Opinión | ANÁLISIS EPE

Naufragio alemán

La sensación humillante de estar en manos de otros que ahora experimenta Alemania fue parecida a la que sintieron los atribulados países del Sur, España incluida, en la pasada crisis

El canciller alemán, Olaf Scholz.

El canciller alemán, Olaf Scholz. / EFE

La guerra de Ucrania está sacando a la luz las vergüenzas de Alemania, el gigante con pies de barro que pretendió afirmar su desarrollo avanzado y su calidad de vida mediante un modelo de desarrollo pusilánime basado en la prudencia. Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas de su país cuando se sometió a Grecia al cruento rescate en la primera crisis del siglo, acaba de publicar un demoledor artículo en la prensa internacional titulado “Simpatía por Alemania”, en momentos en que Berlín está descubriendo su propia postración. En especial, la inconcebible dependencia energética de Rusia que había tolerado el régimen alemán, aun sabiendo los peligros que representaba tan impudente subordinación a una dictadura. La sensación humillante de estar en manos de otros que ahora experimenta Alemania fue parecida a la que sintieron los atribulados países del Sur, España incluida, en la pasada crisis.

Varoufakis señala con extrema dureza el grave error alemán al haber construido un régimen basado en salarios bajos, en gasolina rusa a bajo precio y en una buena ingeniería mecánica de tecnología media, que le ha permitido un gran negocio en el campo de los automóviles de combustión interna. Ello le ha proporcionado superávits comerciales masivos ininterrumpidamente, antes y después del euro. Además, tuvo la suerte de que, cuando la crisis europea de 2008, China seguía demandando productos manufacturados alemanes.

Varoufakis señala que aquellas políticas constituyeron un colosal error: “Los superávits fiscales no fueron prudencia en acción, sino un fracaso monumental ya que, durante los largos años de tipos de interés ínfimos, no se aprovechó para invertir en energía limpia, infraestructuras criticas y las dos tecnologías cruciales del futuro: baterías e inteligencia artificial”. También era mentira que aquel modelo alemán fuera compatible con la UE, ya que la ortodoxia alemana se basaba en la acumulación de deudas impagables cargadas a los países, bancos y corporaciones del sur de Europa.

La solución es clara: Alemania debe construir un nuevo modelo, basada en una UE equilibrada y federal. La fórmula alemana no ha sido rentable y nos ha producido una gran descapitalización tecnológica. Es tiempo de rectificar.