Guerra de Ucrania

¿Quién asesinó a los presos del batallón Azov en Olenivka?

Expertos militares descartan la versión de Moscú y de sus aliados en Ucrania, que culpan al Gobierno de Kiev de atacar de forma deliberada a sus presos

Ataque a la prisión de Olenivka

Ataque a la prisión de Olenivka

Incluso para una opinión pública saturada por los horrores de la guerra, aquellas imágenes tomadas en el centro de detención de Olenivka, cerca de Donetsk, en territorio bajo control de las milicias prorrusas, centraron de nuevo en Ucrania, hacia finales de julio, la atención mediática mundial. En un hangar industrial devastado por un pavoroso incendio, cadáveres carbonizados de prisioneros de guerra, todos ellos defensores de Mariúpol y pertenecientes al así denominado batallón de Azov, yacían sobre retorcidas literas ennegrecidas por las llamas. En el exterior, también se identificaban hileras de cuerpos sin vida expuestos al sol y ataviados con vestimentas de camuflaje.

Intentando ser los primeros en fijar la narrativa de los hechos, los dirigentes de Rusia y de la autoproclamada República Popular de Donetsk de inmediato culparon al Ejército ucraniano, el cual, según su versión, habría atacado deliberadamente a sus propios presos de guerra "con proyectiles de alta precisión HIMARS" suministrados por EEUU, para evitar que confesaran "sus crímenes" a los interrogadores rusos. Con el paso de los días, las tesis de Moscú van siendo crecientemente cuestionadas e incluso descartadas, a medida que expertos militares coindicen en que los daños constatados no son consistentes con el arma supuestamente empleada, al tiempo que los testimonios de antiguos internos confirman detalles que apuntan a un apresurado traslado de los difuntos al escenario de la masacre días antes, obedeciendo a razones aún por determinar.

Cuerpos carbonizados extraídos del hangar industrial donde se desató el incendio en la prisión de Olenivka.

Cuerpos carbonizados extraídos del hangar industrial donde se desató el incendio en la prisión de Olenivka. / Reuters

"No se corresponde con un ataque con HIMARS", descarta tajantemente en un email a

EL PERIÓDICO

(diario integrante del grupo Prensa Ibérica al igual que este medio) Tony Roper, un analista militar freelance que tiene su propio blog especializado. "Debería haber una ristra de detonaciones" en el lugar, lo que implicaría "múltiples cráteres", continúa. Si, tal y como sostiene la parte rusa, "un proyectil atravesó el tejado, otros habrían alcanzado las paredes del edificio, creando destrucción; eso es algo que no ha sucedido", afirma. Las imágenes suministradas por Rusia muestran el interior del edificio completamente carbonizado, pero con las paredes aún en pie. En su opinión, "el fuego fue provocado de forma manual en el interior". Y "si hubo alguna explosión", concluye el analista, ésta fue causada por "una granada de mano para demostrar precisamente eso, que hubo una explosión".

Las imágenes obtenidas por satélite días antes del incidente muestran otros detalles de interés para los analistas: en un extremo del recinto carcelario, la tierra había sido removida. Roper no descarta que se trate de que se trate de tumbas, abiertas con antelación a la tragedia, pero tampoco se atreve a certificarlo al 100%. Eso sí, le resulta muy extraño la existencia, en las fotografías posteriores al incendio, de cuerpos sobre camillas que apenas presentaban heridas. Todo ello le empuja a considerar que al menos algunos de los presos "ya estuvieran muertos antes" del incidente.

Algunas certezas

Pese al aluvión de interrogantes, sí que existen algunas certezas sobre la masacre de Olenivka. Reclusos civiles que coincidieron con los militares que se entregaron en la planta de Azovstal de Mariúpol en mayo han confirmado a este diario que funcionarios rusos asumieron la responsabilidad de la prisión poco antes de que aquéllos llegaran; que muchos fueron maltratados y golpeados. Pero sobre todo, han certificado que, hasta pocas semanas antes de la tragedia, el hangar donde tuvo lugar la masacre estaba abandonado, hallándose en una zona industrial del recinto a donde nadie se acercaba.

Yevhén Maliarchuk, un hombre de negocios detenido en Mariúpol en marzo cuando intentaba introducir en la ciudad ayuda humanitaria, permanecía entonces internado en el segundo piso del ala disciplinaria de la prisión. Y recuerda las sesiones de golpes a las que los presos de Azov eran sometidos en la planta baja: "Todos podíamos oír esos sonidos espeluznantes, esos golpes, esos gemidos, esos gritos".

Su testimonio es corroborado por Anna Vorosheva, también empresaria quien, al igual que Yevhén, fue arrestada cuando intentaba entrar en la ciudad asediada con suministros. Internada asimismo en la sección de castigo, Vorosheva afirma haberlo oído todo: "Los traían de las barracas; dos o tres personas (en cada ocasión), los guardas los golpeaban y luego se iban. Lo único que preguntaban era: '¿Has entendido lo que queremos oír de ti?' Después venía el investigador a hacer el interrogatorio. Creo que (la paliza) era una preparación de algo", indica esta mujer, quien no descarta que quisieran hacer con ellos "un vídeo propagandístico".

Anna y Yevhén fueron liberados pocas semanas antes de la matanza. Y cuando conocieron lo sucedido por las noticias, reaccionaron con extrañeza. El hangar incendiado estaba "en la zona industrial de la colonia; nadie iba allí, ni siquiera para limpiar", subraya Vorosheva. "Yo pasé 100 días en esa prisión, estuve en todas las instalaciones; y puedo decir que era una zona no habitada; creo que trasladaron allí a los presos con algún objetivo", destaca Maliarchuk.

Kiev habla de terrorismo

Para los pocos integrantes del batallón Azov en Mariúpol que han sido intercambiados por rusos y han podido regresar a su casa, lo sucedido en Olenivka no es más que la crónica de una matanza anunciada, un escarmiento por parte del Kremlin contra unos militares emblemáticos a los que detesta. Vladislav Zhayvoronok, quien ha perdido a numerosos compañeros en el incendio, afirma incluso haber oído noticias de lo que iba a suceder durante el tiempo que permaneció preso en Donetsk. Este joven militar, de 29 años, herido durante el asedio a Azovstal, fue trasladado inconsciente a un hospital en manos prorrusas cuando el batallón entregó la posición. Y allí, "cada semana, enfermeras, doctores o personas de servicio nos venían con estas noticias: 'Los vuestros disparan contra vosotros'; dos meses y medio antes de que sucediera; era como si nos lo estuvieran adelantando".

El Gobierno de Kiev habla ya de crimen de guerra y exige una investigación internacional, mientras que la falta de noticias y la desconfianza hacia cualquier información procedente de Moscú aterra a los familiares. Rusia ha publicado una lista de muertos con contradicciones, y sigue sin dar permiso, tanto al Comité Internacional de la Cruz Roja como a la ONU, para inspeccionar el lugar. Sandra Krotevych, hermana de Bogdan, un prisionero, no sabe nada de él desde la evacuación de Azovstal. Y aunque su nombre no está incluido en la fatídica lista, no se fía: "Solo creeré que está vivo cuando oiga su voz".