especie de bucle. "La gente se ha acostumbrado a que suenen las sirenas y haya bombardeos. Lo bueno es que se ponen en contacto con nosotros, antes no había tanta comunicación como ahora", afirma.

Larissa, sargento jefa de batallón

Larissa, sargento jefa de batallón en Ucrania.

Larissa, sargento jefa de batallón en Ucrania. / IRENE SAVIO

En un anónimo campo de entrenamiento en el este de Ucrania, bajo unas temperaturas gélidas, es difícil distinguir a Larissa en medio de una cuadrilla de hombres en uniformes militares tácticos que se mueven al unísono. Son soldados que están siendo entrenados para mejorar su formación y Larissa es su instructora. Ella es experta en armas de fuego y tiene apenas dos semanas para enseñarles lo que sabe antes de que ellos vuelvan al campo de batalla.

Así terminó su anterior vida: de golpe. Hasta hace un año Larissa, que solo da su nombre de pila por motivos de seguridad, vivía otra realidad y tenía otro trabajo. Era, de hecho, administradora en una fábrica de la zona, un empleo que dejó cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó la invasión de gran escala de Ucrania. "Fue algo increíble asumir que nuestro país vecino había decidido invadirnos", dice.

Tatiana Zolotopup, voluntaria

Tatiana Zolotopup, voluntaria, en Kamianka.

Tatiana Zolotopup, voluntaria, en Kamianka. / IRENE SAVIO

En el pequeño pueblo de Kamianka, retomado por las fuerzas ucranianas a finales del verano pasado, Tatiana Zolotopup aparece al lado de una camioneta con una rueda pinchada. El percance lo ha descubierto al acabar el reparto de alimentos y medicinas a los habitantes del lugar, que no tienen ni luz ni electricidad y están prácticamente incomunicados, ya que los teléfonos no funcionan.

Es un sitio aislado, duro. Restos de edificios destrozados y pintadas con la letra Z del Ejército ruso decoran un paisaje en el que ahora reina la desolación, ya que además está prácticamente deshabitado.

Zolotopup, voluntaria originaria de Lugansk, ha llegado temprano y acabado rápido. Dice que decidió dedicarse a esto porque su región está bajo ocupación. "Somos un centenar de personas que trabajan principalmente en el área de Limán. Es difícil llegar hasta aquí por la distancia y el mal estado de las carreteras", asegura.

"Soy voluntaria porque entiendo cómo se siente esta gente de los pueblos retomados, qué han vivido. Mi región ha sido ocupada y yo ya no puedo regresar", reflexiona.