LIMÓN & VINAGRE

Pedro Castillo, otra frustración para el Perú

El ya expresidente merece ser retratado en una novela pero no llega aún a la categoría de dictador-personaje, como tantos otros en Hispanoamérica

Pedro Castillo en Limón&Vinagre.

Pedro Castillo en Limón&Vinagre. / EPE

José María de Loma

José María de Loma

Dijo Vargas Llosa en una entrevista con El Comercio de Lima, en el año 2020, que el Perú "quizás" estaba "desjodiéndose". El reto era comenzar este texto sin reproducir la archifamosa pregunta que en Conversación en la Catedral (1969) y hablando de la dictadura de Manuel Odria, le hace el alter ego de Llosa a otro personaje, Zavalita, al que tienen frito desde entonces con tanto preguntarle tal cosa: "Cuándo se jodió el Perú".

Hemos visto la pregunta de marras en titulares y periódicos, noticiarios y radios. Toda la vida. Ahora otra vez. Pero el caso es que Perú sigue sin arreglarse aunque es verdad que logró subsanar en dos horas el intento de autogolpe de Estado de Pedro Castillo, quien disolvió el miércoles el Congreso y anunció nuevas elecciones, pero al que las Fuerzas Armadas abandonaron. El Congreso decidió seguir adelante con la tercera moción de censura contra Castillo, que fue apoyada y que lo apeó del poder. A seguido renglón, se proclamó a Dina Boluarte, vicepresidenta, como sucesora. Primera mujer que liderará el país. Algo bueno ha tenido pues el golpecito, llevar a una mujer al más alto cargo político de la nación. Seguramente para demostrar que ellas están tan capacitadas para cometer las mismas tropelías que los hombres. Castillo fue detenido y llevado a la prisión de Barbadillo, poco vino y poca broma, donde también está Fujimori cumpliendo 25 añitos de condena. Vargas Llosa le disputó en otra vida la presidencia de Perú a Fujimori, cosa que está contada en El Pez en el agua, golosa y nutritiva obra, mitad memoria, mitad narración de una campaña electoral. Llosa quería arreglar el Perú pero el Perú eligió a un corrupto. Pero eso es otra historia, si bien no es descartable que para muchos sea la historia.

Pedro Castillo podría ser nombre de abogado vallisoletano, de futbolista mexicano, de ortodoncista guatemalteco o tal vez de ingeniero tinerfeño, así es la universalidad hispana, pero es un peruano nacido en 1969, que cree que algunos de sus rivales políticos nacieron ayer. Es maestro, pero no de estrategia política. Es una desgracia que quien trabaja con la tiza pueda ser también partidario de las armas. Castillo llevaba en el poder desde 2021 pero era famoso en su país desde mucho antes, cuando en su juventud se dedicó al sindicalismo para defender una mejora de condiciones laborales para el profesorado, llegando a organizar huelgas nacionales. Su partido se llama Perú Libre, lo cual constata cuanto le gustan a los aprendices de tirano los términos grandilocuentes y contradictorio con sus intenciones. Castillo merece ser retratado en una novela pero no llega aún a la categoría de dictador-personaje, como tantos otros en Hispanoamérica. No ha llegado a Supremo ni siquiera a Fujimori y Dios nos libre (y la democracia) de más émulos de Pinochet, Videla y tantos. Castillos. Qué se puede esperar de alguien que llama a una hija Alondra.

Seguidores de Pedro Castillo se manifiestan en Lima.

Seguidores de Pedro Castillo se manifiestan en Lima. / EFE

Tiene otro, ambos con un amor de adolescencia. Al menos es fiel a algún ideal. Su presidencia ha estado marcada por polémicas derivadas de los zotes que ha nombrado ministros. Otros sí estaban a la altura, no solo por las características geográficas de Lima, también por su formación. Pero un buen número de ellos recibieron fuertes críticas por ser personajes de dudosa capacidad y calibre, trayectoria y limpieza ética. Se resiste el cronista a tildarlo de populista, adjetivo del que se abusa tal vez de manera populista.

Su ideario estuvo al principio trufado de conservadurismo, pero su proceder y maneras, y decisiones lo retratan como izquierdista incluso con intenciones redentoras. Uno de sus lemas ha sido “Nunca más un pobre en un país rico”. Los lemas loables lo son hasta que te parecen dogmas indiscutibles. Hasta que te parece buena idea disolver el Congreso y originas una serie de revueltas y protestas, algaradas y reacciones que te ponen en tu sitio. La cárcel es su sitio ahora. La historia no sabemos dónde lo mandará.

Su sucesora anuncia en estas horas que anticipa elecciones, abril de 2024, lo cual es tener un concepto un tanto peculiar del concepto adelantar. Ya se sabe que el castellano corre riesgo de fragmentación. Tocaban en 2026 pero las protestas sociales de estas últimas jornadas, con decenas de heridos y dos muertos, han hecho que se replantee sus intenciones. Muertos. Incluso las revoluciones de pacotilla tienen sus muertos, a los que para mayor recochineo se les niega la categoría de mártires. Uno de ellos es menor de edad. Quince años. Los sueños de poder siegan vidas. Veremos hasta que punto de ebullición llega la inestabilidad. Partidarios de Castillo contra detractores. La lucha está en la calle. Es jodido hacer pronósticos.