TENSIÓN EN ASIA

La crisis de Taiwán subraya los retos de Biden en la política hacia China

El espacio de la relación bilateral lleva tiempo estrechándose y los expertos alertan de un estancamiento de Washington

China ha elevado la respuesta al viaje de Pelosi con sanciones y congelando o suspendiendo mecanismos de cooperación

Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwan.

Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwan.

Idoya Noain

Con la guerra en Ucrania y sus consecuencias abiertas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, necesitaba en su agenda política cualquier cosa menos una crisis con China, la gran potencia que representa su principal “competidor estratégico” y con la que las tensas relaciones por la competición militar, económica e ideológica habían alcanzado ya un punto bajo. Pero una crisis, que asoma esa ya volátil relación bilateral al precipicio, es lo que ha puesto sobre la mesa para el demócrata la polémica visita a Taiwán de su compañera de partido y presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Tras las 19 horas que pasó en la isla autogobernada que China reclama como parte de su territorio Pelosi, segunda en la línea de sucesión presidencial estadounidense y la más destacada política en visitar Taiwán desde que lo hiciera en 1997 otro ‘speaker’, Newt Gingrich, se han ido sucediendo acontecimientos que subrayan los peligros de una escalada y disparan los miedos en la región. Y el maremoto cincela también los interrogantes sobre la política de Biden respecto a China y su futuro.

Sanciones

Este viernes, a la par que continuaban los ejercicios militares con fuego real anunciados hasta el domingo que han provocado lo que Taipei ha denunciado como un bloqueo marítimo y aéreo, y después también de que buques y aviones chinos cruzaran la línea divisoria del estrecho y de que sus misiles entraran por primera vez en la zona económica exclusiva de Japón, China anunciaba sanciones no especificadas a Pelosi y a su familia inmediata.

En un paso de consecuencias más significativas, Pekín informaba también de la suspensión o congelación de varios mecanismos de cooperación con EEUU. Concretamente, China ha anunciado que cancela reuniones de trabajo de los dos ministerios de Defensa, diálogos de seguridad marítima y comunicaciones entre mandos militares regionales.

Además, suspende las conversaciones sobre cambio climático entre las dos potencias más contaminantes, responsables de prácticamente el 40% de las emisiones de combustibles fósiles. Deja igualmente paralizadas la cooperación en medidas antidroga, uno de los terrenos en los que como en medioambiente el diálogo bilateral hasta ahora había dado frutos, así como en la lucha contra el crimen trasnacional, en la repatriación de migrantes indocumentados y en la asistencia en investigaciones penales.

Una crisis acentuada

La ruptura de esas líneas de colaboración es el último quebradero de cabeza para EEUU y para Biden en su relación con China. En privado y a través de asesores el mandatario intentó convencer a Pelosi de que no realizara el viaje, advirtiéndole especialmente del momento particularmente delicado en que llegaba. Xi Jinping se enfrenta al congreso del Partido Comunista en el que con su reelección cimentará su poder, y necesita la línea dura con Taiwán para aliviar las críticas internas sobre otros temas como la economía o la pandemia.

Biden también cuestionó que el viaje fuera oportuno en público y lo hizo con referencias a las dudas mostradas por los militares estadounidenses, un mensaje de discrepancias internas que contrastó con la voz al unísono desde China de denuncia e indignación ante el viaje de Pelosi.

Finalmente, el demócrata se vio forzado a defender la autonomía de la líder del legislativo y se ha visto también obligado ahora a poner todo el peso de su Administración en la denuncia de la respuesta de China. Ha buscado el respaldo de aliados, que consiguió con el comunicado de los ministros de Asuntos Exteriores del G7 en que urgieron a China a “no cambiar unilateralmente por la fuerza el statu quo en la región y resolver diferencias por medios pacíficos”.

Este viernes su secretario de Estado, Anthony Blinkendenunciaba en Camboya que “China ha optado por usar la visita de la ‘speaker’ Pelosi como pretexto para incrementar su actividad militar provocadora en el Estrecho de Taiwán y alrededores. No hay justificación para esta respuesta militar, extrema, desproporcionada y de escalada”, ha dicho el jefe de la diplomacia estadounidense.

Incomunicados y enfrentados

Washington insiste en que no ha cambiado tampoco el statu quo, que mantiene su política de “una sola china” y la “ambigüedad estratégica” con Taiwán. Pero uno de los problemas para Biden es que esta crisis provocada por el viaje de Pelosi llega en la estela de una degeneración de las relaciones entre Washington y Pekín de la que advertían de antemano expertos como Ryan Hass, exdiplomático en la Administración de Barack Obama y ahora en la Institución Brookings, que ya en julio escribía que “los canales de comunicación para gestionar las tensiones se han derrumbado”.

Según otros expertos que han hablado con la prensa estadounidense estos días EEUU enfrenta además el problema de haber “sobremilitarizado” la cuestión de China ante la ausencia de planes económicos específicos y otros advierten de que se han estancado tanto las ideas diplomáticas como la adaptación militar de EEUU frente a la progresión de China.

Aunque el presupuesto militar de Pekín sigue siendo el 36% del de EEUU, ha crecido el 72% en la última década. Y en países de la región, donde se muestran más reticencias a necesidades estadounidenses como estacionar tropas o basar misiles de largo alcance en su territorio, preocupa la erosión de la credibilidad del efecto disuasorio militar de EEUU.