ESTADOS UNIDOS

El escándalo de los papeles clasificados hunde a Biden en una grave crisis

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante una reunión con el primer ministro de Japón, Kishida Fumio, en el despacho oval de la Casa Blanca.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante una reunión con el primer ministro de Japón, Kishida Fumio, en el despacho oval de la Casa Blanca. / EFE/EPA/JIM LO SCALZO / POOL

Idoya Noain

En sus dos primeros años de mandato el presidente de Estados Unidos, Joe Bidenha tenido momentos políticos complicados, especialmente por la caótica retirada de Afganistán y la frustración de los estadounidenses con la inflación, que contribuyeron a hundir sus índices de popularidad. De lo que se había librado hasta ahora es de escándalos políticos que le salpicaran personalmente, más allá de la persistente sombra que proyecta sobre su figura su hijo Hunter, en la diana de una investigación del Departamento de Justicia y del intensificado escrutinio de los republicanos, ahora en control de la Cámara de Representantes. Una dinámica que ha cambiado esta semana.

La calma saltó por los aires el lunes con la revelación de que Biden se quedó documentos clasificados tras ocupar la vicepresidencia con Barack Obama y los guardó en el despacho que tenía en un laboratorio de ideas en Washington. El escándalo empeoró cuando el miércoles se supo que había guardado un segundo lote de materiales confidenciales en el garaje de su casa en Delaware. Y la gravedad de lo sucedido se ratificó el jueves, cuando el fiscal general Merrick Garland anunció el nombramiento de un fiscal especial, Robert Hurt, que de la mano de Donald Trump llegó a la fiscalía pública de Maryland, para dilucidar si alguien violó alguna ley (aunque la ley exime a Biden de cualquier imputación mientras esté en la presidencia).

La crisis, que el propio mandatario y su Casa Banca han creado y agravado con una cuestionable falta de transparencia sobre la secuencia de los hechos, es extremadamente inconveniente para Biden. También para la investigación que Justicia tiene abierta contra Trump con otro fiscal especial por un tema de manejo de material clasificado con marcadas diferencias pero también con paralelismos. Se crea, aunque sean casos con divergencias, una imagen de equivalencia. Y Biden y EEUU se sumergen en una situación excepcional.

Oportunidad para los republicanos

La crisis está dando alas a los republicanos. Enterrando definitivamente la imagen de caos que mostraron durante la elección de Kevin McCarthy como 'speaker', están unidos en sus acusaciones sobre el supuesto uso político de las agencias del Gobierno por parte de los demócratas contra los conservadores. Intensifican, además, las investigaciones que pueden acometer con sus nuevos poderes en el Congreso.

Ya esta semana habían creado un nuevo subcomité para estudiar esa supuesta politización, que presidirá el radical Jim Jordan y que tendrá ocho republicanos y cinco demócratas. El nuevo líder del Comité de Inteligencia, Michael Turner, ha requerido una sesión informativa antes del día 26 por parte de Garland y de Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional. Y tanto el 'speaker' McCarthy como James Comer, que va a presidir el Comité de Supervisión de la Cámara baja, han apuntado críticamente a numerosos interrogantes abiertos, y especialmente al hecho de que no se informara públicamente del primer hallazgo, que se produjo el 2 de noviembre, seis días antes de las elecciones legislativas.

Comer, que esta semana ha pedido al Departamento del Tesoro información sobre Hunter Biden y otros familiares del presidente así como el testimonio de antiguos directivos de Twitter que participaron en la respuesta que dio la red social al enterrar varios artículos que hablaban de Hunter, ha hablado directamente de "los esfuerzos de la ciénaga para ocultar al pueblo estadounidense esta información" sobre los documentos clasificados.

A los republicanos les han puesto en bandeja denunciar la "hipocresía" de Biden, que en agostó tildó de "irresponsable" a Trump por haberse llevado material con secretos nacionales. Y a la vez se han limitado los argumentos demócratas para seguir cuestionando a Trump, por más que, en el caso del expresidente, hubieran muchos más documentos, hicieran falta citaciones y hasta un registro del FBI para recuperarlos o que se esté investigando la posibilidad de que él y su equipo obstruyeran la justicia o destruyeran material clasificado.

Impacto, riesgo e interrogantes

El impacto negativo y los riesgos que el caso representa para Biden se han evidenciado toda la semana. El lunes ensombreció los resultados de la reunión trilateral que mantuvo en México con sus homólogos mexicano y canadiense. El jueves consumió su comparecencia para celebrar los últimos datos positivos sobre el freno de la inflación. Y ha creado numerosos y dañinos interrogantes sobre las acciones de la Casa Blanca.

En su anuncio del nombramiento de Hurt, Garland dio el calendario más detallado hasta la fecha de cómo se ha desarrollado el caso, lo que ha dejado al descubierto varias decisiones cuestionables. Aunque los primeros papeles se encontraron en el 'think tank' el 2 de noviembre y se entregaron a los Archivos Nacionales, que contactaron con el Departamento de Justicia el día 4, no fue hasta el día 9, uno después de los comicios, cuando se puso en marcha un proceso para que el FBI empezara su valoración.

Peor imagen aún para Biden y su equipo tiene otro elemento del caso. Los papeles en el garaje de Wilmington no se localizaron hasta el 20 de diciembre. Y además, entre el lunes y el miércoles, cuando empezaron las primeras reacciones públicas del abogado de la Casa Blanca, su portavoz y el propio Biden todos obviaron ese segundo hallazgo que ya conocían.