ANÁLISIS

La guerra de Putin cumple seis meses: el futuro del conflicto se dilucida en países en paz

La muerte de 11 generales rusos ha obligado a ceder el mando en el frente a oficiales

Zelenski aspira a reconquistar el puerto de Jersón, en el mar negro, antes del invierno, aunque el Ejército preferiría esperar a primavera

Ramón Lobo

Ramón Lobo

Llevamos seis meses de guerra en Ucrania y parecen haberse apagado las voces que culpaban a la OTAN de la invasión, repitiendo de manera irresponsable, o consciente, la propaganda del Kremlin. Si Moscú estaba tan enfadado con Occidente por la expansión al Este, ¿qué hacía el presidente ruso Dimitri Medvedev en la cumbre de la Alianza Atlántica de 2010 celebrada en Lisboa? Ya se habían producido casi todas las ampliaciones, e incluso la petición de ingreso de Ucrania. ¿Qué hacía ahí enterrando la Guerra Fría; sintiéndose socio y no adversario?

Rusia vive una involución ultranacionalista, religiosa y xenófoba dirigida por un clan surgido de la vieja KGB en convivencia con las mafias que saquean el país. Son abundantes los programas de televisión en los que se habla de bombardear Londres y matar a millones de personas o lanzar una guerra nuclear contra un Occidente caricaturizado como un lugar lleno de gais. En la cumbre de Madrid de junio, una OTAN reforzada con Finlandia y Suecia, definió a esta Rusia desmedida como el principal peligro para la paz.

Frases para la galería

En sus últimas declaraciones, Joe Biden, Olaf Scholz y Recep Tayyip Erdogan han defendido la integridad territorial de Ucrania y su soberanía sobre Crimea. Son frases para la galería. Detrás de ellas late el miedo. A Europa le espera un inverno duro por la escasez de gas y la alta inflación.

El futuro de la guerra se dilucida en países en paz, en su capacidad de sostener el compromiso de ayuda a Ucrania. El precedente del abandono de Afganistán no es bueno. La diferencia es que en esta guerra, que se libra en suelo europeo, está en juego el futuro del continente. Si ganara Vladímir Putin, habría más guerra, tal vez en los Bálticos, y más riesgo de Tercera Guerra Mundial. El Kremlin no ha dejado en estos seis meses espacio a la negociación, más allá de sus juegos con los corredores humanitarios y el paso de los barcos cargados de trigo.

¿Cómo podría el presidente Volodímir Zelenski defender y vender a su población un acuerdo de paz que incluya importantes renuncias territoriales tras 9.000 soldados muertos en defensa de su país, según los datos del general Valeriy Zaluzhnyi, jefe del Ejército ucraniano? ¿Puede fiarse Kiev de una Rusia que no respetó sus acuerdos de paz con Chechenia y que ha violado el Protocolo de Budapest de 1994, en el que a cambio de las armas nucleares heredadas de la URSS reconocía las fronteras de Ucrania?

Asesinato de Duguina

El asesinato en Moscú de Daria Duguina, hija del filósofo ultranacionalista ruso Aleksandr Duguin, ha logrado desviar por unos días la atención. Por el rápido éxito de las investigaciones policiales en identificar a una supuesta espía ucraniana del batallón de Azov (ya es casualidad) parece obra de los servicios secretos de Putin. El objetivo sería relanzar el ánimo nacional, permitir la movilización de miles tropas y azuzar la venganza sobre un país que ha presentado resistencia.

Pronto llegará el general invierno, una oportunidad para reorganizarse y repensar estrategias. Es difícil saber el número de bajas de Rusia porque se trata de un secreto de Estado. Es razonable afirmar que los muertos superan con creces los 15.000 de Afganistán, en una guerra que duró 10 años, no seis meses. Biden habló de 75.000 bajas, es decir 25.000 muertos, 50.000 heridos.

La muerte de 11 generales rusos en los primeros meses ha obligado a ceder el mando en el frente a los oficiales. Son ellos los que encabezan ahora las bajas (17%). Se trata de mandos jóvenes sometidos al estrés que generan los errores en logística y comunicaciones. La BBC demostró que la mayoría de las bajas proceden de la infantería y los paracaidistas, es decir de unidades de élite. Rusia está utilizando mercenarios del Grupo Wagner y tropas de refuerzo sacadas de las zonas pobres de Rusia. Tienen cerca de 40 años y carecen de formación militar.

Recuperar Jersón

Uno de los grandes objetivos ucranianos es recuperar el puerto de Jersón, a orillas del mar Negro. Sería su primera reconquista. Zelenski quiere que el ataque se realice antes del invierno porque necesita una baza para evitar que Occidente se canse. Sus generales prefieren esperar a primavera cuando dispongan de las mejores armas y hayan recibido entrenamiento para su uso.

El peligro de una gran escalada militar mundial ha pasado, de momento. El problema lo tenemos dentro de nuestras sociedades en las que crece el mismo virus de intolerancia, fascismo y extremismo que en Rusia. Siguiente parada serán las elecciones en Italia, el 25 de septiembre. En ellas, Putin se juega más que en el campo de batalla.