GIRA DEL PONTÍFICE

El Papa viaja a las guerras de África central

Francisco se desplaza a República Democrática del Congo y Sudán del Sur, días después de condenar un mundo “obsesionado por tener armas”

El Papa Francisco.

El Papa Francisco.

Irene Savio

El Papa verá de cerca a partir de este martes el abismo de dos de los conflictos más olvidados y crueles del planeta. Francisco visitará dos naciones de África central, la República Democrática del Congo (RDC) y Sudán del Sur, países devastados por la violencia y las crisis humanitarias. Se tratará de un viaje de seis días en los que el jefe de la Iglesia católica tiene previstos encuentros con refugiados, desplazados, y personas en situación de pobreza y hambruna extrema.

El viaje llega precedido por algunas declaraciones contundentes de Francisco sobre las razones detrás de estos conflictos, que repetidas desde allí tal vez se oigan también en otras partes del planeta. La primera es la condena contra la industria de las armas, “que es de las más potentes”, como dijo en una entrevista de la semana pasada con un medio estadounidense. 

La idea del Papa sobre este asunto es clara. “El mundo está obsesionado por tener armas. Los países, hoy en día en vez de ensayar el arma del diálogo, de la comprensión, del negociado, vamos al arma de la prepotencia, de la guerra, es más a la mano”, afirmó Francisco, en diálogo con la agencia AP, en la que también criticó los expolios que sufre África por parte de las grandes potencias.

Infierno en tierra

Los escenarios a los que Francisco acude —después de tener que postergar en julio el viaje por sus problemas de movilidad— son, en este sentido, unos de los más dramáticos que vive el mundo. Ambos países tienen conflictos en cursoEn RDC, se han reactivados los enfrentamientos en el este del país entre el Ejército y las milicias que existen en la zona fronteriza con Ruanda. Por eso, Francisco ha tenido que renunciar a la programada etapa en Goma.

En Sudán del Sur, los ataques contra civiles a manos de bandas armadas en medio del recrudecimiento de la violencia en los estados de Jonglei y del Alto Nilo (fronterizo con Sudán y Etiopía), ya han provocado centenares de muertos. Por esto, más de 20.000 personas se han visto desplazadas por la violencia desde agosto, según uno de los últimos informes de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

Las cifras sobre la crisis humanitaria son, de hecho, abrumadoras. En Sudán del Sur, un país de 11 millones de habitantes, hay un total de más de 2 millones de desplazados internos y más de 6 millones de hambrientos graves (en estado de inseguridad alimentaria aguda, en lenguaje técnico). En RDC, ha sido declarada una epidemia de cólera en la zona de Goma y el año pasado incluso el virus del Ébola volvió a asomarse en el este del país. Además, con el mundo mirando hacia otro lado, los fondos para la ayuda humanitaria que reciben las agencias de la ONU siguen siendo insuficientes

Católicos activos

Pero, en este escenario, generan gran expectativa las reuniones que Francisco tiene previstas en Khinsasa y en Yuba, la capital de RDC y de Sudán del Sur, con los fieles y sacerdotes locales. La razón es que, pese a todo, el catolicismo es aquí particularmente activo y los católicos son alrededor de la mitad de la población en los dos países, según estadísticas oficiales de la Iglesia.

Tanto es así que los católicos locales también participan en los debates más relevantes de las sociedades de ambos países. Además, en el caso de Sudán del Sur, también han participado en las negociaciones en 2018 para el llamado ‘Acuerdo Revitalizado de Resolución del Conflicto’, un pacto (en el que también colaboró la Asociación de Sant’Egidio) que, sin embargo, ha sido incumplido en muchas de sus partes y que el Gobierno de Yuba suspendió en noviembre pasado, supuestamente por la falta de acuerdo entre los partidos. 

Con ello, como suele hacer antes de sus viajes internacionales, el Papa acudió el lunes a la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, para encomendar su viaje a la virgen. La apuesta de los analistas en temas de religión es que el Papa aproveche la ocasión para lanzar mensajes fuertes. La incógnita es si, al finalizar su viaje el 6 de febrero, estos llamamientos habrán llegado a todos.