RUSIA Y BULGARIA

Bulgaria, un caballo de Troya ruso en la Unión Europea

Bulgaria es un pequeño país montañoso situado en la península de los Balcanes, a orillas del Mar Negro. Con 6,8 millones de habitantes, tiene 10.330 euros de renta per cápita, una de las más bajas de Europa, y un PIB de 71.077 millones de euros

Pese a esas relaciones estrechas con Occidente, la dependencia económica de Bulgaria respecto de Rusia es enorme

Casa Cultural de la Petroquímica Lukoil Neftohim Burgas FOTO: MARC MARGINEDAS

Casa Cultural de la Petroquímica Lukoil Neftohim Burgas FOTO: MARC MARGINEDAS / Marc Marginedas

Hay amores que matan, y patrocinios que chirrían por todos sus poros. Desde hace varios años, en Burgas, en la costa del Mar Negro, con poco más de dos centenares de miles de habitantes, los concejales de la asamblea municipal se reúnen en la Casa Cultural de la Petroquímica, situada en el mismo centro urbano, concretamente en el número 1 de la plaza Troykata.

Es un edificio moderno, céntrico y funcional, perfectamente adecuado, a primera vista, para albergar debates municipales y tomar decisiones. Solo se puede identificar lo extraordinario de la situación cuando uno se acerca a la entrada principal y lee el contenido de una de las placas que cuelgan en la pared: "Centro Cultural de la Petroquímica. Donado por la compañía petrolera Lukoil para el desarrollo de la cultura y la educación en la ciudad de Burgas. Junio 2012".

Se trata, en realidad, de Lukoil Neftohim Burgas, la filial búlgara del gigante petrolero ruso Lukoil, que regenta una gigantesca refinería, la más grande de toda la península de los Balcanes, a un puñado de kilómetros de la ciudad. Lukoil en Bulgaria es líder regional en la producción de derivados del petróleo y el principal contribuyente privado al PIB del país, además de generar más de 1.300 empleos directos e innumerables indirectos. Y hasta aquí la lista de loas.

Lukoil Neftohim Burgas también es una compañía criticada por su capacidad de influir a favor del Kremlin en las decisiones de los sucesivos gobiernos. A través de esta firma, el país de Vladimir Putin "controla el 100% del mercado" búlgaro en el sector del petróleo crudo, constata Martin Vladimirov, director del Programa para la Energía y el Clima en el Centro de Estudio para la Democracia, una posición dominante que permite a la empresa gozar de privilegios difíciles de comprender en un contexto comunitario.

"Lukoil en Bulgaria recibe sus ingresos, de 3.500 millones de dólares, en una cuenta 'offshore' en Suiza, un dinero que luego desaparece", corrobora Vladimirov. Gracias a estos "métodos de ingeniería contable", muy probablemente permitidos por las autoridades, durante tres lustros los responsables de la empresa rusa han sorteado al fisco búlgaro declarando pérdidas y dedicando a otros menesteres los beneficios obtenidos localmente, según denuncia Daniela Bozhinova, concejala y activista en Burgas.

Con la guerra de Ucrania han venido nuevas regalías. Presionado por Lukoil, el Gobierno de Sofía ha negociado duramente en Bruselas hasta ser eximido, junto con el de Croacia, de aplicar el embargo petrolero decretado contra Rusia a raíz del conflicto. Alegando que las instalaciones no pueden funcionar con crudo de otros orígenes, el estado balcánico ha sido autorizado a seguir importando petróleo ruso, al menos hasta finales de 2024.

Ahora, Lukoil aspira a más y reclama al Ejecutivo que patrocine en la UE una nueva exención y se le permita exportar productos refinados. Como contrapartida, ofrece a Sofía la posibilidad de empezar a pagar impuestos en Bulgaria. "Es un comportamiento propio de un caballo de Troya (del Kremlin)", se indigna Vladimirov. "¿Se imagina una empresa privada pidiéndole a un Gobierno que viole la ley y que ofrezca a cambio pagar impuestos?", continúa.

La refinería, además, genera importantes problemas medioambientales, que no parecen inquietar a las autoridades municipales de Burgas. "La basura se queda aquí, no en Suiza (donde se ingresan los beneficios) ni en Holanda (donde está registrada la empresa)", critica Hristo Lukov, periodista local especializado en el medio ambiente.

Este activista, entre cuyos desvelos se incluye medir a diario la calidad del aire, denuncia que las instalaciones, entre otras sustancias, liberan "por la mañana y al caer la noche" ácido sulfídrico, un gas corrosivo e inflamable que huele a huevo podrido y cuya exposición produce fatiga, pérdida de apetito y hasta abortos. Pese a su historial contaminante, Lukoil Neftohim Burgas tan solo ha sido multada una vez por las autoridades locales, por un montante de 100.000 euros, una cantidad irrisoria para su tamaño.

Dominio ruso en la costa

Los intereses inmobiliarios en la turística y espectacular costa del mar Negro constituyen el segundo gran puntal de Rusia en la economía del país balcánico. "Calculamos que 400.000 inmuebles" son propiedad de empresas y ciudadanos rusos, sostiene el analista Vladimirov. La mayoría de estas propiedades se hallan en manos de ciudadanos, aunque en muchos casos, muy relevantes figuras de la oligarquía rusa han adquirido aquí apartamentos de lujo, animados a invertir en un país cercano que les es familiar y cuyos habitantes, en muchas ocasiones, llegan incluso a hablar su idioma.

Saint Constantine y Helena, una pequeña playa a una veintena de kilómetros al norte de Varna y sede de un antiguo monasterio ortodoxo del siglo XIV cuyo altar ha sido erigido sobre un manantial de agua, es una colonia para turistas rusos que cuenta con huéspedes de lustro. Entre ellos, Aleksándr Chemézov, hijo de Serguéi Chemézov, presidente de Rostec, el principal conglomerado tecnológico de Rusia y uno de los personajes más próximos al presidente Vladímir Putin, con quien trabó amistad, allá por los años 80, cuando fue enviado por el KGB a Alemania Oriental.

"Vamos a cerrar el hotel por Navidad; no hay nadie para entrevistar", responde la recepcionista del complejo Estreya-Palace cuando se le inquiere acerca de la caída de turismo ruso tras el inicio de la guerra, una mujer a todas luces entrenada para identificar y ahuyentar a visitas curiosas. En este establecimiento cuya arquitectura intenta imitar el estilo tradicional búlgaro, la página web de investigación Istories difundió hace dos años que familiares de Chemezov, entre ellos su esposa y su hijo, habían adquirido los mejores apartamentos y que incluso Andréi Belianinov, exjefe de las aduanas, había comprado pisos.

Con un historial económico similar, de empresas públicas privatizadas a toda prisa en los 90, y adquiridas por miembros de los cuerpos de seguridad de ambos países que ya mantenían relaciones durante la guerra fría, la porosidad de la economía búlgara respecto al gran vecino del norte es muy elevada. Un ejemplo de ello es el grupo TIM, uno de los principales holdings búlgaros, fundado por Tihomir Mitev y Marin Mitev, dos miembros de las fuerzas de élite en la Bulgaria comunista, que controla la aerolínea del país y uno de los grandes bancos. "En sus orígenes sus consejeros procedían del complejo militar industrial, muy relacionado con Rusia", explica Nevena Troyanska, periodista y autora de un libro sobre TIM. Luego llegaron "a tener negocios" en la propia Rusia como una aerolínea, concluye.