NUEVA ZELANDA

Jacinda Ardern, la mujer "fuerte y amable"

La primera ministra se ha ganado el reconocimiento mundial por una forma de hacer política tan empática como contundente

Jacinda Ardern

Jacinda Ardern

Montse Martínez

Con el mismo carisma que en 2018 se convirtió en la primera jefa de Gobierno del mundo que pidió el permiso de maternidad tras dar a luz, la neozelandesa Jacinda Ardern (Hamilton, 1980) dice ahora que se va porque no puede más. Que se ha quedado sin fuerzas, asegura. Deja atrás cinco años de gestión como primera ministra de

Nueva Zelanda

 en los que ha lidiado con retos de primera magnitud como la 

pandemia de covid

 y el 

atentado supremacista blanco

en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch -con un balance de 49 personas muertas-.

Un trabajo arduo para combinar con una criatura de pocos años de vida por mucho que su pareja -como ella ha explicado reiteradamente-, el presentador de televisión Clarke Gayford haya asumido la mayor parte del hogar y la crianza. Ella insistía en que solo podía gobernar porque su pareja tenía la capacidad de ser un cuidador a tiempo completo, aseguró en una entrevista al periódico 'Financial Times' en 2018 donde añadió: "Así que no quiero parecer una supermujer porque no deberíamos esperar que las mujeres sean supermujeres".

El Partido Laborista debe elegir ahora un reemplazo con el que acudir a las elecciones de octubre para enfrentarse al consabido escenario de desgaste que supone gobernar, incluso cuando de la aclamada Jacinda Ardern se trata. "Sé fuerte, sé amable". Ha sido uno de los principales lemas de una mujer aplaudida dentro y fuera de las fronteras de Nueva Zelanda al demostrar diariamente que la empatía y la amabilidad con sus conciudadanos no están reñidas con las decisiones contundentes.

Hasta tal punto ha llegado la simpatía hacia la gobernante de las antípodas que llegó a acuñarse el término 'Jacindamanía'. No todo ha sido fácil, como se ha apresurado a dejar claro cuando se ha despedido. Contuvo con éxito el covid con un cerrojazo en el país oceánico pero la economía resultó severamente castigada, cuestión que ahora sus electores le recriminan a juzgar por los sondeos.

Abandono de la iglesia mormona

Nacida en el seno de una familia mormona -su padre, policía y su madre, maestra de escuela- en la ciudad de Hamilton, a dos horas al sur de Auckland, vivió en varios pueblos rurales donde constató la

pobreza

y las necesidades que aquejaban a sus habitantes. Ya siendo adulta ha explicado que aquellas experiencias fueron decisivas en su compromiso político en el Partido Laborista, donde empezó a militar con 17 años.

Tras asistir a la Universidad de Waikato, donde se licenció en estudios de comunicación política y relaciones públicas, Ardern trabajó para Helen Clark, entonces primera ministra de Nueva Zelanda. En 2006, en el

Reino Unido

, fue miembro del equipo integrante de la oficina del Gabinete de Tony Blair, cuando se preparaba para ceder el poder a Gordon Brown. En 2008 regresó a Nueva Zelanda como diputada con la erradicación de la pobreza infantil y la defensa de los derechos de los homosexuales como estandartes. De hecho, esta defensa le llevó a abandonar la iglesia mormona al no estar alineada con sus principios. Jacinta Ardern siempre ha sido considerada también un estandarte anti-Trump en un momento en el que los gobiernos de derechas se extendían por todo el mundo.

Su empatía con las víctimas musulmanas tras el atentado supremacista de Christchurch sirvió para reconciliar a los ciudadanos tras el acto terrorista más sanginario de la historia del país. Nunca quiso referirse a él con su nombre y apellidos para no darle la notoriedad que, seguramente, buscaba. Anunció un cambio en la legislación sobre armas para prohibir la venta de las semiautomáticas y fusiles de asalto con una rapidez que dejó atónitos, especialmente, a muchos estadounidenses.

Ardern y su partido obtuvieron una aplastante victoria en las elecciones de octubre de 2020. Pero la gestión del covid, con su consecuente debacle económica, le han pasado factura así como la crítica de los detractores que aducen que la primera ministra no ha logrado erradicar la pobreza infantil, uno de sus caballos de batalla. Ahora, la mujer "amable y fuerte" dice se va, que no puede más.