Opinión | DE PASO

La cumbre de Madrid

Nuestras poblaciones tienen que estar preparadas para el futuro con otra pedagogía que vaya más allá de la necesaria demostración de unidad

Los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN visitan el Museo del Prado.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN visitan el Museo del Prado.

Acordaos de Napoleón. Eso se me ocurre decir cuando contemplo el triunfalismo de la

cumbre de la OTAN

. Schopenhauer, que entonces estaba en Jena, vio pasar al mayor ejército de la historia camino de Moscú, brillante, rutilante, optimista. Pocos meses después y por el mismo lugar, desfilaban unos pocos millares de hombres mutilados, heridos, lisiados, con los miembros tullidos y congelados, los uniformes raídos, los rostros macilentos, perdida la mirada, melancólicos, recordando sin duda los días de gloria y los compañeros que habían dejado por el camino. Tal fue el impacto en su alma, que el joven filósofo elevó aquel espectáculo a símbolo de la vanidad de las empresas humanas, de la esterilidad de la voluntad de poder, de la indiferencia con la que la voluntad de vivir abandona a los vivos que se creen eternos.

Acordaos de Napoleón, porque toda la estrategia de Rusia siempre ha sido la misma: esperar el invierno. Mientras, no tiene otra aspiración que producir desgaste. Por el momento no podemos decidir quién está mejor preparado para resistir. Solo sabemos que la capacidad de resistir del pueblo ruso es infinita. Cuando uno escucha la parte final de Alexander Nevsky, la música del ucraniano Prokofiev para el filme de Eisenstein, ese fragmento que se titula El campo de la muerte, lo que oye en la voz de la soprano es a la madre Rusia recontando los cadáveres infinitos de su trágica historia. Lo que se alza en esa voz es la confianza de que ese pueblo resistirá porque, tras lo que ya ha vivido, no puede venirle nada peor.

¿Quién resistirá más tiempo? ¿Los millones de rusos sometidos a un régimen tiránico, desde siglos, que no tienen otra opción que aguantar, que llevan siglos aguantando, o los millones de ciudadanos occidentales, que verán en pocos años devorados sus ahorros por la inflación? Y cuando llegue el invierno, ¿quién aguantará si hay que racionar el gas? ¿Quién aguantará mejor, un gobernante que no tiene que someterse a refrendo, o nuestros países, cuyas ciudadanías podrán expresar su malestar sobre nuestros líderes por muchos motivos y también por esta guerra? Imaginemos que Moscú mantiene la guerra hasta las elecciones de mitad de legislatura estadounidense. ¿Cómo afectará al control del Congreso? En sus horas más bajas, ¿quién le garantiza a Biden un mandato exitoso? Por no hablar de un Johnson disminuido por los escándalos o un Macron que no sabemos si podrá gobernar con una mayoría suficiente.

Pedro Sánchez con Emmanuel Macron y otros dirigentes en la cena en El Prado con motivo de la cumbre de la OTAN en Madrid. 

Pedro Sánchez con Emmanuel Macron y otros dirigentes en la cena en El Prado con motivo de la cumbre de la OTAN en Madrid.  / Brais Lorenzo /EFE

En Occidente el poder es reversible. En Rusia, irreversible. Debo confesar que, aunque profeso una profunda simpatía por el pueblo y la cultura rusa, aborrezco a sus gobernantes, se llamen zares, secretarios del Partido Bolchevique o agentes del KGB. Todos ellos me parecen seres despiadados. Una de las mayores desgracias de la izquierda de este país fue tener que alinearse en 1936 con el Kremlin. Es, por lo tanto, mi apuesta por el mundo democrático y occidental, sin la menor duda, lo que me lleva a hacerme esta pregunta. ¿Quién resistirá más? Por lo que hemos visto hasta ahora, Putin tiene todas las bazas para resistir más tiempo. Puede pautar el ritmo de la guerra, los tiempos de castigo sin exponerse, los bombardeos indiscriminados, y siempre podrá mantener la financiación de la guerra con China. En su contra solo tiene una cosa: que los ucranianos tienen la misma capacidad de resistencia que los rusos, porque han compartido la misma historia trágica y cruel.

Pero ¿y nosotros? ¿Resistiremos? Creo que Alemania está en la tesis correcta al sugerir que Rusia no puede ser vencida. No puede serlo porque siempre queda la opción nuclear y porque la opción de resistencia la favorece. Es imposible hablar de victoria contra un país que va desde el Báltico al Mar Negro, desde el Ártico al Pacífico. Por otra parte, Rusia no puede vencer en esta guerra porque entonces las repúblicas bálticas no estarían seguras y la tentación de un dominó sería demasiado fuerte. Sin embargo, creo que el documento aprobado por la OTAN en Madrid juega con las palabras cuando dice que Rusia se ha colocado fuera del orden internacional. Por el contrario, sin contar con Rusia es completamente imposible un orden internacional. Al declarar la franca hostilidad a Rusia, la OTAN apuesta por forjar un orden sin Rusia. Sin embargo, no nos dice en qué consistirá ese orden. La propuesta solo sugiere que se aspira a desalojar a Rusia de sus posiciones internacionales. Eso es casi una utopía. No olvidemos Siria.

El presidente ruso, Vladímir Putin, el pasado 9 de mayo durante los actos del Día de la Victoria.

El presidente ruso, Vladímir Putin, el pasado 9 de mayo durante los actos del Día de la Victoria. / EFE

Es verdad que Biden ha tomado la decisión radical con la idea de establecer una agenda irreversible. Europa no puede hacer otra cosa que seguirlo. Pero un país tan dividido como Estados Unidos no puede dar garantías de irreversibilidad estratégica. Aunque creo que es acertado que la OTAN ocupe todos los espacios hasta la frontera rusa, porque así asegura la no intervención militar rusa en el continente, sin embargo, no podemos ignorar que eso deja mucho espacio libre para la acción exterior de Rusia y que en esos espacios puede hacer mucho daño a Europa, que es su verdadero objetivo, pues su imaginario está fijado en 1945. Así que la pregunta no puede hacerse en términos de quién resistirá más, porque implica demasiados riesgos de perder. Hemos de interpretar la guerra de Ucrania en otros términos. Nuestras poblaciones tienen que estar preparadas para el futuro con otra pedagogía que vaya más allá de la necesaria demostración de unidad. De ello hablaré el próximo día.