Opinión | DIMISIÓN

Boris no tuvo la suerte de Kennedy

Johnson desaparece para siempre, con un discurso enérgico donde brilla el hallazgo de comparar la democracia con 'un sistema darwinista'

Boris Johnson, en su discurso de dimisión.

Boris Johnson, en su discurso de dimisión. / EFE

Populista ha superado a racista o machista en el venero de los insultos irrefutables, que no requieren justificación. Si un tory elitista formado en Eton que deja el Daily Telegraph para llegar a Downing Street peca de populismo, entonces no existe un solo ser humano a resguardo del término infamante. Quienes despachan a Boris Johnson como un bufón no solo serían incapaces de escribir una biografía de Churchill de medio millar de páginas como el primer ministro dimitido, también serían incapaces de leerla.

Los episodios alcohólicos de Johnson conectados con el populismo vigente eran habituales en la Casa Blanca de John Kennedy, cuando acogía a más de una amante en su palacio para saciar su voracidad sexual. Pues bien, los torquemadas del populismo ambiental lloran también la muerte de las ilusiones políticas creadas entre orgasmos por JFK. O defienden sin fisuras los logros constitucionales de Juan Carlos I, otro juerguista de la estirpe de Boris.

El premier saliente piensa como Churchill que mentir en combate no es reprobable, y que la política es una guerra interminable. Es revelador que en su salida destaque su abandono del partido Conservador, otra piedra miliar en la carrera del predecesor que biografió. En su identificación con Sir Winston, está convencido de que comienza la travesía del desierto que su ídolo acometió en los años treinta. De hecho, el Dominic Cummings que fuera su antiguo Rasputín ha destacado que su antiguo amo solo pretende ganar tiempo, "y lo conozco bien".

Frente al poder predictivo a que aspiran sus practicantes, la historia es alérgica a las secuelas. Boris Johnson desaparece para siempre, con un discurso enérgico donde brilla el hallazgo de comparar la democracia con 'un sistema darwinista'. Siempre fue mejor cronista que gobernante, por eso retrata el 'instinto de rebaño' tan parecido a la 'inmunidad de rebaño' de su partido, al decapitar a primeros ministros conservadores con escalas caníbales previas en Thatcher, Theresa May y David Cameron.

No está el patio para fiestas, el populista Putin se frota las manos.