INVESTIGACIÓN DEL GOLPE EN BRASIL

La hora del juez Moraes, la bestia negra del bolsonarismo

El integrante del Tribunal Supremo, azote del bolsonarismo antes del asalto a las instituciones el 8-E, está al frente del esclarecimiento del conato de golpe

El presidente de Brasil, Lula Da Silva (izquierda), junto al juez Alexandre de Moraes durante la entrega del diploma presidencial en diciembre de 2022.

El presidente de Brasil, Lula Da Silva (izquierda), junto al juez Alexandre de Moraes durante la entrega del diploma presidencial en diciembre de 2022. / EFE

Abel Gilbert

La ultraderecha brasileña ha visto su profecía cumplida. El hombre al que Jair Bolsonaro había convertido en su bestia negra predilecta, hasta el punto punto de llamarlo "canalla", "sinvergüenza" y "vagabundo", es el encargado de juzgar a los responsables del asalto a la sede de los tres poderes del Estado. Alexandre de Moraes, uno de los 11 integrantes del Supremo Tribunal Federal (STF), ocupa desde el 8-E una centralidad política impensable apenas semanas atrás.

El pasado miércoles, De Morares confirmó la prisión preventiva de 140 golpistas y liberó a otros 60. El magistrado analiza en tiempo récord la situación de otros más de 1.300 detenidos por "flagrante afrenta al mantenimiento del Estado democrático de Derecho, en claro desacuerdo con la garantía de la libertad de expresión". Para De Morares hay pruebas concretas de la existencia de una "organización criminal que actuó para tratar de desestabilizar las instituciones republicanas". Hasta el propio Bolsonaro, quien por estas horas medita prolongar indefinidamente su estancia en Florida, se encuentra en el punto de mira de los fiscales que tratan de llegar al corazón de una conjura por la cual ya ha se encuentra detenido su exministro de Justicia, Anderson Torres.

Una ilusión óptica

Fue nada menos que De Moraes quien dio esa luz verde. El odio que le profesan los seguidores del excapitán del Ejército les lleva a creer sus propias fake news. Poco antes del 8-E, el bolsonarismo aseguraba en las redes sociales que el país se deslizaba hacia una "tragedia" porque el ministro de Justicia, Flávio Dino, había invitado al filósofo francés Michel Foucault como asesor.

La llegada del autor de Vigilar y Castigar y La verdad y sus formas jurídicas, entre otros ensayos medulares, provocaría, según la advertencia, el fin del sistema penitenciario: "Nosotros, buenos ciudadanos, trabajadores, honrados, servidores del Señor, devotos de la familia, perderemos nuestra libertad, quedaremos a merced de la marginalidad, nuestros hijos perderán la noción del bien y del mal, comprenderán que el crimen se paga". Y por eso llamaban a impedir la llegada del "abominable" Foucault. La ultraderecha había pasado por alto un detalle: el gran intelectual había muerto en 1984. "No puedo resucitar personas", se mofó Dino. En rigor, los bolsonaristas habían sido objetos de una ilusión óptica. Habían confundido al francés con De Moraes, proyectando su aversión hacia el juez en un difunto. Lo único que tienen ambos en común es una calvicie completa.

Historia de aversiones

Algunos analistas sostienen que Bolsonaro ha cosechado todo lo que sembró durante sus cuatro años en el Palacio Planalto. Al llegar al poder, el Supremo tenía un protagonismo político acotado. De hecho, fue condescendiente con los juicios contra Luiz Inácio Lula da Silva que terminó luego anulando. Tampoco se opuso al golpe parlamentario que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, en 2016. El Supremo entró en escena hasta 2020, en medio del negacionismo de la pandemia por parte del Gobierno. Bolsonaro no se demoró en atacar a los jueces. Lo que logró es que los integrantes de la máxima instancia judicial se volvieran más combativos de lo que solían ser.

De Moraes, apodado 'Xandão', tomó la voz cantante y comenzó a investigar a las llamadas "milicias digitales", los radicales que en las redes se encargaban de perseguir y difamar a opositores o exaliados. Condenó al diputado ultra Daniel Silveira por cometer actos antidemocráticos, lo que obligó a Bolsonaro a indultarlo. El odio hacia la figura del magistrado se incrementó cuando tuteló el proceso electoral y puso freno a las tentativas del bolsonarismo de alterar las reglas de juego.

El 8-E fue imaginado por los extremistas un momento de ajuste de cuentas con De Moraes. Maria de Fátima Mendonça Jacinto Souza llegó a Brasilia al grito de "vamos a la guerra, vamos por 'Xandão' ahora". Antes de tratar de asaltar la sede del Supremo, había sido condenada a tres años y 10 meses de prisión por tráfico de drogas. Su situación está en manos del juez que quiso linchar.

La hora señalada

Cláudio Couto y Rubens Glezer, columnistas de la revista 'Piuai', se preguntan si, frente a la dramática coyuntura que enfrenta Brasil, hay que aceptar "las duras" y "quizás excepcionales" medidas que viene adoptando el Supremo contra los golpistas, o "reforzar con razón nuestro compromiso con la estricta legalidad y el debido proceso legal". Si bien consideran que hay "argumentos razonables, pragmáticos y de principios" frente a ambas alternativas, sería mejor respaldar al Tribunal Supremo en un país donde los organismos de seguridad e inteligencia se mostraron ineficaces el 8-E por complicidad con la ultraderecha o ineficiencia. "Mientras prevalezca la disfuncionalidad en la Fiscalía, en las Fuerzas Armadas y en las demás fuerzas de seguridad, nos quedan pocas alternativas a la opción de endosar una carta blanca a 'Xandão' ", añade.