CRISIS DEL CORONAVIRUS

China: de 'covid cero' a 'covid infinito'

El gigante asiático ha dado un giro radical en su forma de enfrentar la pandemia y, como el resto del mundo, ha optado por convivir con el virus

El último brote de covid que ha habido en China está dejando millones de contagiados a su paso.

El último brote de covid que ha habido en China está dejando millones de contagiados a su paso.

Georgina Higueras

Los chinos no dan crédito a lo que sucede en su país. Después de tres años de una política draconiana de 'covid cero', las protestas que estallaron a finales de noviembre en diversas ciudades contra los confinamientos llevaron a Xi Jinping a dar un giro radical en la forma de encarar la pandemia. Se acabó el intentar a toda costa impedir la entrada del coronavirus en el país en el que hizo su aparición. China, como el resto del mundo, ha optado por convivir con el patógeno y centrarse en tratar y prevenir las enfermedades graves que pueda ocasionar.

El levantamiento de las restricciones, sin embargo, ha desatado tal eclosión del virus que, según un informe interno de la Comisión Nacional de Salud (CNS), que el prestigioso diario hongkonés 'South China Morning Post' no pudo contrastar, en las tres primeras semanas de diciembre se contagiaron casi 248 millones de personas, es decir, alrededor del 18% de la población de China. El Gobierno ha optado por eliminar las estadísticas diarias de covid-19, una vez que ya no se hacen pruebas masivas y ante la evidencia de que no se correspondían con la realidad. Además, anunció que solo se contabilizarán como muertes por covid las insuficiencias respiratorias causadas por el virus.

Nadie sabe la situación real de China, asediada por la variante ómicron, mucho menos letal que sus predecesoras, pero mucho más contagiosa. Mientras casi un tercio del personal sanitario se encuentra de baja por covid, los enfermos abarrotan los hospitales y las llamadas clínicas de la fiebre, recién abiertas para albergar a todo el que tenga temperatura alta sea por covid o por otro motivo. Los crematorios y servicios funerarios no dan abasto. Los expertos vaticinan más de un millón de muertos en los seis meses que se supone durará el contagio masivo entre los 1.400 millones de habitantes del país.

En China se había instalado un profundo malestar por el deterioro económico que provocaban los intermitentes cierres y bloqueos impuestos cada vez que aparecía un infectado. Según Qichacha, una base de datos china de información comercial y empresarial, en la primera mitad de este año han cerrado 373.000 restaurantes y casas de comidas, más que en todo 2020. Pero el sector de la restauración no es el único, la política de 'covid cero' ha arruinado comercios, fábricas, transportes y agricultura, interrumpido las cadenas de suministro y empobrecido a decenas de millones de ciudadanos. Ni siquiera la potente industria farmacéutica se ha librado de la obsesión por cortar el paso al virus y su falta de preparación hace que ahora falten medicamentos en los hospitales, farmacias y puntos de distribución. 

Pekín no ha legalizado los cuatro principales genéricos indios contra la covid-19 que se adquieren fácilmente por Internet y, pese a exponerse a fuertes sanciones, muchos chinos están recurriendo al mercado negro de India para paliar la actual falta de medicinas, que incluye paracetamol, ibuprofeno y otros antivirales. La comunidad china en el exterior también está enviando a sus familiares y amigos todo tipo de medicamentos. 

Las protestas en la calle y el incendio de las redes sociales hicieron temer al Partido Comunista Chino una revuelta ciudadana que le colocara en la cuerda floja. Sin el respaldo de los votos, el PCCh se legitima repartiendo bienestar y mejorando la vida del pueblo. Tras el triunfo que ha supuesto sacar de la pobreza en cuatro décadas a 800 millones de personas, el paso atrás dado este año estaba generando mucho desasosiego en las filas del partido, en las que aumentaban los críticos a la política de covid cero. 

El bandazo, sin embargo, ha cogido desprevenidas a las autoridades locales que eran las que imponían el cierre de las ciudades, las cuarentenas y las restricciones más estrictas. El Gobierno central ha anunciado que, el 8 de enero, China reabrirá sus puertas al exterior y dejará de exigir una cuarentena a los visitantes. Con ello, el presidente Xi Jinping ha priorizado el crecimiento económico nacional sobre las eventuales muertes por covid y los más optimistas consideran que a partir del segundo trimestre podrá volver a hablarse de una expansión económica en torno al 5%. 

Una conquista para los jóvenes

El fin del 'covid cero' es una conquista para la mayoría de la población, sobre todo para los jóvenes, entre los que ha aumentado considerablemente el paro. En junio acabarán sus estudios otros 11,5 millones de estudiantes universitarios, comenzarán su búsqueda activa de empleo y agregarán presión al mercado. Los habitantes de las grandes ciudades que han sufrido cierres recurrentes también están ansiosos por volver a la normalidad. Pero si la recuperación económica es más lenta de lo esperado y se dispara el número de muertos, no se pueden descartar nuevas protestas que pongan en jaque la estabilidad social. Además, la falta de transparencia informativa en esta delicada fase de transmisión del virus puede generar una grave desconfianza hacia el Gobierno y fomentar el malestar social.

La propaganda gubernamental en torno a la buena gestión de la pandemia que permitió convertir a China en uno de los países con la tasa de mortalidad per cápita más baja del mundo, según la Universidad Johns Hopkins, puede volverse contra el Gobierno por no haber utilizado estos tres años para mejorar sus instalaciones hospitalarias; aumentar la vacunación sobre todo entre los mayores y los más vulnerables –solo el 40% de los mayores de 80 años tiene dos dosis y una ínfima minoría ha recibido una tercera de refuerzo–; apuntalar las cadenas de suministro farmacéutico y educar a la población para que se vacune y rechace las teorías conspiratorias que frenan la inmunización voluntaria. 

Detrás del abrupto giro copernicano de Xi Jinping se encuentra, sin duda, el profundo temor de China a caer en una recesión similar a la que azotó a Japón a principios de la década de los noventa y de la que aún no se ha recuperado. El tsunami que amenaza al PCCh viene azuzado por problemas estructurales de la política interna, entre otros el hundimiento de la burbuja inmobiliaria, las fuertes desigualdades sociales y el envejecimiento de la población, a los que hay que añadir los procedentes del exterior. Entre estos últimos destacan la creciente hostilidad de Estados Unidos, que ha impuesto durísimas restricciones a la venta de semiconductores a China lo que lastra el desarrollo tecnológico del gigante asiático; la guerra de Ucrania que, en cierta medida, refuerza los lazos entre Moscú y Pekín ante la eventualidad de un conflicto China-EEUU por Taiwán; la crisis económica mundial motivada sobre todo por el aumento del precio de la energía, y el debilitamiento alimentado por el covid cero de las cadenas de suministro globales.

Los expertos más optimistas de la Academia de Ciencias Sociales de China señalan que el país enfrenta un periodo crítico de seis meses de contagios 'ad infinitum'. Atrapado en sus propias contradicciones, el Gobierno confía en que la inmensa mayoría sean leves y en que la voluntad emprendedora y trabajadora de los chinos relance el crecimiento económico a partir del segundo trimestre de 2023. Si el sistema sanitario no colapsa, China, tal vez con su inmunización de rebaño, cave la tumba de la covid-19 como mortífera epidemia global.