CRISIS EN PERÚ

El dilema de los gobiernos progresistas latinoamericanos frente a la destitución de Castillo

El expresidente peruano no tuvo expresiones de solidaridad cuando intentó disolver el Congreso

Sus homólogos reconocieron las constantes trabas de las elites que nunca le permitieron gobernar

Pedro Castillo.

Pedro Castillo. / REUTERS

Abel Gilbert

Pedro Castillo no tuvo quien escribiera a su favor en América Latina. Los líderes progresistas apenas balbucearon lamentaciones sobre la suerte de la institucionalidad peruana y el comportamiento de las elites. Las razones del laconismo regional están relacionadas en las propias acciones del maestro rural. El presidente destituido se había autocondenado desde el momento en que intentó disolver al Congreso.

Luiz Inacio 'Lula' da Silva, quien probó personalmente la medicina de la conjura con su cárcel y el juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, en 2016, tomó una cautelosa distancia de los sucesos que durante cuatro horas sacudieron Perú. El hombre que, en nombre del Partido de los Trabajadores (PT) asumirá por tercera vez la presidencia de Brasil, el próximo 1 de enero, dijo haber seguido "con mucha preocupación" los hechos que condujeron a la "destitución constitucional" de Castillo.

El subrayado de Lula no fue menor. A su criterio, todo se resolvió en el marco de las instituciones republicanas. "Siempre hay que lamentar que un presidente elegido democráticamente tenga ese destino, pero entiendo que todo se desarrolló dentro de los moldes constitucionales". Lula llamó a "todas las fuerzas políticas peruanas" a trabajar “juntas, dentro de una convivencia democrática constructiva, la única forma capaz de traer paz y prosperidad al querido y fraterno pueblo peruano".

"Sus propios errores"

El colombiano Gustavo Petro intentó también hacer un análisis cauteloso de lo ocurrido. Si bien recordó que "Pedro Castillo, por ser profesor de la Sierra y presidente de elección popular fue arrinconado desde el primer día", fueron sus propios errores los que contribuyeron de manera decisiva a su caída.

"No logró la movilización del pueblo que lo eligió, se dejó llevar a un suicidio político y democrático". A pesar de sus críticas, Petro consideró que el exmandatario, quien se apresta a ser juzgado por sedición, nunca pudo dirimir a su favor la disputa que mantenía con un Congreso desprestigiado y manejado por la derecha.

"Cuando lo conocí intentaban allanar el Palacio de Gobierno para detener a su esposa y a su hija. Atribulado me recibió. Ya se desarrollaba un golpe parlamentario en su contra. Me sorprendí que se quedaran encerrados en el palacio, aislados del pueblo que los eligió", recordó Petro. Su debilidad de origen lo llevó por el permanente sendero del error. "Indudablemente se equivocó al tratar de usar el artículo de la Constitución peruana que permite disolver el Congreso que ya había decidido destituirlo sin respetar la voluntad popular". Para Petro, "la antidemocracia no se combate con antidemocracia".

El Gobierno chileno encabezado por el presidente Gabriel Boric, quien había anunciado su viaje a Lima para asistir a la cumbre de los países de la Alianza Pacífico, exhortó a preservar la institucionalidad para resolver los conflictos. "Nuestro país hace un llamamiento enfático a que se respeten los derechos humanos y las libertades fundamentales y reafirma su compromiso con la democracia y el diálogo", señaló con austeridad el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. En un mismo tono, Argentina expresó también su "profunda preocupación" y exhortó a resguardar el "orden constitucional".

México, Bolivia y Venezuela

El mexicano Andrés Manuel López Obrador reconoció su intención de dar asilo político a Castillo, una vez que su asonada quedó en el aire. Sobre el desenlace de la crisis señaló: "Lamentamos mucho lo que sucedió porque desde que ganó legal y legítimamente, Pedro Castillo fue víctima de acoso, de confrontación, no aceptaron sus adversarios, sobre todo las élites económicas y políticas de ese país, el que él gobierna".

El boliviano Luis Arce reclamó, por su parte, condenar el "constante hostigamiento de élites contra gobiernos progresistas" de la región. Para Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales, quien fue derrocado en noviembre de 2019 por un golpe, Castillo no tuvo paz desde que asumió la presidencia. "La derecha peruana intentó derrocar a un Gobierno democráticamente electo por el pueblo, por las clases humildes que buscan más inclusión y justicia social", puntualizó.

Desde Caracas, en tanto, Nicolás Maduro intentó leer la crisis peruana en clave venezolana. Castillo, señaló, debió enfrentar "una persecución parlamentaria, política y judicial sin límites". El maestro rural, añadió, fue llevado "al extremo de intentar disolver el Congreso del Perú" para enfrentar "un acoso permanente". Maduro también habló de las "élites oligárquicas que no permiten que un simple maestro llegue a la presidencia del Perú e intente gobernar para el pueblo".