TERREMOTO

La ayuda empieza a llegar a Turquía mientras Siria queda abandonada

La cifra de muertos ya ha llegado a los 20.000 mientras se reducen las esperanzas de encontrar supervivientes a medida que pasan los días

Unos hombres llevan el cuerpo de un niño sirio muerto en el terremoto.

Unos hombres llevan el cuerpo de un niño sirio muerto en el terremoto. / ODAI ALSATOUF / REUTERS

Adrià Rocha Cutiller

Empieza a hacerse de noche, con el sol ocultándose en el horizonte, cuando el líder del grupo se planta. "¡Parad, parad! ¡Que paren todos! ¡Largo! ¡Fuera!", grita el hombre mientras los suyos, saltando entre los escombros, corren tan rápido como pueden. Hace unos minutos, entre las ruinas, había aparecido un teléfono. Un rato después, aparecerá un cadáver. Pero ahora es momento de correr: detrás del edificio derrumbado, el mismo que hace unos días tenía ocho plantas, otro igual y aún en pie se estremece. "¡Todos fuera! ¡Va a caer!", grita el jefe del equipo. Todos se apartan. El edificio no cae. Las tareas siguen.

Desde la madrugada del lunes, el sureste de Turquía y el noroeste de Siria viven inmersos en una situación catastrófica sin que se atisbe su final. Hasta la fecha 20.000 personas han muerto en los dos países y 70.000 han resultado heridas. Estas cifras, sin embargo, son provisionales y por supuesto ficticias: con miles aún bajo los escombros, en los próximos días, los números se multiplicarán.

"Soy ingeniero y vengo de Izmir. Hace unos años estuve también de voluntario en el terremoto que ocurrió en Elazig, pero esto es incomparable. Es otro mundo. Las zonas más afectadas ya no existen. Sabemos de muchos sitios donde la ayuda y los equipos de rescate aún no han llegado. Queda muchísima gente atrapada. Aún no me creo todo lo que está pasando", explica un joven voluntario de los equipos de rescate turcos.

Norte y sur

A un lado y otro de la frontera, la emergencia se vive distinto. La moneda es la misma, las caras completamente opuestas: se parecen porque en ambos lugares la gente se quedó atrapada bajo los escombros de sus casas en plena madrugada, mientras dormía. Pero en el norte, en Turquía, la ayuda —internacional y local— ha llegado y llega. No a todos, claro, pero llega. En Siria, sin embargo, la situación es mucho más desesperada. "El noroeste de Siria ya atraviesa una grave situación humanitaria debido a los muchos años de guerra, la situación económica, la pandemia y, más recientemente, un brote de cólera", explica Médicos Sin Fronteras  (MSF) en un comunicado.

"Este terremoto empeora aún más la situación, en un contexto donde el sistema médico y sanitario es de por sí frágil. Nuestros equipos son testigos de la falta de combustible, electricidad, agua y saneamiento adecuados. Las personas afectadas por el terremoto también tienen grandes dificultades para acceder a apoyo de salud mental, incluido el personal de MSF", añade el comunicado.

En Turquía, a pesar del caos y el colapso que viven las regiones afectadas, estos servicios sí que llegan a una parte importante de los 13 millones de afectados, los 13 millones que habitan las 10 regiones afectadas. Casi todos ellos, de la noche a la mañana, o se han quedado sin casa o ya no pueden acceder a ella.

Sirios en ambos lados

El sureste de Turquía, la zona más afectada por el seísmo del lunes es también la región donde más refugiados sirios viven en el país anatolio. Muchos de ellos, gente que huyó de su país hace casi una década, han tenido que abandonar sus casas una vez más. "Estábamos durmiendo y, cuando empezó todo, salimos corriendo. Mi hermana cogió a su bebé de cuatro meses en brazos y salimos corriendo. Y justo cuando salimos todos afuera, la casa se derrumbó. Fue un auténtico milagro", dice Ragal, una joven siria de Damasco que vive desde hace 10 años en la localidad turca de Osmaniye, una de las más afectadas por el terremoto.

Ahora, Ragal y su familia viven en un campo de desplazados a las afueras de la ciudad. Cada tienda de campaña la ocupan una o dos familias. En la suya son cuatro familias, un total de 19 personas. Todos son sirios. "En el campo somos muchos sirios y turcos, pero los turcos nos dicen 'sois sirios, ¿qué hacéis aquí?' ¿Cómo puede pasar esto? Nos dicen que el terremoto ha sido nuestra culpa. Pero el terremoto no lo hicimos nosotros, lo hizo Dios. Nos culpan de todo", se queja Ragal, con la voz baja para que no la escuchen.

Durante el último año, Turquía ha vivido sumida en una crisis económica inflacionaria que ha destruido, casi por completo, la clase media del país. Desde entonces, muchos turcos han dado la espalda a los refugiados sirios, a los que culpan de la situación: Turquía es el país del mundo, con 3,6 millones, que más refugiados acoge.

"Nos dicen que desde que llegamos nosotros, todo se ha ido a la mierda, que ha habido un terremoto, que todo es más caro… Cuando vamos a coger algo de comida, en las colas del campo, nos dicen: 'venga, fuera, ¿por qué vienes aquí? ¿Por qué habéis venido a nuestro país?' ¿Que por qué vinimos? Porque hay una guerra, por eso. Vinimos aquí y estamos contentos, Turquía nos aceptó, amamos esta ciudad, gracias a todos. Pero el racismo se ha incrementado mucho", dice Ragal.

A su espalda, mientras habla, una mujer se desgañita. Su voz se rompe; los gritos le salen entrecortados: "¿Cómo puede ser todo esto? Estáis dándoles tiendas a los sirios, y yo que soy turca no tengo. ¡Esto es una vergüenza! ¡Vuestro pueblo se ha quedado sin techo!", exhorta la mujer. Ragal se gira, la mira intentando que la mujer no le devuelva la mirada. Entonces, la joven siria entra de nuevo a su tienda: mejor no ser vista fuera.