Opinión | ANÁLISIS

América para europeos: el populismo se apaga

Donald Trump

Donald Trump

Para la Unión Europea y, en general, para el tejido democrático global, las elecciones de medio mandato del pasado martes en los Estados Unidos contenían una gran incógnita de cuyo desenlace dependía en buena medida el futuro del gran consenso occidental. Esta incógnita era, naturalmente, el papel que los norteamericanos otorgarían a los candidatos más identificados con el expresidente Trump.

Es bien conocido que en las elecciones ‘midterm’ el electorado suele aprovechar para castigar al gobierno de turno, ya que gobernar es por fuerza asumir también factores de impopularidad. Sin embargo, una parte de los sondeos demoscópicos y de los analistas políticos norteamericanos presagiaban un verdadero desastre para los demócratas, que, de haberse confirmado, hubiera dado a Trump alas para aspirar con fundamento a la nominación republicana en las elecciones de 2024, y quién sabe si a ganarlas de nuevo.

Pero no ha sido así. Los republicanos han progresado discretamente en el Congreso pero han estado muy lejos de lograr la gran barrida con que soñaban, y, en concreto, los candidatos respaldados personalmente por Trump han cosechado un resonante fracaso. En cambio, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, antiguo colaborador de Trump que se emancipó de él para dar curso a sus propias aspiraciones, ha revalidado su cargo y ahora tiene todas las oportunidades de conseguir la nominación de su partido para suceder al expresidente multimillonario, irascible, mendaz y golpista que defrauda el fisco y que lanzó a sus partidarios a una tentativa de golpe de estado con el pretexto infame de que le habían sido robadas las elecciones.

Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca en enero de 2017 y la constatación de su peculiar estilo de gobernar, ha ido elaborándose un dilema en la opinión pública norteamericana. Para unos, Trump ha sido/es un incidente aislado en el camino. Un loco poseído de sí mismo que ha logrado colarse en la ortodoxia democrática americana para sembrar temporalmente un populismo abyecto que reforzaba las tendencias aislacionistas de los republicanos, recelaba de la OTAN, daba la espalda a Europa, ponía en cuestión algunas de las principales libertades civiles y regresaba a una primaria ley de la selva, con un Estado reducido a la mínima expresión y una concepción darwiniana de la sociedad. Los analistas de este primer grupo piensan, pues, que, desaparecido de escena Trump, las aguas volverán a su cauce: la democracia se regenerará, la legitimidad de las instituciones se respetará y los republicanos seguirán con su visión introspectiva y conservadora, pero no antisistema.

Para otros, más pesimistas, Trump no ha sido un accidente en el camino sino el resultado de una degeneración permanente del modelo americano, que reconoce el fracaso de la integración de sus minorías, que renuncia al liderazgo democrático global, que ha naufragado en su intento de poner en pie un reducido estado de bienestar y que impone normas autoritarias que dan eminencia al individualismo frente a cualquier idea de cooperación.

Felizmente, estas elecciones parecen dar la razón a los primeros, a los que creen que Trump ha sido un mal efímero y ya superado, por lo que es de suponer que los nuevos republicanos, entre los que destaca DeSantis, devolverán al partido una pátina de respetabilidad que actualmente ha perdido. Con todo, conviene saber que De Santis, ahora despreciado por Trump porque lo considera un rival más que un conmilitón, no es una paloma frente a los halcones de su formación: todo lo contrario, este personaje está en la extrema derecha, pero no ha hecho trampas fiscales ni ha llamado al golpe de Estado ni duda de la institucionalidad de la vetusta pero sólida estructura política de su país.

Seríamos muy torpes los europeos si no aprendiéramos la lección que nos lega Trump"

Ojalá se confirme aquella primera visión de la realidad que deja a Trump atrás, pero seríamos muy torpes los europeos si no aprendiéramos la lección que nos lega Trump. Nada nos asegura que no puedan aparecer otros trumps en el futuro, que dejen a Europa desguarnecida e invertebrada. Biden ha sido la pieza clave providencial de la respuesta occidental a la agresión rusa contra Ucrania. Sin la iniciativa, las armas y los recursos aportados por Washington, la Unión Europea hubiera sido completamente incapaz de contrarrestar la osada agresión de una Rusia atávica lanzada por un autócrata iluminado a una aventura imperialista. Y por lo mismo, la UE no puede hacer ahora como si en USA no pudiera producirse nunca más un vuelco populista como el que acabamos de vivir y de superar con evidente dificultad.

En suma, la Unión Europea tiene que consolidar su federalización y que dotarse de una fuerza militar defensiva que garantice su superioridad ante cualquier hipotética agresión. Porque, aunque Trump esté decayendo, el trumpismo es un contagioso virus que puede volver a reproducirse en cualquier momento.