ASIA

Los pespuntes de China contra la pobreza

La erradicación de la pobreza extrema, conseguida el pasado año, es una bandera de la política de Xi

Una joven borda en el Instituto de Bordado de Baisha, una aldea en la provincia de Yunnan.

Una joven borda en el Instituto de Bordado de Baisha, una aldea en la provincia de Yunnan. / Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Las manos de Yang Jinfeng pasaron de empuñar azadas a encadenar precisas puntadas de hilo. "No sabía si podría hacerlo porque nunca fui buena con las manualidades y tenía los dedos destrozados pero sólo necesité paciencia. Gracias a este lugar salí de la pobreza. El año pasado me compré un pequeño terreno y un coche", dice con timidez mientras pespuntea un fresco budista.

El Instituto de Bordado de Baisha, una aldea en la provincia de Yunnan, es una de las miles de iniciativas con las que China ha erradicado la pobreza extrema. El logro, por rapidez y volumen, carece de precedentes. Dos tercios de su población, unos 750 millones de chinos, eran pobres en 1990, según el Banco Mundial. En 2012 eran 90 millones y cuatro años después habían bajado a siete, un 0,5% de la población.

El presidente chino, Xi Jinping, anunció el pasado año que habían cruzado la meta. El 75% de la erradicación de la pobreza global en las últimas décadas ha llegado desde China así que conviene relativizar el triunfalismo sobre cómo ha retrocedido en todo el mundo.

Tradición centenaria

La provincia de Yunnan, fronteriza con Tailandia y en el otro extremo de la boyante costa oriental, pasó desapercibida hasta que décadas atrás llegaron los primeros mochileros. Yunnan resume el mito de Shangrilá con sus poblados de madera y piedra, hundidos en valles frondosos y con arrogantes picos a los que las nubes no alcanzan. La naturaleza exuberante y la variedad étnica la convierten en el rincón más interesante del país. El turismo de masas ya ha dejado las ciudades viejas de Dali o Lijiang como groseros parques temáticos pero basta con separarse unas decenas de kilómetros para encontrar el sosiego.

En el poblado de Baisha se preguntaron cómo sacarle partido al turismo vecino y cayeron en la centenaria tradición de bordado de la etnia naxi. Era costumbre durante la dinastía Qing que los siervos del pequeño reino de Lijiang los entregaran al emperador y las madres a las hijas en las vísperas del casamiento. Su temática religiosa se amplió con la llegada de los han, la etnia mayoritaria china, y hoy la sala de exhibición muestra paisajes oníricos, representaciones de pandas o escenas cotidianas de los naxi. El tamaño y la destreza de la artista define el precio. Un millón de yuanes (142.000 euros) cuesta el rostro de Buda que preside la pared más noble.

Jin Qiu, monitora, describe un proceso que se retroalimenta. "Los funcionarios provinciales pidieron seis años atrás al director que enseñara el bordado a las campesinas. Así que un puñado de profesores fueron a las aldeas perdidas en las montañas para darles clases de los conceptos más básicos durante un par de meses. Las mejores llegaron al instituto para perfeccionar su técnica y después regresaron a sus pueblos para enseñar al resto". Una docena de mujeres trabajan en el instituto y 300 más lo hacen desde sus hogares, a tiempo parcial o completo.

Un instituto muestra la tradición centenaria del bordado a las campesinas en la provincia china de Yunnan.

Un instituto muestra la tradición centenaria del bordado a las campesinas en la provincia china de Yunnan. / Adrián Foncillas

Inversión de 80.000 millones

China ha invertido en la erradicación de la pobreza más de 80.000 millones de euros desde que en 2015 quiso darle el último acelerón. Ha construido carreteras y viviendas, transferido dinero a los menesterosos y recolocado a millones de chinos de aldeas yermas en nuevas ciudades. También envió a 775.000 funcionarios a "mapear" la pobreza del país y emparejó a cada uno con hogares necesitados para supervisar el proceso de mejora.

Es comprensible que las provincias rurales registren el mayor apoyo popular al Gobierno. No siempre fue así. Dedicarles esfuerzos se entendía como una pérdida de energía en los tiempos del crecimiento económico a toda costa de Jiang Zemin. Sus sucesores, Hu Jintao y Xi, se han esforzado en mitigar las desigualdades sociales y otros desaguisados de aquel sálvese quién pueda.

La familia de Yan, con cuatro adultos, sacaba unos 20.000 yuanes (2.840 euros) anuales plantando arroz o maíz y hasta 50.000 (7.100 euros) con tabaco. Los 36.000 yuanes (5.100 euros) anuales que ingresa solo Yan con los bordados casi cuadriplican los que conseguía con las mejores cosechas. Durante cinco años compaginó la tierra y el hilo hasta que abandonó el primero.

"Era agotador, trabajaba más de 12 horas cada día. Bordaba de noche y las obras me salían defectuosas. Ahora gano más dinero y además contribuyo a la cultura de mi gente. Lo que hago perdurará en el tiempo", razona. El instituto ofrece a las trabajadoras dos alternativas: pueden pactar un precio de la obra, que cobrará tras entregarla, o esperar a que alguien la compre y recibir la cuantía total. Las más expertas consiguen unos 300 yuanes (42,6 euros) diarios; las primerizas, unos 50 yuanes (7,1 euros).

Por debajo de 1,69 dólares al día

China fija en los 1,69 dólares diarios el umbral de la pobreza, por debajo de los 1,90 dólares del Banco Mundial. En los últimos tiempos se debate si debería adecuarlo a la realidad de un país más maduro pero la erradicación de la pobreza es un asunto político sensible.

El primer ministro, Li Keqiang, recordó dos años atrás que 600 millones de chinos viven con menos de 1.000 yuanes (142 euros) mensuales, lo que pareció un sorprendente intento de aguarle la fiesta a Xi. En las vísperas del Congreso desapareció de las carteleras 'Regreso al polvo', una película de Li Ruijun, a pesar de su excelente recaudación. Contaba el delicado romance de una pareja de campesinos en un polvoriento pueblo de Gansu y, probablemente, describió sus penalidades con más detalle de los que Pekín toleraba. Ni siquiera la salvó la leyenda sobreimpresionada, ausente en los festivales europeos, explicando que el protagonista fue feliz en la nueva casa otorgada por el gobierno.  

A China le quedan deberes pendientes en las zonas rurales y se puede discutir si faltan o sobran algunos millones de pobres en sus cuentas. La certeza es que nunca se había luchado más y mejor contra la pobreza en el mundo que en China durante las tres últimas décadas. Basta viajar hoy por el país para comprobar el contraste con aquella dolorosa miseria.