Guerra en Ucrania

La soga de las sanciones aprieta pero todavía no hunde la economía de Rusia

La Unión Europea hace un balance positivo de los nueve paquetes de sanciones y recuerda que el impacto tardará en dejarse notar pero que será irreversible | La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen cifra en 160 millones diarios las pérdidas del Kremlin por el tope impuesto por el G7 al petróleo ruso

Un camión de Gazprom en una gasolinera de Moscú, el pasado día 20 de febrero. EFE

Un camión de Gazprom en una gasolinera de Moscú, el pasado día 20 de febrero. EFE / EFE

Silvia Martinez

"Las sanciones son un veneno de acción lenta como los que están hechos en base arsénico: tardan en producir sus efectos, pero lo hacen, y lo hacen de una forma irreversible", resumía esta última semana el alto representante para la política exterior y de seguridad común de la UE, Josep Borrell, sobre el balance de los nueve paquetes de sanciones contra Rusia -el décimo está en preparación- aprobados este último año por los gobiernos de la Unión Europea para ahogar la economía del Kremlin e impedir que su maquinaria de guerra siga golpeando y destruyendo Ucrania. Aunque el impacto global no ha sido ni inmediato ni el esperado, el golpe no tiene precedentes y la UE confía en salir victoria de una batalla coercitiva cuyos resultados solo se podrán medir a medio/largo plazo.

Además de los 1.386 individuos -desde Vladímir Putin hasta su ministro de exteriores Sergei Lavrov, la cúpula política del Kremlin, propagandistas y multitud de empresarios y oligarcas que arropan los planes de de Moscú- y las 171 entidades incluidas en la lista de sanciones individuales, la UE ha prohibido este último año la exportación a Rusia de todo tipo de productos tecnológicos, desde ordenadores cuánticos hasta semiconductores, electrónica y software de alta gama. También ha prohibido vender a Moscú bienes y tecnología para el refinado de petróleo, motores de aeronaves, piezas de repuesto para aviones y helicópteros, combustible para reactores, tecnología de radiocomunicación y bienes de doble uso, civil y militar, como drones, y software para los aviones no tripulados. En resumen, todo lo que pueda servir para armar al ejército ruso en su guerra contra Ucrania.

Rusia, mientras tanto, tiene prohibido exportar a la UE petróleo crudo (desde diciembre pasado), productos refinados del petróleo (desde el pasado 5 de febrero), carbón y otros combustibles fósiles sólidos, acero, productos siderúrgicos y hierro, oro, incluidas las joyas, cemento, madera, papel y plásticos, marisco y licores (caviar, vodka, etc.) o cigarrillos y cosméticos. A todo esto se añade el tope al precio del crudo ruso y sus derivados transportados por mar que obliga a las empresas de reaseguro, financiación o que manejan este tipo de cargamentos a hacerlo solo si el precio máximo al que se vende el barril es de 60 dólares para el crudo. 

La estrategia sancionadora va más allá, con restricciones en todo tipo en el transporte por carretera, la aviación, el sector marítimo y el financiero, con la exclusión de bancos rusos del sistema de comunicación de pagos Swift, la prohibición de transacciones con el Banco Central de Rusia y de Bielorrusia. Además, Moscú tampoco puede recibir determinados servicios de empresas europeas: consultoría, asesoría legal, ingeniería o contabilidad. Pese al cierre a cal y canto del mercado ruso y a que más de un millar de empresas han anunciado su salida de Rusia este año todavía hay quienes siguen operando en el país, según el recuento de la Universidad de Yale.

Moscú aguanta el golpe

Hace tan solo unos meses, el consenso internacional apuntaba a que el golpe sería mortal, con un hundimiento de la economía rusa y una regresión económica brutal, de la que el Kremlin tardaría una década en recuperarse. Este colapso económico, sin embargo, no solo no se ha producido sino que organismos como el Fondo Monetario Internacional auguran que la economía rusa no solo no retrocederá como sostenía hace poco (la OCDE preveía una caída del 5,6% en noviembre pasado y del 3,3% el Banco Mundial) sino que crecerá un 0,3% en 2023 y un 2,1% en 2024. 

“Las cifras de enero del gasto presupuestario ruso son tan alarmantes que han provocado que se hable del inminente colapso de la economía. En el primer mes de 2023, el déficit alcanzó la cifra récord de 1,8 billones de rublos. El gasto creció un 58% en comparación con enero de 2022, cuando hubo un superávit presupuestario de 125.000 millones de rublos (25.000 millones de dólares), mientras que los ingresos cayeron más de un tercio. Sin embargo, sería prematuro descartar la economía rusa basándose en las cifras de un solo mes”, sostiene Alexandra Prokopenko en un análisis del think tank Carnegie Europe.

El año de la invasión fue un año extremadamente positivo para la industria de hidrocarburos rusa ya que, pese a vender menos al continente europeo, tras la decisión europea de independizarse del gas y petróleo ruso, Moscú se benefició de una escalada de precios “histérica”, según Borrell, que le permitieron ingresar un 28% más, según las estimaciones del Gobierno ruso. Solo en los primeros 100 días de la guerra ingresaron a cuenta de las exportaciones de carbón, gas y petróleo 93.000 millones de euros, de los cuáles 57.000 millones de euros correspondieron a las ventas a la UE, según cifras del Centro de Investigación de Energía y Aire Limpio (CREA). 

Este escenario, opina la Comisión, cambiará en 2023 como consecuencia de la decisión europea de diversificar el suministro y del tope al precio del petróleo, que está obligando a Moscú a vender el oro negro a precios de descuento a China e India. “Putin supuso que nuestro apoyo a Ucrania no duraría. Pensó que sería fácil mantener secuestrada a Europa, debido a nuestra dependencia del petróleo y el gas ruso. Pero se equivocó y hoy, un año después de que comenzara la guerra, ya ha perdido la guerra energética que inició”, decía esta semana la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, que cifra en 160 millones de euros los ingresos que el Kremlin deja de obtener cada día por el tope al petróleo.

A enero de 2023 la realidad es que los ingresos rusos se han desplomado casi a la mitad -son un 46% más bajos respecto a enero de 2022- y el déficit público se ha disparado. “Es catorce veces más alto en enero de 2023 que en enero de 2022”, ponía como ejemplo Borrell esta semana. También la balanza comercial de Rusia -que en 2022 obtuvo un superávit comercial debido a una excelente cosecha de trigo- estaba en enero “en su mínimo histórico de la media desde el año 2007”. Pese a este bache, Prokopenko considera que la economía rusa ha entrado en 2023 con más fuerza de lo que cabía esperar, gracias a los ingresos extraordinarios del año pasado y las ventas a los países asiáticos, y que el impacto dependerá de lo férreos que sean los controles a la exportación europeos. “Cuando el país sancionado dispone de importantes recursos financieros, el efecto de las sanciones sólo puede ser lento, gradual y acumulativo. Esperar el colapso de una economía líder es una ilusión”, estima Agathe Demarais, autora de “Backfire: How Sanctions Reshape the World Against U.S. Interests”.