Opinión | GUERRA EN UCRANIA

Entre Orwell y Le Carré

Putin ha dejado claro que no aceptará una derrota pese a las dificultades que enfrenta en el campo de batalla y la retaguardia

Agentes policiales rusos detienen a un hombre durante una manifestación contra la guerra de Ucrania en Moscú.

Agentes policiales rusos detienen a un hombre durante una manifestación contra la guerra de Ucrania en Moscú. / Reuters

John Le Carré es una herramienta esencial para conocer las claves ocultas de los sumideros de la alta política internacional. Sus argumentos se centraban en la Guerra Fría, un mundo que ya no existe, pero aún sirven para interpretar a sus imitadores. Los nuevos espías no gastan gabardina ni se mueven en películas en blanco y negro. Ahora se sientan en el Kremlin y amenazan con una hecatombe nuclear. En el otro lado, en el de los presuntos buenos, manda una élite belicosa educada en la confrontación y el negocio, incapaz de pensar fuera del marco.

Los hechos: las explosiones en los dos gasoductos que unen Rusia con Alemania parecen un sabotaje más que un accidente en medio de la confrontación entre Rusia y Occidente. Suceden en un momento en el que los países europeos dependientes del gas ruso tratan de encontrar vías alternativas. Temen que el descontento de la población derribe gobiernos. 

Las novelas policíacas nos enseñan que toda investigación arranca con una pregunta: ¿a quién beneficia el crimen? ¿Qué interés podría tener Washington en colocar a la UE en una situación de vértigo en medio de la subida de los precios de los carburantes y de la inflación? Sin embargo, en un contexto de guerra asimétrica no deberíamos descartar nada por inverosímil que parezca.

"En un contexto de guerra asimétrica no deberíamos descartar nada por inverosímil que parezca"

Batalla informativa

Vladímir Putin tiene una ventaja en este escenario de posverdad: siempre habrá quien crea y difunda sus mentiras en Occidente, o se invente otras. Aquí se libra una gran batalla informativa. El Kremlin ha puesto un pie en Italia y otro en Hungría, y tiene esperanzas de que surjan nuevas Georgia Meloni que volteen el tablero de juego. Es una partida a largo plazo.

Otro hecho: Rusia está en dificultades en el campo de batalla y en la retaguardia. La movilización parcial de cerca de 300.000 reservistas ha provocado protestas en varias ciudades del país. No es una revolución, pero el virus del descontento es visible. Se ha roto el precinto del no hables, no mires, no escuches. La anexión de territorios ucranianos tras unos referéndum-bulo prueba que el Kremlin vive de generar y sostener una mentira que nada tienen que ver con su situación militar. La matanza de civiles que huían de Zaporiyia es otro acto criminal de desesperación.

Putin ha dejado claro que no aceptará una derrota. Antes de capitular está dispuesto a utilizar armas nucleares. Podría ser una bomba táctica sobre una zona despoblada de Ucrania para que el viento empuje la nube radioactiva a algún país de la OTAN. ¿Se consideraría este escenario un motivo para activar el artículo 5 del Tratado de la Alianza del Atlántico Norte que obliga a una respuesta conjunta, incluida la de España? EEUU ha trasladado a Moscú el mensaje de que la réplica sería demoledora.

El historial de Putin nos enseña que el lanzamiento de una bomba sobre una zona deshabitada sería su manera de tantear esta firmeza. Después podrían llegar más bombas tácticas en una escalada que fuerce una disyuntiva: abandono de Ucrania o hecatombe nuclear.

Terrorismo ruso

El jefe del Kremlin no ha tenido problemas para usar el terror dentro y fuera de sus fronteras. Los atentados en Moscú en septiembre de 1999, previos a la segunda guerra chechena, tenían la firma de sus servicios secretos rusos. Fueron la excusa para laminar Grozni.

Putin ya ha utilizado material radiactivo en Europa. Envenenó a Alexander Litvinenko en 2006 con polonio 210, una sustancia peligrosa que puso en riesgo a decenas de miles de londinenses. La disidencia se paga con la muerte, sea por caída de un edificio o aparente suicidio.

A Putin le gusta probar la resolución de su rival, quiere saber si parpadea antes de desenfundar. Occidente respondió a las invasiones de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, en 2008, y las del Donbás y Crimea, en Ucrania en 2014, con unas tímidas sanciones y protestas verbales.

Los errores de Biden

El presidente de EEUU, Joe Biden, ha cometido graves errores, varios por exceso de locuacidad. No escuchó a Fionna Hill, una de las máximas expertas en el líder ruso, que recomendaba en marzo no dar la impresión de que el objetivo era derribar a Putin, más allá de armar a Ucrania. Pese a que Biden llamó asesino al jefe del Kremlin, no se ha atrevido a declarar a Rusia Estado terrorista. Falta consenso internacional. No todo es Occidente.

El general inverno frenará los avances militares, permitirá reorganizar estrategias y dará una pausa dramática a los líderes-alfa. No esperen una negociación salvadora. Toca frío, paciencia y muchas lecturas de Le Carré. Si tienen dudas de qué hacer rescaten a George Orwell: "La manera más rápida de finalizar una guerra es perderla". Feliz 1984.