LIMÓN & VINAGRE

Emerson Fittipaldi: el hombre que fue apellido

El bueno de Emerson no oculta que de política sabe más bien poco, pero como de coches y de cristianismo sabe mucho

Emerson Fittipaldi: el hombre que fue apellido

Emerson Fittipaldi: el hombre que fue apellido

Albert Soler

Albert Soler

Emerson Fittipaldi ya ha alcanzado el máximo honor a que un hombre puede aspirar, que es el de dotar a su apellido de significado propio. En los años ochenta, a todo aquel a quien le gustaba correr en exceso con su automóvil -a menudo con un Seat de segunda mano, fuera de los circuitos y con grave peligro para sí mismo y para los demás- se le definía como "un Fittipaldi", normalmente con un deje de ironía, por lo menos en España.

Lo mismo le sucedió a Travolta, que hubo de soportar que en nuestro país se llamara eso, "un Travolta", al bailongo de discoteca, habitualmente hortera, que se creía un as de la danza. Tan restringida es la lista de personajes que han logrado que su nombre tenga vida propia, que está encabezada ni más ni menos que por Cristo, no son pocos los que por correr demasiado con el coche o alargar hasta altas horas la noche y sus excesos en la discoteca, llegan a casa hechos un cristo.

Ni los dos campeonatos del mundo de Fórmula 1 que conquistó en 1972 y 1974, ni los dos triunfos en las 500 Millas de Indianápolis, ni el hecho de casarse por tercera vez a los 66 años y ser todavía capaz a esa edad de engendrar dos nuevos hijos que se sumaban a los cinco anteriores, puede compararse a la gloria de lograr que un apellido trascienda para siempre a la persona.

Ser un Fittipaldi. Casi nada. Por eso sorprende que, a sus 75 años, habiendo conseguido lo que bien pocos conseguirán durante toda su existencia, no pudiendo aspirar a más alta gloria en esta vida, se presente como candidato el Senado italiano en las elecciones del próximo 25 de septiembre. Senadores hay muchos, pero hombres que hayan dotado de significado propio a su apellido, bien pocos. Además, el Senado romano ya no es lo que era, ya ni siquiera se resuelven las cuitas a puñaladas, como en tiempos de Julio César.

El expiloto brasileño Emerson Fitipaldi, en una foto de archivo. EFE/Sáshenka Gutiérrez

El expiloto brasileño Emerson Fitipaldi, en una foto de archivo. / EFE/Sáshenka Gutiérrez

Al parecer, los descendientes de italianos tienen derecho a formar parte de las listas electorales aunque -como es el caso del expiloto- no tengan ningún otro vínculo con el país. Lo cual abre la posibilidad a Travolta, también de ascendencia italiana, con lo que el Senado tendría sentados en sus escaños no a un Fittipaldi y a un Travolta, sino a los auténticos Fittipaldi y Travolta, que se añadirían al antes mencionado Cristo, en este caso no como senador pero si con notable presencia en toda la ciudad. De momento, sin embargo, el único que tiene opciones es el brasileño, que se presenta por Hermanos de Italia, partido liderado por Giorgia Meloni y considerado de ultraderecha que, según las encuestas, podría hacerse con el 45% de los votos y con el gobierno de la República.

Giorgia Meloni se declaró admiradora de Mussolini, pero eso a Fittipaldi le da igual, es un tipo acostumbrado a ir deprisa por la vida y al Duce lo ha dejado tan atrás que no lo ve ni por el retrovisor. La única ideología que se le conoce a Emerson es el cristianismo, lo cual explica que le haya seducido la idea de ir a trabajar a Roma, donde se encuentra el Senado. Con San Pedro -la iglesia, no el santo- justo al lado, es bien capaz de asistir de buena mañana a misa, salir de esta a las 10, y a las 10:05 estar ya en su despacho, a poco que el tráfico de Roma sea fluido, no en vano además de llamarse Fittipaldi, el senador es un Fittipaldi, brrruum.

Si ya hay en Roma un Papa argentino, lógico es que tenga también un senador brasileño. Si las intenciones de voto se confirman y Fittipaldi recala en la ciudad eterna, no le van a faltar iglesias que visitar, y a pesar de eso capaz será de acudir a todas en una sola mañana, sin parar en boxes ni una sola vez. Según ha contado en más de una ocasión, su fervor religioso le nació en 1996 a raíz de un accidente de coche del que salió ileso, aunque se le agigantó y afianzó un año más tarde, cuando tuvo un accidente con un ultraligero, acompañado de uno de sus hijos. Tirado en un pantano de la selva brasileña, herido, pidiendo ayuda a gritos, al final sus voces fueron escuchadas. No fue Dios en persona quien acudió, lo cual explicaría la conversión de Fittipaldi y de cualquiera, sino unos pescadores que por ahí andaban faenando. Dio igual, para Fittipaldi fue el Señor quien los envió, por más que -imagino- ellos lo negaran, que no, oiga, que a mí me mandó mi mujer a por pescado para cenar, que hay que ver lo pesada que se pone. Fue Dios y no se hable más.

El bueno de Emerson no oculta que de política sabe más bien poco, pero como de coches y de cristianismo sabe mucho, espera que una cosa compense a la otra, por algo en los tres casos se trata de llegar a la meta antes que los demás. A fin y al cabo, si en su día apoyó a Bolsonaro en Brasil, por qué no va a apoyar a Meloni en Italia, que ni siquiera tiene selva que arrasar, brruumm.