Opinión | ANÁLISIS

¿Estará Estados Unidos a la altura?

Para aventajar a China, los estadounidenses deberán gestionar la polarización política, potenciar sus propios valores e invertir en I+D

Miembros de la delegación de Estados Unidos que llegó a Taiwán este domingo. EUROPA PRESS

Miembros de la delegación de Estados Unidos que llegó a Taiwán este domingo. EUROPA PRESS

El Foro de Seguridad de Aspen, que se celebra anualmente en dicha localidad norteamericana, en Colorado, es un encuentro no partidista en que los líderes mundiales discuten los temas clave de seguridad nacional y política exterior. El último foro tuvo lugar en julio pasado, y uno de los temas estrella fue el desafío chino que se plantea para EEUU.

Como ha explicado uno de los codirectores del Foro, Joseph S. Nye Jr., en los medios, el presidente Xi Jinping no oculta su pretensión de hacer de China la potencia hegemónica. A tal fin, ha anunciado su intención de superar a Estados Unidos en tecnologías críticas como inteligencia artificial y biología sintética para 2030, y un sector de la opinión económica predice que el PIB de China, medido a tipos de cambio de mercado, superará al de EEUU a principios de la próxima década. En definitiva, China estaría tratando de desplazar a los estadounidenses como principal potencia mundial antes del centenario del gobierno comunista, datado en 2049.

El futuro es por definición incierto y aunque hay que reconocer el gran salto que ha dado China en los últimos 30 años, desde una civilización medieval a la cima del mundo, pocos analistas piensan que Pekín conseguirá colmar estos objetivos mientras la mayoría cree que tal tarea es ciertamente imposible. 

Los pesimistas objetan que la productividad seguirá siendo fatalmente baja en tanto la economía pública siga siendo más potente y privilegiada que la economía privada. El ejemplo de la antigua URSS nos muestra que la economía planificada es mucho menos eficiente que la que medra al calor del capitalismo, y aunque en China se abone hasta cierto punto la iniciativa privada y se toleren las plusvalías del capital, es también evidente que la excesiva jerarquización política desincentiva el factor trabajo, que es esencial para que el sistema prospere a aceptable velocidad. 

Estancamiento

En suma, quienes ven a China al límite de sus posibilidades piensan que este país se estancará debido a las limitaciones demográficas y a la baja productividad de los factores, sin contar con los crecientes problemas de desigualdad y de degradación ambiental que sufrirán.

Esta ambiciosa pretensión de China se colmará o no, en gran medida, según el éxito o el fracaso de las políticas dictadas en Pekín por la cúpula del partido único. Con independencia de la consideración ética que pueda merecer esa autocracia, es evidente que el debate democrático ofrece más garantías de acertar en la solución de cualquier problema que la decisión irrebatible de un líder visionario que ejerce un liderazgo fuera de control. Por lo tanto, ya que el trayecto que ha de recorrer China no es previsible, no hay forma de anticipar el desenlace de esta rivalidad.

Evitar la guerra

Lo que sí es seguro, de momento, es que sería terrible para todas las partes -para toda la globalización-, que esta confrontación terminase en una guerra abierta, por lo que es preciso adoptar todas las cautelas y mantener abiertos todos los canales no solo para evitar un escenario bélico sino también para preservar una relación que es indispensable mantener para conseguir determinados objetivos globales, como la lucha contra el cambio climático o los acuerdos que desemboquen en el desarme nuclear.

El ‘trumpismo’ estorba

Pero, además, han destacado en Aspen los asistentes norteamericanos que el desenlace de la carrera China-EEUU no solo dependerá del acierto de China sino también y de la capacidad norteamericana de estar a la altura en esta lid económica, tecnológica y política que se ha desatado. Nye recoge en el artículo aludido las condiciones de EEUU para poder dar respuesta al reto: en primer lugar, ha de ser capaz de gestionar la polarización política interna y de mantener el actual dinamismo tecnológico; bien entendido que "el crecimiento de un activismo populista que restringe la inmigración o debilita el apoyo estadounidense a las instituciones de alianzas internacionales podría conducir a un fracaso competitivo"; el trumpismo es un claro estorbo.

En segundo lugar, ha de potenciar sus propios valores: "Estados Unidos no tienen la capacidad de democratizar China; solo los chinos pueden hacer eso. Pero el énfasis en los valores democráticos y los derechos humanos también es importante para generar el poder blando que beneficia a Estados Unidos al atraer a los aliados en lugar de coaccionarlos. Esta es la razón por la que una respuesta exitosa de EEUU al desafío de China comienza en casa y debe basarse en la preservación de las propias instituciones democráticas estadounidenses".

Además de estos elementos políticos, la nación norteamericana ha de invertir en investigación y desarrollo (la reciente ley de chips y ciencia aprobada por el Congreso es útil), reestructurar sus fuerzas militares para adaptarse al cambio tecnológico y fortalecer sus estructuras multilaterales, incluida la OTAN y las asociaciones con Japón, Australia y Corea del Sur. Hay mucho más pero esto es lo esencial para que EEUU pueda mantener a su favor la balanza de la historia.